Sobre pensamiento propio.

¿Nos hacemos conservadores con los años? Sí, nos volvemos conservadores en casi todos los aspectos, en economía principalmente y sobre todo en pensamiento e ideas. Por otra parte, ya de mayores, ¿nos convertimos en seres incapaces de asimilar ideas nuevas? No. Es más, muchos lo que buscamos son "nuevas ideas", que realmente sean "ideas nuevas".
Sucede que aparecen ideas que en modo alguno contienen novedad alguna. Son el sempiterno “dejà vu”. Es ésa una cierta ventaja de los mayores sobre los jóvenes que sufren con frecuencia deslumbramientos ante ideas impactantes, apasionantes y deslumbrantes pagando luego las consecuencias.
Generalmente no se habla expresando ideas propias, porque no se tienen. No hablo, lógicamente, de conocimientos, aquellos relacionados con la ciencia o con materias que a la fuerza tenemos que aprender de otros; me refiero a las opiniones: la mayor parte de la gente opina por cabeza ajena, generalmente por boca de aquellos programas de radio o televisión más acordes con su pensamiento. Y repiten como loros los argumentos que otros han esparcido.
No se perciben ideas propias, lo cual resulta a la postre enervante. Sin ideas propias resulta imposible que alguien te pueda convencer o, viceversa, con alguien al que uno pueda convencer porque piensa lo que le dicen.
No hacen falta cursos específicos de lógica o epistemología para tener criterio propio. El proceso es bien simple: estos son los hechos; esto opina tal pensador, crítico o editorialista; esto opino yo. Y cuando no se tienen suficientes elementos para emitir juicio, porque los hechos tienen excesivas concomitancias, aquél deberá quedar en suspenso.
De todo punto son insoportables aquellos que en cualquier reunión sueltan las últimas opiniones vertidas en tal o cual tertulia. No merecen ni la escucha ni la pérdida de tiempo con sus monsergas.
A la hora de aceptar esta u otra opinión, la gente tiende a aceptar lo que le entretiene, lo que le satisface o lo que promete cualquier clase de beneficio. Así se forman las masas que se mueven al dictado de un pensamiento único... ¡ajeno!
Es el caso del pensamiento separatista catalán. Los que propician este movimiento separatista tienen mucho que ganar, en poder y en economía... ¿pero el populacho que se engancha a las manifestaciones y enarbola banderas y pancartas? ¿Qué clase de beneficio esperan obtener? ¿No pueden pensar que va a suceder todo lo contrario, más impuestos y menos riqueza, más aislamiento y más provincianismo, más pobreza y menos oportunidades de ascender en el escalafón social?
Lo triste y paradójico de mantener unas ideas que no son propias es que pasará un tiempo y verán que las mismas, por absurdas, dejarán de tener valor, perderán su encanto, pasarán de moda y desaparecerán... Y mientras tanto han sido cauce de unas energías perdidas.
Aplicado a las sociedades, el proceso puede durar siglos; aplicado a las personas, sólo la maduración personal y la reflexión pueden llevar al cambio. Y únicamente las personas con sentido crítico recto, claro, avanzado pueden liberarse de tal destino. Lo malo es que algunas veces caen en el mismo destino que Casandra, que nadie les hace caso.
A las promesas que en el fondo son falsas pero que de momento no aparecen como tales, al quedar incumplidas o percibirse su inconsistencia, lo mínimo que les sucederá es que sean objeto de burlas cínicas y se esfumen como si nunca hubieran sido proferidas. E idéntico sino tienen los grandes mensajes de salvación, de seguridad, de liberación.
Es un proceso de criba que las sociedades realizan a lo largo de su historia, pero que individuos de profunda intuición perciben antes que los demás (y con frecuencia les va a ello la vida).
Las ideas sólidas e indestructibles sobreviven y se incorporan a ese conjunto de conocimientos establecidos que conforman el mundo llamado “ciencia”. Son ideas que por más que hayan sido suprimidas por intereses espurios o hayan sido olvidadas, vuelven a florecer una y otra vez.
Y no nos referimos sólo a aquellos conocimientos que generalmente se tienen como científicos (biología, medicina, cosmología...), que son indiscutibles, sino a aquellos otros que dan forma a los criterios que rigen la sociedad, leyes, moralidad, etc. Es la manera de “amueblar” la inteligencia propia para discernir entre lo que es recto o no, importante o banal, provechoso o perjudicial, etc.
Seguir las modas, determinadas informaciones (que siempre son interesadas), el sentir común, las consignas de los jefes... sin hacer una criba personal, conduce a la despersonalización, a la masificación y en definitiva a recrear movimientos que ya demostraron en el pasado su peligrosidad. O a dejar los asuntos sociales y públicos en manos de advenedizos, autodidactas o simplemente ignorantes. Es lo que nos pasó con el periodo “Zapatero”. Y a lo conducen los populismos de estos días.
Lo hemos visto en nuestros días: ¿Qué piensa la masa de los atentados del 11 M y sus consecuencias? ¿Qué del proceso separatista catalán? ¿Cómo se juzgan determinadas conductas corruptas, según sean de unos o de otros? ¿Qué pensar de la tormenta desatada en el vaso de agua de un máster?
Lo dicho, debe haber un proceso personal de criba de las noticias que se reciben; de discernimiento de lo que es importante y lo que no lo es; de equilibrio ante unas u otras noticias u opiniones. Si no lo hay, el pueblo se convertirá en masa y la masa estará al servicio de intereses que nada tienen que ver con los intereses del propio individuo.