El Papa no pudo pronunciar el discurso, pero se mantuvo en el altar y saludó a los jóvenes Multitudinaria y tormentosa Vigilia del Papa en Cuatro Vientos
(Jesús Bastante).- Y llovió. Tronó. Sopló un viento huracanado. Y los centenares de miles de jóvenes seguían cantando y bailando, arrancando la sonrisa del Papa, que perdió el solideo, que vio cómo la cruz de las JMJ se caía por el aire en Cuatro Vientos.
Y el Papa habló, aunque buena parte del discurso no se pronunció por la tormenta. Desde RD les hacemos un resumen:
"Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad, pese a que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad".
Y un pacto de amistad:
"Queridos amigos, yo rezo por vosotros con toda el alma. Os suplico que recéis también por mí".
El Papa debió quedar impresionado cuando subió al altar y comprobó cómo la riada de jóvenes se perdió en el horizonte.
Cientos de miles, un millón y medio largo según Telemadrid, se daban cita en el aeródromo de Cuatro Vientos para acompañar a Benedicto XVI en la Vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud.
Tanto es así, que la organización anunció que ya no cabía un alfiler, y que cualquier que quisiera seguir la misa del domingo, debía hacerlo en estadio Vicente Calderón.
La llegada del pontífice (no hizo el anunciado paseo entre los jóvenes, debido al retraso acumulado) coincidió con una fina lluvia, que amenazaba tormenta. Ya en la liturgia de la palabra comenzó la tormenta y el viento, que arrancó el solideo del Papa.
El arranque de la ceremonia fue sumamente solemne, con la llegada del Evangelio y la cruz de los jóvenes (también tumbada por el viento).
El papa, al pie del "árbol de la vida", esperaba su llegada. Cerca del Santo Padre, los Príncipes de Asturias, Felipe de Borbón y Leticia Ortiz.
Rugió la tormenta cuando el Papa se disponía a pronunciar su homilía. Se perdió su solideo, se cayó la cruz de las JMJ, y tuvo que interrumpir en varias ocasiones su discurso.
"¡Esta es la juventud del Papa!", fueron los gritos de los jóvenes, que no querían que el tiempo frenara la fiesta. Y estuvo a punto. Pero no.
Al cabo de diez minutos, Benedicto XVI pronunció su parte de su discurso.
"Gracias por vuestra alegría y resistencia. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia. Habéis vencido a la lluvia", improvisó el Papa. "También en esto sois un ejemplo".
Lo siguiente, siendo público, no fue pronunciado por el Santo Padre, pues la dureza de la tormenta consiguió que la liturgia de la Palabra quedara reducida a los saludos en distintos idiomas. Pero merece la pena saber qué iba a decir el Papa:
"¿Cómo puede un joven ser fiel a la fe cristiana y seguir aspirando a grandes ideales en la sociedad actual?".
La respuesta, muy clara:
"Sí, queridos amigos, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios".
"Permanecer en su amor significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios".
El Papa animó a los jóvenes a permanecer en el amor de Cristo, "aun en medio de contrariedades y sufrimientos", para poder encontrar "la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona".
"Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo".
Y mucho menos ahora, "en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad", los jóvenes "debemos proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de todos los hombres y fuente de esperanza para nuestra vida. Él, que tomó sobre sí nuestras aflicciones, conoce bien el misterio del dolor humano y muestra su presencia amorosa en todos los que sufren". A su vez, les pidió una "atención desinteresada a los enfermos y postergados, siempre será un testimonio humilde y callado del rostro compasivo de Dios".
"Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra", afirmó, rotundo, Benedicto XVI, instando a los jóvenes a "perserverar con alegría y fidelidad", en las distintas vocaciones (matrimonio, sacerdocio o vida consagrada).
"Queridos amigos, yo rezo por vosotros con toda el alma. Os suplico que recéis también por mí. Pidámosle al Señor en esta noche que, atraídos por la belleza de su amor, vivamos siempre fielmente como discípulos suyos", concluyó el Pontífice.
La vigilia de oración propiamente dicha consta de tres partes. La primera de ellas es una procesión con la Cruz de los Jóvenes, portada por jóvenes de los cinco continentes mientras que otro pequeño cortejo compuesto por jóvenes de distintas naciones llevará el Icono de María. Se canta entonces el himno de la JMJ 2011 Madrid, alusivo al lema de la misma, "Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe".
Una vez colocadas la cruz, el icono y las lámparas, los jóvenes encienden las velas que tienen en sus mochilas de peregrinos y toda la asamblea se une en la contemplación de la Cruz redentora.
Esta primera parte de la vigilia comenzará con un saludo al Papa y a los fieles de parte de dos jóvenes
La Palabra de Dios constituye el núcleo de la segunda parte de la vigilia.
Varios jóvenes, cinco (uno por continente), hicieron preguntas al Papa, se proclamará el Evangelio y a continuación el Santo Padre respondió a las mismas, con sus esperanzas e inquietudes. El texto evangélico de San Juan "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 1-17) será el hilo conductor de esta vigilia de la Palabra de Dios.
Tras el discurso del Papa, comienza la tercera y última parte de la vigilia: la exposición y bendición solemne con el Santísimo Sacramento. El diácono trasladará la Eucaristía acompañado de acólitos que inciensan y por jóvenes que portan velas y flores y esparcen pétalos de rosas al paso del Señor.
Llegado al altar, el Santísimo se expone en la monumental custodia de la catedral de Toledo, obra del gran orfebre Enrique de Arfe, en el siglo XVI, encargado del cardenal Cisneros. Durante este tiempo se interpretarán varios cánticos, entre ellos el "Tantum ergo"
Al final de la Adoración, el Santo Padre consagró a los jóvenes al Sagrado Corazón de Jesús, momento de gran intensidad teológica y espiritual.