Alfonso Ussía y Setién.

Alfonso Ussía, ingeniosísimo escritor, nunca le tuvo simpatía a Setién. Y le llamó de todo menos bonito. En activa, pasiva y hasta perifrástica. Ni que decir tiene que en ello siempre estuve de absoluto acuerdo con él. Incluso pensando que se quedaba algo corto.

La última setienada le ha llevado a publicar hoy en La Razón otro artículo de la serie setiénica excelente. Aunque como todos los demás para mi gusto y para lo que se merece el interfecto miajica blando. Lo pone a parir pero con ese personaje a mí todo me parece insuficiente. E incluso el asco que me producen algunos obispos, no todos vascos, se debe sobre todo a que son amigos de Setién.

En el artículo de hoy cuenta cosas que yo desconocía. Que el rey, su padre Don Juan y Felipe González pidieron al Papa que nos librara de su persona sin éxito alguno. Y que permaneció en su cargo hasta cumplir la edad de retiro. No sabía de esas gestiones pero se equivoca Ussía en lo de la marcha del obispo de San Sebastián. Juan Pablo II le aceptó la renuncia el 13 de enero de 2000 y no cumplía los setenta y cinco años hasta el 19 de marzo de 2003. Se alegaron unos motivos de salud inexistentes porque casi ocho años después sigue tan fresco y tan en su línea de siempre. En su vergonzosa e impresentable línea de siempre. Y eso que dentro de cuatro meses y nueve días cumplirá ya ochenta años.

Poco se ganó con su marcha, salvo el júbilo de todo el catolicismo español que le odiaba, porque la Santa Sede nombró en su lugar a un clon suyo. Algo más cauto pero bien poco. El 7 de junio del año que viene cumplirá Uriarte los setenta y cinco años y a su vez tendrá que presentar su renuncia. Esperemos que con el próximo cambie una línea que ha llevado a la Iglesia de Guipúzcoa casi a la desaparición. Ya sería suicida que pasara con los obispos donostiarras aquello de las hijas de Elena. Que tres eran tres y ninguna era buena.

Tampoco acierta Ussía en lo de que el episcopado español callaba ante las actuaciones del hermano de San Sebastián, le temía e incluso le sonreía. Eso ciertamente ocurrió así muchos años cuando se hicieron con el poder de la Iglesia de España los hijos de Dadaglio. Entre los que se encontrabam muchos amigos de Setién: Cirarda, Yanes, Gabino, Osés, Guix, Uriarte, Larrauri, Úbeda, Echarren, Sánchez, Sebastián antes de su giro ideológico... Muchos. Entonces Setién era intocable. Pero aquello comenzó a cambiar y un día me parece recordar que monseñor Estepa, a la sazón arzobispo castrense, seguramente indignado por tantos funerales como le tocó celebrar, rompió el silencio y se mostró muy crítico con el obispo de Guipúzcoa. Luego creo que le secundó Don Agustín García Gasco. Los tiempos habían cambiado y fueron más los obispos que se unieron a la crítica.

Pienso que eso fue lo que hizo pensar al Vaticano que había que retirar apresuradamente al obispo de San Sebastián. Pues, estas dos leves puntualizaciones al artículo de Ussía.

Y otra final. Yo no hablo de política sino de Iglesia. Si ETA comparece alguna escasa vez en mis textos no es por ella sino por alguna actuación eclesial. En estos días está de moda hablar de autores intelectuales. Si alguna vez me ocurriera algo, los autores materiales serían los que fueren pero los otros que los busquen por el obispado donostiarra o sus alrededores.
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