Me ocurre con frecuencia. Sobre Don José Guerra Campos.

No es la primera vez que algún lector me solicita en correo particular alguna información complementaria que procuro satisfacer. En esta ocasión sobre la conducta de Don Francisco Álvarez, metropolitano de Toledo, con Don José Guerra Campos en la aceptación vaticana de su renuncia.

Pero me ocurre que la contestación no llega a su destino. Me la rechaza el sistema. Tal vez porque el e-mail facilitado no sea el verdadero.

Como yo tiendo a ser ingenuo, y pienso que lo que me solicitan se hace con buena voluntad, transcribo lo que intenté contestarle también privadamente. Aunque sin resultado.

"Muy fácil, querido amigo: Don Francisco pienso es una buena persona y un discreto obispo. Su fallo fueron los celos que siempre tuvo en Toledo de Don Marcelo. Respecto a Don José Guerra pues el Vaticano, por los motivos que fueren, le aceptó la renuncia y en vez de encomendarle la administración apostólica de su diócesis, como se hace en tantos casos, se la encargó a su metropolitano, Don Francisco. Yo creo que este no la debió aceptar. Porque era inicua. Que Cuenca eligiera un administrador diocesano. Pero la aceptó. Y a las ocho o las nueve de la mañana se presentó en el obispado, con nuevo vicario general, destituyó a todos los cargos de Don José y, una vez tomada posesión de la diócesis, mandó llamar a Don José que estaba ajeno a todo. Y le comunicó lo que acababa de hacer.

Le estoy hablando de memoria pero más o menos fue así."

Pues eso fue, más o menos, lo que hubo. Si algún lector tiene otra interpretación ya nos la dará.

Curiosamente de Don Francisco, que renunció a Toledo en 2002, como cardenal, y todavía vive, no se acuerda ya nadie. Y creo que no existe ninguna biografía de su persona. No es el caso de Don José Guerra.
Volver arriba