Si monta un circo, le crecen los enanos.

Al arzobispo de Barcelona, Martínez, todo le sale mal. El quería pasar desapercibido y pensaba que echándose en brazos de lo que queda de la Unión Sacerdotal tenía asegurada la tranquilidad diocesana. Porque los curas más tradicionales nunca habían creado follones y obedecerían, como lo habían hecho siempre.

Así, con la diócesis aparentemente pacificada, en Roma estarían contentos, el ansiado capelo llegaría y a vivir, que son tres días.

Pero enseguida las cosas empezaron a torcerse. Algunos de los viejos sacerdotes de la Unión, acostumbrados a hacer lo que les dio la gana durante toda su vida sacerdotal no iban a cambiar en la vejez. Y metieron a su arzobispo en más de un lío a causa de sus actividades parroquiales.

Además, como no tienen seguidores, para alguno que sale se empeñan en promocionarle quemando todas las etapas. Caso por ejemplo de Turull. Tan propicio se mostró el arzobispo que no sólo le dio el seminario sino que lo solicita como obispo auxiliar. Pero parte de ese clero, más joven, más romano, menos catalanista, cuyo silencio Martínez daba por seguro, le sale respondón y desde una web titulada Germinans germinabit, un día sí y otro también, dejan públicamente al obispo con sus vergüenzas al aire.

Ingeniosa, muy bien escrita, anónima, demoledora de las pretensiones y los silencios del arzobispo, Martínez posiblemente tenga hoy dos grandes curiosidades por satisfacer: saber si saldrá cardenal en el próximo consistorio y quienes son los sacerdotes que redactan Germinans. Pues, a lo primero, que pienso que no. Y a lo segundo, que no voy a ser yo quien se lo diga.

En Roma se fijan mucho en el número de alumnos de los seminarios. Cosa normal, por otra parte. Pues la división de la archidiócesis y el haber abierto en Tarrasa monseñor Saiz Meneses su propio seminario ha sido un tremendo golpe para el de Martínez. Desaparecieron los seminaristas.

Desesperado por el papelón que iba a hacer en Roma intentó un arreglo con el Opus Deique al menos le salvaría la cara. Pero fue narrar Germinans el intento para que todo se desmoronase. Sigue sin tener seminaristas.

Mientras tanto Barcelona termina de descristianizarse aceleradamente, el catalanismo eclesial ha dejado de tener interés para los políticos y ya hasta el cura más barretino sabe lo que la Iglesia puede esperar del PSC, Esquerda y los comunistas. La Unió de Durán y Lleida, que sería lo que más les gustaría son tres, como mucho. Y Convergencia, que sería el segundo en sus amores, tiene un oscurísimo porvenir. Aquello que tanto les gustaba a este decadente sector eclesial de que Cataluña será cristiana o dejará de existir ya no se la creen ni ellos.

Y ya para rematar todo se temen muchísimo que en el Vaticano se dieron ya cuenta del camelo que supone todo ese absurdo nacionalcatolicismo y de ahí los obispos que viene nombrando.

Con todo esto que le está lloviendo, ¿cómo seguirá monseñor Profidén con esa permanente sonrisa? Porque lo de Barcelona es más bien para llorar.
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