El tiempo huye (tempus fugit)

Desde que fue Navidad, no encontramos a Dios en la eternidad, sino en el tiempo, no en el cielo, sino en la tierra



FELIZ AÑO NUEVO, FELIZ TIEMPO, FELIZ VIDA.

¿QUÉ ES EL TIEMPO?

Estos días de fin y comienzo de año son un momento propicio para pensar en esta cuestión nada sencilla del tiempo. ¿Qué es el tiempo?

No es un asunto fácil de dilucidar qué sea el tiempo. Si no me preguntas, sé lo que es; en cuanto me peguntas, no sé lo que es, decía san Agustín.

EL TIEMPO ES UNA DENSIDAD, UNA SÍNTESIS EN NUESTRA MEMORIA.
Podemos pensar que el tiempo se da en nuestro pensamiento. Hemos escuchado en el evangelio que María conservaba todas estas cosas en su corazón.

De lo que ha sido el hombre sigue teniendo noticia en la memoria: la memoria es la ingente aula del pasado.

El ser humano es, somos, una amalgama de pasado presente y futuro.

SOMOS PASADO.

Tanto individual como colectivamente somos ahora lo que fuimos en el pasado. Pensemos en nosotros mismos: nacimos en una familia, en un pueblo, en un año, en un momento socio.político, en un estilo de iglesia, de moral, en un contexto cultural.

A lo largo de nuestro transcurrir por la vida tenemos una salud, tal vez una enfermedad, una escuela, unos amigos, profesores, médicos, hemos vivido encuentros y desencuentros; hemos recibido una educación religiosa o atea; hemos ido haciendo unas opciones afectivas, vocacionales, eclesiales, culturales, políticas. Ese complejo entramado, que es nuestro pasado, aunque en el tiempo está más o menos lejos, sin embargo somos hoy nuestro pasado. Somos lo que hemos sido.

El pasado, cronológicamente ha pasado, pero lo vivido queda. En cierto sentido somos hoy lo que fuimos ayer, lo que vivimos.

SOMOS FUTURO

En cierta medida también somos los que queremos ser. El futuro soñado condiciona lo que somos y los pasos que estamos dando en el presente.

Individualmente. Lo que deseamos ser en la vida condiciona, estructura nuestra vida presente. El estudiante que quiere hacer medicina, ve configurada su vida académica por las ciencias, la química, matemática, etc. El joven o la joven que decide entregar su persona a la vida ministerial o religiosa, ve configurada su vida por el estilo de vida de un seminario, de un convento. El futuro condiciona el presente.

Colectivamente también el futuro nos condiciona. En cierta medida somos lo que deseamos ser. Las diversas ideologías actúan en el presente desde la perspectiva del futuro al que pretenden llegar. La Iglesia con la soñamos nos hace pensar y dar pasos determinados en el presente.

SOMOS PRESENTE

Naturalmente que somos también lo que hoy somos: nuestra hodierna presencia. Pero, lo que parece que tiene más consistencia, el presente, es lo más huidizo y se nos escapa como el agua entre las manos.

Vivir el presente es recordar y proyectar. Vivir es un continuo acto de memoria y de proyección hacia el futuro. Quien no recuerda ni mira hacia adelante, no vive humanamente; pueda que viva en un suspenso existencial hedonista o en un presente ausente ya muy disminuido, pero en cuanto vida consciente y personal está muy limitado. Uno vive del y en el recuerdo de su traditio, familia, cultura, idioma, pueblo, Iglesia y porque ama y vive en ello, intuye un futuro en el que el propio pasado esté presente, aún con los cambios que los avatares históricos y la inteligencia humana apliquen.

EL TIEMPO ES LA DENSIDAD DEL PRESENTE, PASADO Y FUTURO.

El pasado no queda cancelado por un presente “más moderno”, de manera que el pasado cesara de existir; el pasado vive en el presente y es conservado en el “ahora”. Tampoco el futuro es sin más lo que “todavía no es o no existe”; el futuro es pre-sentido, pre-vivido en el momento actual y ese futuro es ya nuestro, aunque sea como proyecto que arrastra nuestro presente.
Lo que pasa, nos pasa, es decir, nos toca, nos atañe. Por eso, lo que pasa se queda.

El presente es una nave cargada de pasado y de futuro. Sin un pasado y un futuro que llenen de contenido nuestro “hoy”, no habría presente. El presente sería algo vacío.




MARÍA CONSERVABA TODO EN SU CORAZÓN.
Lo más probable es que María no comprendiera muchas cosas, gestos, dicusiones que veía en Jesús, pero las conservaba en su corazón y desde ahí llegó a creer en su propio hijo. María es la primera creyente.
Es bueno conservar en nuestra mente y corazón lo vivido y proyectar el futuro. Ex memoria, spes, decía San Agustín: de la memoria nace la esperanza y el futuro.

FELIZ AÑO NUEVO.

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