En un altar lateral de la capilla de nuestra Casa Madre en la ciudad de Tours, Francia, hay una imagen de la Virgen de madera muy oscura, por lo que siempre la hemos denominado la Virgen negra. A muchas novicias nos gustaba ir a orar ante esta imagen, nos inspiraba devoción por la historia que nos contó una hermana mayor: Un hombre que tenía un odio tremendo a la Iglesia y a todo lo que se refería a ella, un día entró en la iglesia con hacha en mano donde se encontraba dicha imagen, con la intención de destruirla. Exclamaba a voces que estaba harto de que la gente del pueblo fuera con tanta frecuencia a confiar sus cuitas a Nuestra Señora. Con furia clavó el hacha a la imagen con tan mala fortuna que la herramienta saltó contra él y se le clavó en el pecho, quedó herido de gravedad. Durante su hospitalización el hombre tuvo tiempo de recapacitar y prometió que si salía de aquel mal trance iba a proclamar que fue la Madre de Dios que lo salvó. Y así fue.
Esta historia nos impactó y de ahí que fuéramos a confiar nuestras intenciones a María. Entre las mías estaba la de que no hiriera por mi comportamiento a nadie de mi comunidad. También esto era pedir un milagro porque no siempre es fácil ser amable. Texto: Hna. María Nuria Gaza