Los amó hasta el extremo

Jueves Santo
“Era la víspera de la fiesta de Pascua. Jesús sabía que había llegado su hora de dejar este mundo para reunirse con el Padre. Siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1).

El plan de Dios es restaurar lo que en el paraíso se fue a pique. “Seréis como dioses”, había dicho la serpiente a Eva (Cfr. Dt 3, 5). He aquí la tentación de todos los tiempos, el pecado de siempre: El orgullo. El orgullo es sutil, se cuela en muchas acciones que a simple vista parecen humildes, es un virus peligroso.

Jesús vino precisamente para esto: Salvar lo que el hombre había destruido; quiso dar ejemplo con su vida de cómo el hombre tiene que comportarse, aceptando que nadie puede anteponerse a Dios; amando como Dios ama.

Jesús se humilla para elevar al hombre caído, se rebaja para poner de nuevo el hombre de pie, se rebaja lavando los pies de sus discípulos, oficio reservado a los esclavos.

Jesús se entrega hasta el extremo, nos deja como alimento su cuerpo y su sangre para que podamos caminar hacia el Padre con la fuerza de este alimento. Se entrega por si hemos caído muy bajo elevarnos con su gracia a renacer de nuevo y a ser verdaderos hijos de Dios. Este es el gran misterio que celebramos el Jueves Santo. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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