"En el trono de Pedro está un hombre que conoce y reconoce el valor de las mujeres y sabe de su importancia para la Iglesia" León XIV y las mujeres: señales de esperanza

"A las mujeres que nos estuvimos preguntando hasta ahora cuál sería la posición del papa estadounidense sobre el papel de la mujer en la Iglesia el libro muestra una señal de esperanza indudable"
"Fiel al espíritu del Concilio Vaticano II, aplicaba en su vida y trabajo la opción por los pobres, dando énfasis a un papel más importante de los laicos, especialmente de las mujeres, fomentando así una descentralización del poder"
"En Chiclayo, a las mujeres las promovía y las alzaba a cargos de importancia, demostrando confianza y apertura"
"Se puede y se debe, sí, esperar una sintonía y continuidad con el pontificado de Francisco, muy concretamente en este aspecto del lugar de la mujer en la Iglesia"
"En Chiclayo, a las mujeres las promovía y las alzaba a cargos de importancia, demostrando confianza y apertura"
"Se puede y se debe, sí, esperar una sintonía y continuidad con el pontificado de Francisco, muy concretamente en este aspecto del lugar de la mujer en la Iglesia"
| Maria Clara Bingemer, teóloga
El libro León XIV, ciudadano del siglo XXI, publicado por Penguin Random House en el mismo año en que Robert Prevost fue elegido Papa por el cónclave es escrito por una mujer. Elise Ann Allen —corresponsal en Roma del portal especializado Crux— traza en las páginas de este que es el primero libro de repercusión internacional sobre el nuevo Pontífice un retrato impactante por equilibrado y a la vez atractivo.
A las mujeres que nos estuvimos preguntando hasta ahora cuál sería la posición del papa estadounidense sobre el papel de la mujer en la Iglesia el libro muestra una señal de esperanza indudable.
Primeramente, hay un dato que unge León XIV como una profecía. El relato del hermano de Robert Prevost, John, en una entrevista a CBS News, narra sabrosamente como desde niño al pequeño Bob le gustaba jugar al cura y con una tabla improvisaba una celebración con los compañeros.
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Las vecinas, madres de los amiguitos percibían en él esa vocación sacerdotal que después se confirmaría. Pero una de ellas le dijo un día: “Tú vas a ser el primer papa estadounidense”. De la boca de una mujer sale el anuncio de algo que sucedería muchas décadas después. La autora relata igualmente la reacción del hermano, John, que se pregunta: “Qué le haría decir eso a una mujer?”, y agrega que no sabe por qué “no dijeron eso de mí.”
Lo que se siguió ha demostrado que no hay que minusvalorar la intuición y sensibilidad de las mujeres. Ellas muchas veces ven lo que otros no ven porque saben mirar con atención. Así fue con el pequeño Robert Prevost que hoy es el Papa León XIV.
Allen irá abriendo delante del lector diversas ocasiones en donde, con palabras y con hechos, el pontífice demostrará tener cercanía y complicidad con las mujeres, sobretodo en el terreno de la acción pastoral.
En el tiempo vivido en Perú, Prevost ha tenido muchas ocasiones de recibir la colaboración y la amistad de inúmeras mujeres. Aquellos que fueron testigos y compañeros de su misión en Perú lo ven como alguien abierto, que organizaba la acción pastoral de la iglesia local que le había sido confiada con estilo cordial y fraternal. Fiel al espíritu del Concilio Vaticano II, aplicaba en su vida y trabajo la opción por los pobres, dando énfasis a un papel más importante de los laicos, especialmente de las mujeres, fomentando así una descentralización del poder. Su actuación no era autoritaria sino animadora de un liderazgo compartido entre el pueblo y su pastor.

Los que observaron su trabajo y con él convivieron fueron abundantemente entrevistados por la autora del libro. Y son unánimes en describir la actuación del agustino estadounidense como especialmente inclusiva con respeto a las mujeres. Su historia en América Latina es descrita como anclada a promover la participación de esas que eran sus más fieles compañeras de trabajo y darles responsabilidades importantes de liderazgo. A ellas en particular las promovía y las alzaba a cargos de importancia, demostrando confianza y apertura.
El libro en verdad muestra al padre y posteriormente obispo Prevost aplicando ya lo que sería el proyecto mayor de su predecesor en el Vaticano, Francisco el argentino: la sinodalidad. Las palabras que describen su perfil y el modelo de su actuación muestran un estilo sinodal en donde la escucha y la consideración con las mujeres es elemento de central importancia.
Alicia, una de esas colaboradoras, afirma que así actuaba el padre Roberto, confiando muchas responsabilidades a las mujeres porque “en última instancia, eran ellas quienes más se involucraban”. Y no se contentaba en confiarles trabajos más mecánicos como arreglar la capilla, ordenar los papeles, pero incluso las animaba a dar reflexiones durante las liturgias eucarísticas. Es verdad que eso pasaba cuando no había un sacerdote presente. Pero la entrevistada insiste en que Prevost hacia un verdadero empoderamiento con las mujeres en todo nivel, situándolas como un enlace entre la gente y el párroco, y animándolas a vivir su vocación bautismal como un verdadero ministerio eclesial.
La parte más sensible e importante del libro con respeto a lo que aquí comentamos se refiere a la importancia del trabajo del futuro Papa en Perú con respeto a los abusos sexuales. Muchas mujeres fueron víctimas de abusos y no se animaban a relatar su dolorosa experiencia al sacerdote. La hermana Carmen, una religiosa que con él trabajaba, recibió el relato de algunas de esas personas. Al relatarlo a Prevost, escuchó de él que no se preocupara si la mujer solo se sentía a gusto hablando con ella, por ser otra mujer. La animó a que escuchara, acompañara, acogiera. Y que le dijera que el responsable, que era el Padre Prevost, lo sabía, pero que lo importante era que sintiera que no estaba sola, sino acompañada. De su parte tomó las providencias necesarias, hablando con abogados y animando las víctimas a abrir una denuncia civil, lo que fue hecho.

Es conocida la importancia de la actuación del cardenal Prevost junto al Papa Francisco en el proceso que culminó con la extinción del movimiento Sodalitium donde muchas mujeres sufrieron por años el terror de los abusos por parte de clérigos y laicos. La posición del cardenal, firme y transparente provocó la ira de algunos, que intentaron desacreditarlo, lo que no sucedió finalmente.
Lo que vivía en su práctica pastoral, el libro demuestra que era igualmente parte de la temática de reflexión vivida por el actual Papa. En la entrevista que le hace la autora, trae con libertad y apertura recuerdos de sus tiempos de estudiante de teología, donde tenía compañeras mujeres que cuestionaban sobre la cuestión de la ordenación sacerdotal de la mujer. Dice que esas discusiones mucho lo ayudaron a considerar aspectos antes por él impensados de las enseñanzas de la Iglesia y que sus colegas le abrieron con el libre debate que tenían en la escuela de teología.
El libro trae el testimonio de César Piscoya, un ex agustino, que eligió el papel de la mujer en la Iglesia de Chiclayo, donde Prevost era obispo, como tema de su tesis. Dice que el obispo lo apoyó e incluso le ofreció orientación, dándole valiosas sugerencias. Después de terminado el trabajo, Prevost siguió acompañando y ayudando a César para que siguiera en nivel doctoral reflexionando sobre el lugar de la mujer en la Iglesia. Piscoya hizo su doctorado inspirado, según dice, por la labor pastoral de monseñor Prevost, que encontró una diócesis donde las mujeres eran mayoría en la Iglesia, pero invisibilizadas y discriminadas. Uno de sus retos más importantes fue entonces darles espacio, visibilizarlas e involucrarlas pastoralmente. Así empezó en Chiclayo un protagonismo femenino importante.

Robert Prevost sigue en este punto a su predecesor, Jorge Bergoglio, que siguió fielmente la estrategia de nombrar mujeres para puestos clave en la Iglesia. Lo que Francisco hizo en el Vaticano, Prevost lo hizo en Trujillo y en Chiclayo dando a las mujeres soporte y constituyendo un equipo para potenciar su trabajo de liderazgo pastoral. A las mujeres jóvenes las ascendía a puestos más altos y así demostraba su confianza. Este panorama eclesial fue la inspiración de la tesis doctoral del ex agustino que siguió en relación con Prevost después de terminar su trabajo.
El tema de la ordenación de las mujeres, presente en los años de estudio teológico de Prevost, volverá en su entrevista a Elise Allen. Reconoce tratarse de un tema polémico. Comenta la cuestión del diaconado femenino. Constata la existencia de los grupos de trabajo que sobre el tema se hicieron y formaron, pero le parece que antes de contestar a la pregunta de si las mujeres pueden recibir las órdenes mayores hay una pregunta previa, que es la inexistencia de una conciencia fuerte del lugar del mismo diaconado permanente en la Iglesia Católica.
En palabras del mismo Prevost, que cree que las varias comisiones creadas por el Vaticano no aportaron una respuesta satisfactoria al problema y que, por tanto, la cuestión seguirá siendo un problema. Y agrega: “Yo, por el momento, no tengo la intención de cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre el tema".
Al final del recorrido sobre este bello libro que tanto aclara sobre el perfil de esta figura discreta, simpática y algo misteriosa del nuevo Pontífice, ¿qué podemos esperar? ¿Qué futuro se abre para la mujer en la Iglesia?

Como he dicho al principio, creo que hay grandes y reales motivos de esperanza. El actual Papa explicita una y otra vez su devoción, respeto y fidelidad a su predecesor. Sigue su estilo sinodal en la apertura de espacio para las mujeres, realizando nombramientos de las mismas para cargos importantes en la Iglesia. O sea, se puede y se debe, sí, esperar una sintonía y continuidad con el pontificado de Francisco, muy concretamente en este aspecto del lugar de la mujer en la Iglesia.
Más que eso: el Papa León XIV es alguien que ha sentido el sabor de las comunidades latinoamericanas donde la presencia de la mujer es llama de vida, de color, música y danza. Ha vibrado con la alegría de las liturgias en donde las mujeres se dedican y dan el tono a la alabanza. Ha experimentado sobretodo la fidelidad de las mismas en su entrega y devoción a la Iglesia, testigos fieles de una comunidad que no siempre reconoce su servicio. Al mismo tiempo ha acompañado a las víctimas de abusos, llorado con ellas el pecado de la Iglesia y ofrecido acompañamiento y apoyo. Ahí se puede anclar una esperanza de que en el trono de Pedro está un hombre que conoce y reconoce el valor de las mujeres y sabe de su importancia para la Iglesia.
Lo que no se puede esperar es un significativo avance en lo que respecta a la cuestión ministerial para las mujeres. El Papa es claro en que no pretende cambiar la doctrina a este respecto. A pesar de no mencionar la nota de Juan Pablo II que da a la negativa de la ordenación femenina peso de tradición apostólica que es, por lo tanto, inmutable, su posición parece de acuerdo a la misma.

La esperanza, sin embargo, encuentra espacio porque su declaración de que no cambiará la enseñanza de la Iglesia se da antecedida por la expresión “por el momento”. Recorriendo el itinerario existencial de Robert Prevost, se siente que es una persona abierta que se deja cuestionar por la realidad. Hay que esperar confiadamente que la realidad de que el pueblo de Dios podría estar mucho más asistido y servido si las mujeres tuvieran más espacio ministerial lo cuestionará en su posición actual.

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