Aportación al debate con José María Castillo Otra trascendencia es posible

Otra trascendencia es posible
Otra trascendencia es posible

"Quiero sumarme a la conversación abierta por José María Castillo sobre nuestro libro 'Después de Dios, otro modelo es posible' en el que colaboro"

"Los nuevos paradigmas epistemológicos y las investigaciones científicas e históricas están construyendo otra interpretación del cristianismo"

"La figura de Jesus, si se reduce a una historia reinventada o se amplía discursivamente en una teología sobrenaturalista pierde su sabiduría, pasa a ser doctrina y moral"

"Con Dios o sin Dios, desde Jesucristo u otros testimonios, con la ética y la política, con el arte, la música y el cuidado mutuo es preciso llegar a un cambio de la ropa interior del 'alma', sentir otra divinidad"

Otro dios es posible y ningún dios es posible. Nunca comprenderemos del todo la vida que somos. Podremos amar pero no comprender. Podremos tener un Dios pero en ese caso siempre será falso y verdadero a la vez. Por eso es el mismo anhelo de plenitud quien nos manda vivir sin Dios concreto, cambiando siempre de figura. Pues creer no es afirmar la existencia de una de esas figuras concretas, sino mantener firme el ánimo para vivir, para dar valor a todo y ayudarnos. Bienvenidas sean aquellas representaciones, ni ingenuas ni dogmáticas, que nos alegran la vida y dan luz a la nihilidad y alivio al sufrimiento.

No obstante de estas cosas y seres divinos mejor es callar. Y de lo que somos, de aquello que hacemos, disfrutamos y padecemos, sí es mejor hablar. Abrir unos y otros el corazón mental siempre sumido en la penumbra de la incomprensión que somos. La consciencia es el mayor don y a la par la causa principal de nuestro latente malestar por no saber. Algo propio de toda la humanidad crea o no crea en Algo o Alguien, y anterior a cualquier reconocimiento de un nombre y ser divino.

Nueva trascendencia

Por eso es más importante construir en diálogo intuiciones y creaciones comunes que saber “a Palabra cierta” de dónde venimos o a dónde vamos. Volar como esas bandadas de pájaros completamente sincronizados que trazan figuras espectaculares en el cielo, que bordan sentidos sin saber dónde van y por qué vuelven y revuelven, tan bruscamente, en el mismo cielo; nosotros en la misma incomprensión de siempre, en dónde, cómo, por qué y para qué “vivimos, nos movemos y existimos”.

Valga esta entradilla para sumarme a la conversación abierta por José María Castillo sobre nuestro libro “Después de Dios, otro modelo es posible” en el que colaboro. No soy teólogo y menos con la dedicación y acierto de estas personas, Castillo, Vigil y Arregi, pero como he aprendido mucho de ellos tengo por deuda incorporarme a sus reflexiones, volando junto a ellos.

Comparto con José María Vigil la edición colectiva del citado libro en la colección Nuevo Tiempo Axial orientada a la explicación de cómo los nuevos paradigmas epistemológicos y las investigaciones científicas e históricas, están construyendo otra interpretación del cristianismo. Algo muy similar a lo que hizo la Teología de la Liberación desde la perspectiva social pero ahora desde el punto de vista de la secularización y el no-teísmo. No comparte Castillo esta perspectiva, la crítica y nos considera a los autores del libro como sabiondos y ateos escondidos por vergüenza. Ya ha aclarado sus palabras.

'Después de Dios'

Sin embargo esas mismas expresiones revelan un cierto sentir general de la teología actual. Casi siempre ocurre igual, que los viejos paradigmas se sienten amenazados por los nuevos modelos hasta que poco a poco se van remplazando. Por mi parte comparto la idea común con Vigil y Arregi de que estamos en una metamorfosis o reinterpretación profunda de ese término tan valioso y usado, Dios. Y quiero añadir en este sentido un reconocimiento, además de a Arregi a la labor pionera de José María Vigil a quien no menciona Castillo en su aclaración.

La mayor parte de los que frecuentamos estos blogs cristianos, yo mismo, somos de la generación religiosa que se va de la vieja comprensión de Dios, de la vida activa desplazados por los cuarentones y también de la pasiva que ya sentimos de regalo. Nos vamos pues por edad y porque la religión declina. Somos la generación que vive de solventes rentas creyentes que nos permiten dispendios atrevidos de creatividad.

De la densa religión vamos destilando jugos de nuevas significaciones y silencios expectantes. Las piernas artríticas no nos llevan a ninguna parte pero la mente, fortalecida en el subsuelo de la fidelidad, se atreve a viajar por sendas intransitadas para lograr una mayor universalidad. Todo para que la sabiduría originaria, la palabra o relato evangélico, sea accesible en el presente donde el tiempo ha cambiado tantas cosas.

TRascendencia
TRascendencia

Dos grandes pasiones han guiado el vuelo colectivo de nuestra generación de modo muy intenso y arrollador. Han conformado su modo de vida, han construido su personalidad y ahora desplazadas por la indiferencia o la crítica no sabemos cómo llamarlas. La primera, el mar o “Dios” porque todos los nombres le van pero ninguno le cae bien. De la segunda, Jesús, el árbol de la vida y la sabiduría, podría decirse “una persona como nosotras”, pero tendríamos que explicar previamente cómo somos nosotras cuando ya estamos moldeadas por él.

Con nuestros vuelos y deconstrucciones volvemos al pasado y en cada vuelta y revuelta, sin renegar de lo vivido, se nos da otro sentir. Tal nos ocurre ante el mar de la divinidad y, valga la metáfora, ese árbol del buen y bello sentir en medio del bosque. El mar, la divinidad, lleno de gotas fundidas; el árbol, Jesús, indicando un lugar y un camino. El término Dios en muchas personas ya no significa ese “Dios” de los Cielos, Creador y Redentor, omnipotentemente sabio y bueno, fruto de una inspiración particular erigida categóricamente como figura universal o Theos salvador. Ni Yahvé o Alá, ni Brahman, ni Visnú.

Tampoco literalmente Padre o Madre a no ser “desde el sexto sentido” mudo de nacimiento, como así ha sido en gran parte en los místicos, los profetas y el “pueblo compasivo” que habita en muchos lugares pobres. Si sacamos la referencia al Padre/Madre de su registro simbólico la convertimos en una fórmula blasfema, mal dicha, en una figura realista. Y ya en ese registro descriptivo terminamos levantando una filosofía y teología extremadamente explicativas. Ponemos a Dios dentro de la dorada custodia de la razón discursiva y procesionamos internamente por sus atributos.

Nueva trascendencia

Tampoco Jesús es como ese “Dios” (1), o persona trinitaria y señor supremo en sentido literal. Hijo de Dios dotado de una autoridad sacral que eclipsa su ascendencia ganada por el cariño y la servicialidad. Jesús es un relato inspirador, una historia incompleta y un constructo religioso. Se edificó un mito desde la veneración de los que convivieron con él. Y a partir de ese mito unos intentaron reconstruir su historia, su “vida y milagros”, un propósito atrevido con resultado muy valioso pero algo engañoso según se interprete.

Otros construyeron un inmenso edificio racional desde la preeminencia y autoridad de la “filiación divina”, el Cristo Hijo de Dios; es la interpretación redentora. Pero el dato originario es el relato de fe. No hay otro Jesús hoy por hoy que el transmitido en el relato creyente de los discípulos de segunda generación. El Jesús histórico es una reconstrucción, suficiente para ser un apoyo mínimo a la poética de su inspiración. El Cristo de la Iglesia es un constructo sumativo de todas las experiencias y diferentes teorías de veinte siglos.

Lo importante no es pues la apelación a Dios como Padre/Madre o Realidad última y a Jesús como Hijo de Dios, sino lo que ocurre en la memoria y el interior de quien acoge su relato como un incondicional para él. La “divinidad de Jesús” no es un rasgo objetivo de su persona sino la incondicionalidad que le otorgamos cuando decidimos dejarnos afectar por su sabiduría y andamos en el Mar con él, en esa bruma marina e imprecisa atmósfera de plenitud.

Nueva trascendencia

La figura de Jesus, si se reduce a una historia reinventada o se amplía discursivamente en una teología sobrenaturalista pierde su sabiduría, pasa a ser doctrina y moral. O en el peor de los casos política, legitimación divina de una confesionalidad para el privilegio. Lo decisivo no es tanto cómo existió Jesús ni la atribución literal de divinidad, cuanto la elevación que despierta y la incondicionalidad que nos suscita.

Con Dios o sin Dios, desde Jesucristo u otros testimonios, con la ética y la política, con el arte, la música y el cuidado mutuo es preciso llegar a un cambio de la ropa interior del “alma”, sentir otra divinidad. La nueva epistemología e interpretación de la “materia” o realidad, la envergadura del cambio que desde la info-bio-tecnología se nos viene encima, la desigualdad social tan escandalosa juntamente con las sacudidas del absolutismo liberal nos están poniendo a prueba y nos urgen nuevas significaciones para un vuelo global de sentido para toda la humanidad, no solo para los fieles de una determinada religión.


1 Véase la cristología de Jose Arregi y la genealogía de “Theos” de José María Vigil en el libro citado.

Cristología de Arregi

Volver arriba