Afrontemos la inmigración con otra mirada

Las migraciones son un signo de desajuste social que impulsa al ser humano a buscar donde vivir mejor, sobre todo cuando existe una desigualdad muy acusada, o se desencadena un gran riesgo de muerte (guerras, pogromos, hambre...). Con todo lo que hemos avanzado tecnológicamente, la inmigración nos golpea al mostrarnos a quienes vienen de la miseria. Nos parece un grave problema, pero es sobre todo porque afecta a nuestra comodidad insolidaria, y no tanto porque veamos un problema ético -o religioso- que nos plantean millones de personas. Aun así, a pesar del estigma, quienes logran venir se van haciendo con los trabajos más modestos que muchos no queremos para nosotros ni para nuestros hijos.

Estar tres años de ilegal, según la normativa, no es la manera más fácil de integrarse. Echarles a otros países de África (Gran Bretaña, Países Bajos, Dinamarca…), no solo es cruel, sino que no funciona; no se pueden poner puertas al campo. Miremos los datos: si pudiésemos reducir la población de la Tierra a una pequeña aldea de cien habitantes, manteniendo las proporciones existentes actualmente, sería algo como lo que sigue, a pesar de que son datos de hace seis años:

Habría 57 asiáticos, 21 europeos, 8 africanos y 4 norteamericanos. El resto sumarían los diez que faltan. 52 personas serían mujeres y 48 hombres. 30 serían blancos, 70 de otras etnias; 30 cristianos y el resto de otras religiones, o de ninguna. Seis personas poseerían el 59% de toda la riqueza mundial. De estas 100 personas, 80 vivirían en condiciones infrahumanas. 70 no sabrían leer, 50 sufrirían de desnutrición, una persona estaría a punto de morir y un bebé a punto de nacer. Tan solo uno de este centenar tendría educación universitaria. Y apenas una persona dispondría de un PC. Acudir a la Iglesia sin miedo a ser humillado, preso o incluso que nos violenten y maten, es la fortuna que tenemos frente a los 3.000 millones de personas en todo el mundo que no pueden ejercer su libertad religiosa.

Algunos se engañan mirando solo las cifras del PIB (Producto Interior Bruto) que muestra el rendimiento de la productividad económica y social de un país. Pero la renta per cápita no indica el nivel de reparto de dicha riqueza, como sí lo hace el índice Gini, unamedida que oímos hablar de ella mucho menos que del PIB. Sin embargo, es la medición que mide el reparto y la desigualdad en los ingresos de cada país. Se entiende mejor con el ejemplo del pollo: si un grupo de cinco personas nos comemos un pollo, yo me como la mitad y los otros cuatro la otra mitad, es evidente que nos hemos comido un pollo entre los cinco. Pero es un dato engañoso sobre la realidad de los cinco comensales.

Recordemos que se emigra como exilados políticos (dictaduras); por causas culturales (religión, idioma, posibilidades educativas...), además de hacerlo por hambre y miseria. Existen causas bélicas y conflictos internacionales que constituyen una gran fuente de migraciones forzadas, con desplazamientos masivos de la población huyendo del exterminio, o del ejército vencedor. Las catástrofes son otra causa: inundaciones, sequías prolongadas, ciclones, tsunamis, terremotos. En el peor de los casos, una combinación de muchas de estas causas, agravan esta tragedia y sus consecuencias.

Lo fácil es ver al diferente pobre como alguien que da repelús y nos incomoda. Es cierto que algunos vienen descalabrados y generan situaciones violentas. Pero decir que “los de fuera” roban nuestros recursos (RGI) y son los pendencieros de las prisiones, no es verdad; los datos no dicen eso. Tampoco nos acordamos de la cantidad ingente de inmigrantes adaptados que trabajan mucho y bien a pesar de no haberlo tenido nada fácil.

Lo que quiero decir es que somos injustos en los juicios de valor, apresurados y parciales por venir de una visión egoísta y nada cristiana. No hace mucho, el que fuera obispo de Alepo, el jesuita sirio Antoine Audo y a la vez presidente de Cáritas Siria, alertaba: "Padecemos estrategias, intereses políticos y económicos que usan la mentira con buenos modales para robar el bienestar de los pueblos. Es importante notar que hay un vínculo entre mentira y robo y los pobres son los que pagan la cuenta”.

Por último, olvidamos -o no nos informan- de que África subsahariana es la región que acoge un mayor número de refugiados -18 millones de personas, más del 26% del dato global a causa de los conflictos violentos internos y la pobreza. El número de personas que buscan refugio crece, y ha dado lugar a una expansión de los campos de acogida. En este sentido, Etiopía, Kenia, Chad, Uganda, Camerún y Sudán del Sur son los países africanos que reciben más refugiados de los más de 40 millones de migrantes dentro del continente africano. A los que hay que sumar los que vienen para Europa.

Seamos buenos cristianos, abramos el corazón a estos hermanos nuestros. Mirémosles como lo haría Cristo. Nuestra misión es evangelizar y estar cerca de quienes más sufren. Y si alguno se comporta de manera violenta, pensemos en lo que seríamos capaces de hacer en su lugar.

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