La pederastia es un caso de lesa eclesialidad

"Hacia la sanación y la renovación", el simposio sobre los abusos del clero celebrado en la Gregoriana de Roma, ha sido todo un ejercicio público de catarsis eclesial. Por lo que allí se escenificó, por lo que dijeron los ponentes, por lo que asintieron los presentes (casi 200 obispos y cardenales y superiores religiosos), por las medidas que se adoptaron y, sobre todo, por el ejercicio, humilde y sincero, de reconocimiento de los pecados-delitos-errores cometidos. Y, además, porque los altos cargos curiales, la Compañía de Jesús y todos los participantes ofrecieron públicamemte su total colaboración con el Papa-berrendero de Dios.

Ponencias claras, directas y tajantes. Con mucha autocrítica. Y mucha trasparencia. Desde el cardenal Levada, prefecto de la 'Suprema', al cardenal Ouellet, prefecto de la 'fábrica de obispos', pasando por el cardenal Marx, por monseñor Tagle, arzobispo de Manila o por monseñor Charles Scicluna, el Fiscal-promotor de Justicia de Doctrina de la Fe.

Con excelentes ponencias de máximos expertos en la materia y con un testimonio desgarrador: el de Marie Collins, del que ya nos hicimos eco aquí mismo.

Queda claro para todos que, ante la lacra inmunda de la pederastia clerical, sólo cabe, para la Iglesia, pedir perdón, reparar los daños causados a las víctimas, denunciar a los victimarios ante la justicia civil y prevenir que el sacerdocio y la vida consagrada se conviertan en "coto de caza", fácil y protegido, de los depredadores sexuales de la infancia.

Caen tambén por el suelo las burdas justificaciones de algunos que, minimizando el problema y cargándoselo a los demás, creían salvaguadar mejor a la Iglesia. Queda claro que la pederastia clerical no es un invento de los medios "enemigos" ni de los abogados americanos, deseosos de sacar tajada. Queda claro que no está probada la relación directa entre homosexualidad y pederastia. Y lo mismo pasa con los que quieren establecer una relación causa-efecto entre la pederastia y el celibato.

Queda claro el terrible coste que está pagando la Iglesia. Primero, el financiero: más de 2 mil millones de dólares ( y lo que queda por pagar). Un dinero que hay que detraer del servicio a los pobres o del servicio pastoral. Pero quizás el coste más duro sea el moral, el del prestigio, el de la vergüenza pública, el del escarnio mediático de la institución. La credibilidad social es muy fácil de perder, pero muy difícil de volver a ganar.

Queda claro que hay algunos episcopados (especialmente el de Estados Unidos) que siguen con fidelidad y dedicación las pautas marcadas por Benedicto XVI. Pero no hacen lo mismo otros muchos episcopados, enfangados en la vieja estrategia del encubrimiento y de la protección del abusador, creyendo así proteger mejor a la Iglesia.

La pederastia es un caso de lesa eclesialidad. Creo que Su Santidad debería tratarla así y tomar las medidas que correspondan con los obispos que no lo sigan en esto. Como si fuesen herejes. Porque lo son pastoralmente. Porque es más importante esta "herejía" que otras muchas doctrinales, rápidamente perseguidas. Porque nos jugamos la credibilidad de la institución. Y porque, de no proteger a los niños, la Iglesia dejará de seguir a Cristo, para convertirse en una organización más de poder. ¡Siga barriendo, Santidad!
José Manuel Vidal
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