"Un palo en la rueda del progreso" La tradición eclesial, ¿en qué consiste?

"La Tradición eclesial es el apego al pensamiento, a la doctrina y a las normas de conducta que definen el estatus de la Iglesia"
"Constituye un palo en la rueda del progreso si no se produce un desprendimiento de la Tradición referente a cuestiones que no están refrendadas por el Evangelio ni por los signos de los tiempo"
"Ese desapego es un deber moral irrenunciable"
"Ese desapego es un deber moral irrenunciable"
¿En qué consiste la Tradición eclesial?
La Tradición eclesial es el apego al pensamiento, a la doctrina y a las normas de conducta que definen el estatus de la Iglesia. Constituye un palo en la rueda del progreso si no se produce un desprendimiento de la Tradición referente a cuestiones que no están refrendadas por el Evangelio ni por los signos de los tiempos. Ese desapego es un deber moral irrenunciable.
Mantener el bloqueo del estatus tradicional actual de la Iglesia, sin una voluntad firme de cuestionarlo, es una grave afrenta al Evangelio, que es el motor destinado a poner en marcha una Iglesia en salida.
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La sociedad utilizó varios motores para implantar un giro copernicano a su estatus tradicional. El motor más importante que nos introdujo en la edad contemporánea fue la Ilustración, que promovió con la Revolución Francesa en 1789 la sustitución del Antiguo Régimen, que era piramidal, estamental, autoritario y monárquico absolutista, por el Nuevo Régimen, que era igualitario, democrático y parlamentario. Su lema era “libertad, igualdad y fraternidad “.

Gracias al nuevo régimen, podemos disfrutar de los derechos humanos y de la democracia. De haberse menospreciado ese motor, estaríamos ahora anclados en una sociedad primitiva sin los valores que ese motor implantó.
La Iglesia, estancada durante siglos en un estatus caducado, no ha mostrado todavía su voluntad para actualizarse, manteniéndose paralizada por las cadenas de una Tradición trasnochada que no goza de un reconocimiento de los cristianos progresistas ni de los teólogos de la liberación. ¿Por qué? Por su adición pecaminosa a la Tradición, situándola por encima del Evangelio y de los signos de los tiempos.
La Tradición, de la que todavía no se ha desprendido la Iglesia en numerosas cuestiones, constituye su signo principal de identidad, desechando que el Evangelio ocupe el primer lugar. Por ese motivo, la Iglesia no puede ser considerada como seguidora de Jesús de Nazaret al estilo de la Iglesia primitiva-originaria.
¿Hay que eliminar la Tradición?
Sí, siempre que entre en conflicto con el Evangelio y los signos de los tiempos. Lo inconcebible, lamentable y desechable es que la Iglesia tardara siglos en deshacerse de aspectos de la Tradición incompatibles con el Evangelio como: la Inquisición contra los herejes, el antisemitismo por la creencia falsa que los judíos fueron unos deicidas que condenaron a Jesús cuando quienes lo condenaron fueron el gobernador romano Poncio Pilatos y sus milicias, los abusos en la evangelización, las cruzadas y las guerras de religión, la pleitesía a dictadores sanguinarios por el hecho de considerarse católicos o el hecho degradante de los obispos que ocultaron y encubrieron a los clérigos pederastas en diferentes instituciones de la iglesia.
Resulta incomprensible que, en pleno siglo XXI, la Iglesia continúe dejando pasar el tiempo sin debatir contenidos inaceptables de la Tradición como el celibato clerical, la eutanasia, las mujeres diaconisas y presbíteras o la moral sexual (anticonceptivos, homosexualidad, abortos terapéuticos o el divorcio en situaciones de desamor. Aspectos todos ellos regulados por las sociedades democráticas).

Siendo así, el estatus actual de la iglesia se parece más al Antiguo Régimen, legitimado por una cuestionable divinidad, que al Nuevo Régimen, legitimado por la democracia con estructuras igualitarias y prácticas participativas. Mientras sea así, el cambio no se producirá.
¿Cuál era el pensamiento del filósofo Heráclito sobre el cambio?
Heráclito (535-484 aC) fue un filósofo que aceptó el cambio como una característica de la naturaleza. Con su frase: "Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña." “Ni las aguas ni nosotros mismos somos en cada instante los mismos” decía un alumno suyo.
Nos indica que todo fluye y nada permanece; y si algo se estanca es por desidia humana. El cambio, a través de una actualización, es lo que necesita la iglesia para llegar a ser evangélica.
Para que ese cambio se produzca y dejar de bañarse en las mismas aguas del río de la Tradición, no hay que tener miedo al debate, a la controversia ni al enfrentamiento, porque si seguimos los postulados de Heráclito, de esa lucha siempre deviene la armonía, el equilibrio y la paz. Lo que el pensador griego exponía era una lucha y un cambio que integrara a todos los contendientes y así conseguir la armonía en la unidad dentro de la diferencia y de la diversidad.
El papa Francisco, a pesar de su perfil progresista, no dio la talla que esperábamos los católicos progresistas y los teólogos de la liberación. No aceptó que en el Sínodo se discutieran algunos temas afirmando que: "No podemos seguir insistiendo en cuestiones referentes al aborto, al divorcio, al matrimonio homosexual, a la eutanasia o al uso de anticonceptivos". En la esfera eclesial, se opuso al diaconado y más aún al sacerdocio de las mujeres.
Con esa postura, Francisco, y con toda posibilidad León XIV, cerró la oportunidad de un cambio significativo esperado por los creyentes y laicos. Así que vienen a decirnos que: “Sin nueva orden, debemos bañarnos en las mismas aguas del río”.

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