Unas frases de un fraile que me llaman la atención

He leído algo que me ha llamado la atención. Algo sobre Jesucristo, el modelo de toda la virtud. Yo os lo ofrezco, porque me parece de mucha hondura para nosotros. Me dijo un carmelita: “Jesús se ofreció al Padre de una manera total: le entregó su gusto, su honra, su sangre por los hombres. Y lo realizó en un acto de suprema abnegación. Aceptó del todo su muerte. Y esto es lo más grande que se puede hacer en todos los siglos”. ¡Y aquí viene lo bueno, lo que me extrañó!: “Al ofrecerse sintió su alma un gozo tan intenso y alto, como nunca en la Tierra podremos comprender” … Y añadía el carmelita: “No es posible decir la alegría que sintió su alma en ofrecer con la vida: la honra la fama y los más crueles dolores”.

            Ante estas palabras, yo me callo en profundo silencio y total respeto. No soy teólogo ni místico como el frailecico, pero sí tengo capacidad de admiración. Ahí queda esto. El contexto de sus palabras me pareció de un valor grande. ¿Será verdad esta afirmación? ¿Habría que distinguir en este caso en Jesús entre la divinidad y la humanidad? No lo sé, pero lo dejo a vuestra consideración. Yo no lo veo disparatado, y me impresiona mucho.

            El amor nos enseña a dar y a darnos. Esto en lo humano lo comprendemos, y en el terreno de lo divino, también es cierto. Y para quien ama, darse es un placer, un gozo. Por eso, no habrá alegría mayor que poner la vida incondicionalmente en manos del Amado. Digo Amado con mayúscula; porque me refiero a Dios. Y así opinan los místicos: ellos ofrecen a Dios su vida con amor; y si les llega la hora, están serenos, contentos, muy conscientes de que el Señor que les llama lo hace porque quiere de una vez su felicidad eterna, y se complace en el amor de ellos que se ofrecen. ¿Dónde vamos a estar mejor que en el regazo de Dios, nuestro Sumo Bien, nuestro Sumo Amor?

            Dios nos transformará, y cuando nos llame nos dirá: “Toda hermosa eres, amiga mía; no hay defecto alguno en ti”. (Cantar de los Cantares). Y nosotros le diremos, siguiendo a Santa Teresa de Jesús”: “Ya toda me entregué y di, y de tal suerte he trocado, que mi amado es para mí y yo soy para mi amado”. Hermoso, cuando esta gente llena del amor a Dios nos dice: “Quisiera tener mil vidas para emplearlas todas en Dios; y que la Tierra entera fuese una lengua de continua alabanza a mi Señor”.

José María Lorenzo Amelibia

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