Cuando salen mal nuestros proyectos. Providenci

Enfermos y debilidad

Cuando salen mal nuestros proyectos. Providencia  

pro

Proyecto fracsado

 No llegamos a comprender: una pareja acaba de casarse; cuando salen del restaurante, los dos solitos… noche de bodas… viaje de novios…, pero, ¡no! los arrolla un camión al omitir el stop obligatorio, y mueren los dos en el acto. ¿Quién llega a entenderlo?

El hijo que nos deja en la plenitud de su vida: cuando sus dos primeros retoños no han cumplido todavía los diez años. Decía el padre del mismo, un anciano próximo a los 90: “¿Cómo puede ser esto? ¿Por qué no me ha llevado a mí el Señor en lugar del hijo? Yo he hecho ya mi vida. Él se ha ido cuando más falta hacía en este mundo”.

 Una serie de preguntas anegan nuestra inteligencia, sin conseguir ninguna explicación a cuanto nos sucede. Es un misterio incomprensible la vida humana. Año tras año, las fuerzas desatadas de la naturaleza invaden pueblos y ciudades, y siembran muerte y desolación. Nos agitamos por dentro; nos sentimos impotentes; no hallamos respuestas aceptables a estas desgracias.

 Pero la vida sigue: el sol alumbra de nuevo; la felicidad vuelve a nuestro entorno. Días en que nada pesa el trabajo; todos los compañeros parecen cordiales. El tiempo va relegando al olvido los ratos malos pasados. Quisieras que siempre fuera así: primavera continua con trino de pájaros. Pero de nuevo, la oscuridad, la tempestad, el infortunio, la enfermedad y la muerte. Y sigues buscando razones, pero no las encuentras. Ves todo como un engranaje reiterativo: a la noche sigue el día, al frío, el calor. Hemos de llegar a entender nuestra existencia así, para continuar adelante confiados. Llegar a concebir que a cada noche sigue un amanecer.

 Nada hay que Dios no lo quiera o lo permita. Él sabe de verdad qué nos conviene; Él quien nos guía y nos alienta en medio de la tempestad. Es el mismo que nos consuela en la oración, nos da fuerza en las dificultades. Dejarnos en sus brazos amorosos, a pesar de no llegar a comprender nada de lo duro, difícil y triste. Jesús nos precedió en el dolor, pero luego terminó todo con la resurrección. Vino a nosotros y asumió nuestras enfermedades y dolores; y exclamó también al Padre: ¿” Por qué me has abandonado?” Pero al final descansó en sus brazos amorosos: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Descansar en Él, sin indignarnos por aquello que nunca podremos comprender. No somos dioses.

José María Lorenzo Amelibia  

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com  

Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/       

Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                                                     Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba