Salarios y desigualdad




Mientras la economía sigue rigiendo nuestros destinos, sobre todo la de los más necesitados, hemos conocido el Informe Mundial sobre Salarios 2014/2015, con el subtítulo de salarios y desigualdad de ingresos, realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el que se analizan las tendencias salariales y las desigualdades en el mercado laboral y en los ingresos de los hogares.

En nuestro entorno, es decir, en la eurozona, la atención se ha centrado más en los salarios a raíz de la preocupación por el déficit de la demanda agregada derivado del consumo insuficiente de los hogares, consecuencia de la reducción o estancamiento de los salarios, que a su vez podría generar deflación.


En el grupo de economías desarrolladas, entre las que se encuentra España, el informe nos indica que el salario real se mostró estático en 2012 y 2013. En algunos casos –de nuevo surge España–, el nivel del salario medio real en 2013 fue inferior al de 2007.


El informe muestra que las últimas tendencias de la desigualdad total de la renta familiar se debieron a la combinación de mayor desigualdad salarial y pérdida de empleos.


En España, que tiene el dudoso honor de estar entre los dos países donde más aumentó la desigualdad (el otro es EE.UU.), las variaciones de la distribución salarial y las pérdidas de empleos determinaron el 90 por ciento del incremento de la desigualdad.


Por otro lado, el informe pone de manifiesto que en casi todos los países de la muestra hay brechas salariales entre las mujeres y los hombres, y entre los trabajadores nacionales y los trabajadores migrantes.


Tales brechas pueden dividirse en una parte «explicada» a través de características observables que definen el capital humano de cada individuo y sus características dentro del mercado laboral, y una parte «no explicada» que refleja la discriminación salarial y engloba características específicas que en principio no debieran incidir en los salarios (por ejemplo, tener hijos).




El informe demuestra que si se suprimiera la parte «no explicada» por las características laborales, la brecha media entre mujeres y hombres desaparecería casi por completo en alrededor de la mitad de los países de economías desarrolladas representados en la muestra. Un análisis similar se realiza para comparar los salarios de los migrantes con los de los trabajadores nacionales; del mismo se infiere que, en diversos países, la brecha salarial media se reduciría si se suprimiera la parte «no explicada».


Cabe señalar que la creciente desigualdad en el mercado de trabajo supone una carga suplementaria sobre las iniciativas destinadas a reducir la desigualdad mediante los impuestos y las transferencias. Ello indica que la desigualdad que se plantea en el mercado de trabajo también debería resolverse mediante políticas con un efecto directo sobre la distribución de los ingresos.


Se indica que varios estudios muestran que el salario mínimo contribuye efectivamente a reducir la desigualdad salarial, subrayando la importancia de que el salario mínimo se fije considerando las necesidades de los trabajadores y sus familias en equilibrio con los factores económicos.


También queda de relieve que la negociación colectiva es un instrumento para resolver la desigualdad, en general, y la desigualdad salarial, en particular, dependiendo de la proporción de trabajadores amparados por los convenios colectivos y de la ubicación de esos trabajadores en la distribución salarial, de lo que deberían tomar buena cuenta al realizarse injustas y regresivas reformas del mercado laboral.




Es evidente que la creación de empleo representa una prioridad en todos los países, pues el mismo es determinante y fundamental en la desigualdad de la renta. En este sentido, dice el informe, es fundamental promover empresas sostenibles, entre otras cosas, mediante el establecimiento de un entorno propicio para la creación, sostenibilidad y desarrollo de las empresas, así como mediante un entorno favorable para alentar las innovaciones y mejorar la productividad.


Por último, haciendo extensivos el salario mínimo y la negociación colectiva a los trabajadores mal remunerados, también servirá para reducir la desigualdad sufrida por mujeres, migrantes y otros colectivos que de por sí están sobrerrepresentados en la parte inferior de la escala salarial, aumentando las políticas de lucha contra las prácticas discriminatorias y los estereotipos de género acerca del valor del trabajo femenino; políticas eficaces sobre maternidad, paternidad y excedencia parental, y que promuevan una distribución más justa de las responsabilidades familiares.


Una vez más tenemos que señalar, junto con Francisco en la Evangelii Gaudium, que “la inequidad es la raíz de los males sociales”, y que es la solidaridad, como principio social ordenador de las instituciones, con particular relieve a la intrínseca igualdad de todos en dignidad y derechos, en su determinación firme y perseverante, la que se empeña por el destino universal de los bienes y el bien común, transformando las «estructuras de pecado», que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, en estructuras de solidaridad.

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