"La diferencia no está en el “sí” o el “no” a la sinodalidad, sino en el ritmo y la profundidad de su aplicación" Retrato robot del próximo Papa: el Sínodo como brújula y el ritmo como clave

"Su legado es un océano, y los cardenales navegan ahora tras la estela de un Papa que convirtió la sinodalidad en brújula y la misericordia en bandera. Francisco dejó una barca en movimiento. Cualquier frenazo sería una traición"
"El próximo cónclave no solo elegirá a un sucesor de Francisco, sino que decidirá si la primavera eclesial iniciada por el Papa argentino florece definitivamente o se congela en los pasillos de la Curia"
"Los aceleradores de la sinodalidad: Grech, Bataglia, Vesco, Prevost, Aveline, Cristóbal López, Tagle (‘Francisco filipino’) y Artime"
"Los de ritmo moderado: Kikuchi, Bo, Aguiar, Chomali, Zuppi" "Los de paso lento y con matices: Parolin y Pizzaballa"
"En definitiva, el retrato robot del próximo Papa es el de un líder sinodal, humilde, global, firme ante los abusos, con experiencia de gobierno y estilo evangélico"
"Los aceleradores de la sinodalidad: Grech, Bataglia, Vesco, Prevost, Aveline, Cristóbal López, Tagle (‘Francisco filipino’) y Artime"
"Los de ritmo moderado: Kikuchi, Bo, Aguiar, Chomali, Zuppi" "Los de paso lento y con matices: Parolin y Pizzaballa"
"En definitiva, el retrato robot del próximo Papa es el de un líder sinodal, humilde, global, firme ante los abusos, con experiencia de gobierno y estilo evangélico"
"En definitiva, el retrato robot del próximo Papa es el de un líder sinodal, humilde, global, firme ante los abusos, con experiencia de gobierno y estilo evangélico"
| José Manuel Vidal Enviado especial a Roma
No es fácil elegir un sucesor para Francisco, el Papa que lo tenía todo: gobernanza, carisma, capacidad de liderazgo, sencillez, cercanía, bondad, espiritualidad, creatividad y hasta sentido del humor. Un Papa Magno difícil de igualar y que deja muy alto el listón del pontificado, con carisma de pastor, olfato de estadista y la audacia de quien prefiere el Evangelio al protocolo. Su legado es un océano, y los cardenales navegan ahora tras la estela de un Papa que convirtió la sinodalidad en brújula y la misericordia en bandera. Francisco dejó una barca en movimiento. Cualquier frenazo sería una traición.
El próximo cónclave no solo elegirá a un sucesor de Francisco, sino que decidirá si la primavera eclesial iniciada por el Papa argentino florece definitivamente o se congela en los pasillos de la Curia. El primer y fundamental criterio para el retrato robot del futuro Papa es claro: asumir sin fisuras el legado de la sinodalidad. No como eslogan, sino como proceso real y concreto, que debe desembocar en 2028 en una magna asamblea del Pueblo de Dios, donde la comunión, la participación y la misión sean la columna vertebral de la Iglesia del tercer milenio.

La continuidad del proceso sinodal y su aterrizaje en lo concreto (en parroquias y curias diocesanas) es ya un dato asumido incluso por el aparato curial (Parolin y Re) y el partido de los diplomáticos. La diferencia, por tanto, no está en el “sí” o el “no” a la sinodalidad, sino en el ritmo y la profundidad de su aplicación.
Una aplicación que viene exigida por las bases del ‘santo pueblo de Dios’ que participaron en todo el proceso y que, en su mayoría, pidieron parroquias sinodales con consejos pastorales decisorios y con curas al servicio de la comunidad. Con diócesis donde los consejos diocesanos y presbiterales funcionen de verdad y el obispo deje de ser el único dueño, amo y señor. Y, sobre todo, con aplicación inmediata de medidas concretas como el acceso de los divorciados a la comunión, el celibato opcional, la bendición de parejas homosexuales o el acceso pleno de la mujer al altar, entre otras cosas.
Con esta premisa fundamental y básica, se abren tres grupos de eventuales papables:
Los aceleradores de la sinodalidad
Grech, Bataglia, Vesco, Prevost, Aveline, Cristóbal López, Tagle (‘Francisco filipino’) y Artime. Son los que apuestan por dar pasos decididos y rápidos, abriendo la Iglesia a la corresponsabilidad laical, la voz de las mujeres y la descentralización real. Destaca, en este grupo, el reservado cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, nacido y criado en USA, pero realizado pastoralmente en Perú (obispo de la diócesis de Chiclayo) y una de las grandes apuestas del papa Francisco, que lo designó nada menos que responsable de la ‘fábrica’ de los obispos de todo el mundo y de la comisión para Latinoamérica. Y, aunque acaba de descartarse personalmente (“Hay que estar enfermo mental para desear ser Papa”), el purpurado español Cristóbal López Romero, con pasaporte sudamericano, cardenal en África, salesiano y defensor del diálogo interreligioso con el Islam, podría ser una buena opción.

Los de ritmo moderado
Kikuchi, Bo, Aguiar, Chomali, Zuppi. Prefieren consolidar lo avanzado antes de dar nuevos saltos, priorizando la unidad y el discernimiento paciente, pero absolutamente convencidos de la necesidad de concretar el proceso sinodal. Mateo Zuppi, por ejemplo es un italiano con ADN bergogliano. Mencionado incluso por la IA como favorito, combina raíces europeas con mirada global. Su mediación en Ucrania y su defensa de los migrantes lo acercan al Francisco político; su apertura en temas LGTBIQ+, al Francisco pastoral.
Los de paso lento y con matices
Parolin y Pizzaballa. Representan la prudencia diplomática y la cautela, temiendo que los cambios demasiado rápidos puedan fracturar la comunión eclesial. ¿Podría Parolin ser un nuevo Pablo VI? Este último también fue Secretario de Estado y fino diplomático, pero tenía experiencia pastoral (como arzobispo de Milán que fue), mientras Parolin nunca ha pisado una diócesis pastoralmente hablando. Y, además, como diplomático estaría tentado de repetir sus dudas y, si acaso, sus miedos. Francisco demostró que gobernar el Vaticano exige tanto pragmatismo como profecía. Pietro Parolin, secretario de Estado, acumula experiencia administrativa, pero su perfil más diplomático podría chocar con la urgencia reformista. Amén de que su estilo hierático nos devolvería a los Papas distantes, secos y poco empáticos.

Aunque la elección se juega fundamentalmente en el plano de la sinodalidad, también podrían influir en la elección del próximo Papa estos otros criterios:
Geografía: El continente más representado en el cónclave es Europa, con 49 cardenales, seguido de América, con 37; Asia, con 24; África, con 19, y Oceanía, con 4.
Francisco rompió el eje eurocéntrico y globalizó el colegio cardenalicio. Hoy Asia y África pesa mucho más en la Iglesia y la opción por un Papa del Sur Global es real. Sin embargo, Europa aún conserva mayoría, y la continuidad podría pasar por perfiles como Aveline (Francia) o Zuppi (Italia). Tras Polonia, Alemania y Argentina, el país cuenta menos, aunque los italianos están deseando recuperarlo, porque creen que, precisamente por ser italianos, llevan el maquiavelismo y la diplomacia en la sangre.
Geopolítica: El papa es también un jefe de Estado y una autoridad moral planetaria, cuya voz resuena en un mundo afectado por grandes conflictos como Ucrania, Gaza o Sudán y, además, se encuentra en plena mutación caracterizada por el auge de los gobiernos populistas, los peligros relacionados con el desarrollo de la inteligencia artificial y la urgencia ecológica.

En este mundo actual, cada vez más complejo, una visión inclusiva del mundo y de las competencias geopolíticas podrían contar en la elección del próximo pontífice, seguramente mucho más que su nacionalidad. Porque el nuevo Papa tendrá que seguir manteniendo la voz profética de Francisco y del Evangelio en un mundo polarizado, tensado por Trump y Putin, y en llamas. Además de sinodal, el próximo Papa debería tener el carisma y el talento adecuados para dirigir la barca de Pedro en medio de todas estas zozobras.
Edad: Por grupos de edad, solo 15 cardenales tienen menos de 60 años. El más joven es el ucraniano Mykola Bychok, obispo en la ciudad australiana de Melbourne, de 45. Otros 45 cardenales tienen entre 60 y 70 años, y la mayoría (73) tienen entre 71 y 80. El de más edad es el español Carlos Osoro, de 79 años y cardenal arzobispo emérito de Madrid. Y, por ese motivo, probablemente sea uno de los cardenales escrutadores de votos, junto al más joven, el purpurado ucraniano.
La lógica apunta a un Papa por encima de los 70, capaz de pilotar el proceso sinodal hasta 2028 y más allá, pero sin que tampoco se eternice en el pontificado. Quedarían, pues, descartados los más jóvenes y sobre todo los más ancianos: la renuncia de Benedicto y la muerte de Juan Pablo I siguen siendo heridas abiertas en la reciente historiografía eclesial.

Actitud ante los abusos: El próximo Papa debe ser inflexible con la tolerancia cero, transparente y decidido en la reparación y prevención, como ya marcó Francisco. Pero, además, en su expediente y en su mochila no debe aparecer sombra alguna de encubrimiento o mala gestión respecto a los abusos del clero.
Hay que tener en cuenta que, a pesar de la tolerancia cero de Francisco, muchos países asiáticos y africanos siguen considerando esa lacra como un tabú. Inclusive en Europa, donde Italia, por ejemplo, todavía no ha iniciado una investigación independiente al respecto.
En ese sentido, Parolin lo tiene más fácil, porque no tuvo responsabilidad pastoral directa y, por lo tanto, está limpio de polvo y paja. Este criterio podría ser fácilmente utilizado por los rigoristas expandidores de ruido y bulos, a la hora de intentar eliminar de la rosa de papables a los candidatos más progres, a su juicio. De hecho, ya lo han intentado (sin lograrlo) con el cardenal Prevost.
Gobernanza y liderazgo: Se busca un pastor con capacidad de escucha, pero también de decisión y reforma. Alguien que sepa gobernar sin clericalismo ni autoritarismo, con mano firme y corazón abierto.

Estilo personal: Cercanía, humildad y sencillez. El pueblo de Dios ya no acepta Papas de palacio: quiere un pastor que huela a oveja, que sepa reír, llorar y caminar junto a la gente, como Francisco. Es decir, un pastor cercano a los fieles (perfil en el que Parolin no encaja), sin dar la impresión de "imitar" a Jorge Mario Bergoglio. Por lo tanto, deberá hallar una nueva vía para imprimir su propio estilo al pontificado.
En definitiva, el retrato robot del próximo Papa es el de un líder sinodal, humilde, global, firme ante los abusos, con experiencia de gobierno y estilo evangélico. La primavera de Francisco ha dejado semillas profundas. El reto es que el nuevo Papa no las deje secar, sino que sepa regarlas y llevarlas a la cosecha de 2028. El Pueblo de Dios, y el mundo, esperan.
Dicho de otra forma, o sinodalidad o invierno eclesial. El cónclave no elige un administrador, sino un profeta. La Iglesia necesita un Francisco 2.0: alguien que profundice la sinodalidad sin caer en el perfil del burócrata o del ideólogo. Los nombres están ahí. Pero más allá de personas, lo que se juega es un modelo: ¿seguirá la Iglesia siendo ‘pueblo de Dios’ o retrocederá a la ‘pirámide? clerical?

Francisco lo dejó claro: “La sinodalidad no es una moda, es el estilo de Dios”. Quien intente enterrar esta primavera, que no espere aplausos del Espíritu. Ni del pueblo fiel, que ya ha probado el pan fresco y florido de una Iglesia en salida.
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