Benedicto XVI en México. ¿El Cuerno de la Abundancia?



Guillermo Gazanini Espinoza / Secretario del Consejo de Analistas Católicos de México. 20 de marzo.- Todos recordamos el boom petrolero del sexenio de López Portillo. Su inicio fue tan azaroso y desafortunado como fue para el pescador que dio nombre a uno de los yacimientos petrolíferos más grandes del mundo. Un día, Rudesindo Cantarell descubrió una gran mancha negra en la superficie del mar de Campeche. Los especialistas determinaron que el origen del material estaba en un súper yacimiento petrolero que haría nadar a México en la riqueza y abundancia, dólares garantizados de por vida gracias a la bondad de las entrañas del subsuelo; desde luego, como muchas cosas en México, Cantarell sólo se llevó la gloria de que el yacimiento petrolero tenga su nombre, sin haber tocado ni un céntimo de la riqueza generada a costa de su apellido. Cantarell sólo es ejemplo de la explotación irracional del país alguna vez llamado el “Cuerno de la Abundancia” por sus recursos naturales infinitos, ilimitados, que hicieron de México nación soberana y hoy enfrenta la dependencia del exterior para satisfacer las necesidades del consumo interno.

La degradación ambiental y la explotación de los recursos de México es un tema venido a más por los efectos padecidos en las últimas décadas. Este año, el de la visita pontificia, registra una de las peores sequías a nivel nacional que pone en riesgo la vida de millones al no ser garantizadas las condiciones para el desarrollo humano; la falta de agua, según expertos, pondría a dos millones en riesgo de hambruna con los efectos que trae: pobreza, inmigración, dependencia alimentaria y, lo más grave, la muerte de zonas que eran proveedoras abundantes de alimento. La tragedia, lejos de evitarse, viene a ser un jinete del apocalipsis que cabalga azuzando luchas humanas por los recursos vitales aún en las grandes ciudades del país cuyos habitantes, día a día, sufren el calvario por obtener agua escasa y de pésima calidad.

Si bien la legislación mexicana actual consigna normas más estrictas para proteger el entorno, la crisis ambiental y de los recursos nacionales persiste. Las grandes ciudades del país afrontan contaminación y el aire es origen de enfermedades respiratorias; los recursos acuíferos de las urbes, particularmente de la Ciudad de México, tienden a agotarse al haber acabado las reservas de los mantos freáticos y obtener agua desde puntos más lejanos al Valle que albergó un gran lago ahora extinto; desde inicios del nuevo milenio, las especies mexicanas en peligro de desaparecer son casi 500 y su tráfico es la tercera actividad ilícita más lucrativa, sólo por debajo del narcotráfico y el comercio de armas. Benedicto XVI será huésped de un Estado que ha sufrido la mayor degradación ambiental a causa de la refinería de Salamanca. Aún cuando los esfuerzos gubernamentales han querido paliar los efectos de la contaminación por los procesos de refinación, en la década pasada la calidad del aire de los guanajuatenses arriesgó su salud y vida; las eventualidades en la refinería pusieron en vilo la seguridad y bienestar de las poblaciones cercanas debido a fugas de materiales tóxicos y la emisión de partículas de azufre perjudiciales de la salud humana, especialmente de niños y ancianos.

La creación es un don de Dios. Desde Paulo VI, el magisterio pontificio ha desarrollado la idea de que no es una cosa para devastar sino fuente de bienestar para las sociedades. Cualquier forma de destrucción del medio pone en riesgo la seguridad de las personas y la permanencia de México arrasado en sus recursos que han enriquecido obscenamente a algunos y empobrecido a muchos más, siendo que la Ley garantiza que los elementos naturales del territorio nacional son propiedad de los mexicanos. La visita del Pontífice Romano llama fuertemente la atención, especialmente por su interés sobre el tema del cuidado del medio y del uso responsable de la naturaleza; la humanidad, ha dicho, no tiene futuro alguno si continúa con este ritmo de destrucción y la advertencia es clara para México cuando ha perdido más del 95 porciento de sus bosques, con lo que esto implica.

El pensamiento del llamado Papa Verde no evade esta realidad del país del “Cuerno de la abundancia”. Por mucho tiempo, los responsables de la explotación de la naturaleza creyeron que era ilimitada y podían disponer de ella a su entero antojo, sin consecuencia alguna y amasando fortunas increíbles. Las palabras de Benedicto XVI, en la Encíclica Caritas in Veritate se amoldan al caso mexicano: El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan”. (No. 51) Y así es, en el momento que Benedicto XVI visita México, sufrimos las consecuencias de las conductas negligentes, corruptas, mezquinas y avariciosas que ponen a millones de mexicanos en dificultades crecientes por la ausencia de gobiernos responsables respecto al manejo del ambiente y el aprovechamiento racional de los recursos.

El mensaje del Papa interpela las conciencias de los mexicanos para saber qué hemos hecho de esta casa común y cómo habremos de poner las medidas oportunas para salvar un territorio rico todavía. Ya se advierte que, de seguir este ritmo de explotación, se pone en peligro el desarrollo y bienestar de las generaciones futuras. La aniquilación de los recursos ha generado más y más pobres, atentando contra su dignidad y bienestar. El Pontífice lo advertirá a una sociedad que ha relativizado sus valores; en el Cuerno de la abundancia “el libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad…” (Caritas in Veritate, 51). Aún es tiempo para rectificar.
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