500 años de la llegada del Evangelio a México
Carlos Villa Roiz / SIAME. 11 de enero.- La historia hispana, en lo que hoy es México, dio inicio en 1511, cuando un naufragio en la zona conocida como Los Alacranes o Las Víboras, cerca de Jamaica, hizo que llegaran en una barca, hasta la Península de Yucatán, varios náufragos provenientes del Darién (Panamá). Algunos de los sobrevivientes fueron asesinados por los nativos; otros más pudieron escapar.
Los dos personajes más conocidos de esta historia fueron Gonzalo Guerrero, quien terminó uniéndose a una indígena noble, hija del cacique de Chetumal, con quien procreó, convirtiéndose en el padre del mestizaje en lo que hoy es Belice y el sur de México, adaptándose a sus nuevas circunstancias, de modo que se tatuó el cuerpo y perforó el lóbulo de las orejas.
El otro protagonista fue Jerónimo de Aguilar, un hombre muy piadoso que al parecer era diácono y quien trajo consigo un Libro de las Horas, es decir, un compendio de oraciones de acuerdo al día y a la hora litúrgica, además de algunos salmos, letanías y reflexiones en torno a la Biblia y al Catecismo.
Hace 500 años, pues, llegó a México el primer libro religioso perfectamente documentado por autores como Bernal Díaz del Castillo, Francisco López de Gómara, Cervantes de Salazar, Bartolomé de las Casas, y otros cronistas más.
Tanto Gonzalo Guerrero como Jerónimo de Aguilar aprendieron con los años la lengua maya y se pudieron comunicar con los indios. Durante los tres primeros años sirvieron como esclavos a un cacique llamado Taxmar; luego mejoró la situación de ambos.
La transculturización dio inicio en 1511 y así como ellos hablaron de su cultura europea y sus costumbres, lo que se vio reflejado en las narrativas mayas, de suponer que también hayan hablado de Cristo, sobre todo, Jerónimo de Aguilar, pues ya habían ordenanzas reales para todos aquellos que pasaran al Nuevo Mundo a fin de que enseñaran el Evangelio a los naturales.
Cuando Hernán Cortés llegó a México, intentó rescatar a los dos náufragos de cuya existencia tenía conocimiento. Gonzalo Guerrero rechazó la oferta porque ya había echado raíces en estas tierras, y aunque envió un mensaje diciendo que era buen cristiano, años después lucharía contra los españoles que capitaneaba Montejo, en defensa de su familia y del pueblo que lo había adoptado.
Jerónimo de Aguilar, en cambio, siempre había soñado con ser rescatado e incluso había hecho la promesa de no casarse con mujer nativa para que así pudiera reintegrarse a España, si alguna expedición diera con él.
Cuando Aguilar fue rescatado, explicó a Cortés que “era natral de Ecija (Andalucía) y que tenía Órdenes de Evangelio. En “Documentos Cortesianos, II, p. 65), Aguilar añade que “era estudiante cuando pasó a las Indias”, es decir, posiblemente pensaba ser sacerdote. Más aún, cuando Cortés y Aguilar estuvieron frente a frente, las primeras palabras que Jerónimo pronunció en castellano fueron: “Dios, Santa María y Sevilla”.
Los españoles constataron que el Libro de las Horas de Jerónimo de Aguilar estaba “muy desgastado”, según platica Bernal Díaz del Castillo.
Jerónimo de Aguilar deseaba regresar a España en la embarcación que llevó su Primera Carta de Relación, pero Cortés se lo impidió porque le sería útil como intérprete, dado que él hablaba maya y castellano, y la esclava Marina (Malinche) que le habían regalado en Tabasco, hablaba maya y náhuatl, de modo que ambos fueron los intérpretes durante todo el proceso de la conquista de México.
El soldado español Antonio de Solís, en sus crónicas, platica que “Aguilar predicó a las 20 indias que nos presentaron muchas buenas cosas de nuestra santa fe, y que no creyesen en los ídolos que antes creían… y adorasen a Nuestro Señor Jesucristo…”, lo que demuestra que Jerónimo de Aguilar no perdía oportunidad para predicar el Evangelio, aún antes de que llegaran los primeros 12 franciscanos en 1524.
Cuando se abrió el Juicio de Residencia a Hernán Cortés, hubo 101 cargos en su contra y uno de ellos provino de Jerónimo de Aguilar, quien hizo constar que no prestó atención al requerimiento del cabildo para que se construyera una Iglesia Mayor, obra que se realizó gracias al empeño de otros oficiales.
Hace 500 años, que se cumplen en este 2011, se empezó a hablar de Cristo en lo que hoy es México, siendo su principal protagonista, Jerónimo de Aguilar.
Los dos personajes más conocidos de esta historia fueron Gonzalo Guerrero, quien terminó uniéndose a una indígena noble, hija del cacique de Chetumal, con quien procreó, convirtiéndose en el padre del mestizaje en lo que hoy es Belice y el sur de México, adaptándose a sus nuevas circunstancias, de modo que se tatuó el cuerpo y perforó el lóbulo de las orejas.
El otro protagonista fue Jerónimo de Aguilar, un hombre muy piadoso que al parecer era diácono y quien trajo consigo un Libro de las Horas, es decir, un compendio de oraciones de acuerdo al día y a la hora litúrgica, además de algunos salmos, letanías y reflexiones en torno a la Biblia y al Catecismo.
Hace 500 años, pues, llegó a México el primer libro religioso perfectamente documentado por autores como Bernal Díaz del Castillo, Francisco López de Gómara, Cervantes de Salazar, Bartolomé de las Casas, y otros cronistas más.
Tanto Gonzalo Guerrero como Jerónimo de Aguilar aprendieron con los años la lengua maya y se pudieron comunicar con los indios. Durante los tres primeros años sirvieron como esclavos a un cacique llamado Taxmar; luego mejoró la situación de ambos.
La transculturización dio inicio en 1511 y así como ellos hablaron de su cultura europea y sus costumbres, lo que se vio reflejado en las narrativas mayas, de suponer que también hayan hablado de Cristo, sobre todo, Jerónimo de Aguilar, pues ya habían ordenanzas reales para todos aquellos que pasaran al Nuevo Mundo a fin de que enseñaran el Evangelio a los naturales.
Cuando Hernán Cortés llegó a México, intentó rescatar a los dos náufragos de cuya existencia tenía conocimiento. Gonzalo Guerrero rechazó la oferta porque ya había echado raíces en estas tierras, y aunque envió un mensaje diciendo que era buen cristiano, años después lucharía contra los españoles que capitaneaba Montejo, en defensa de su familia y del pueblo que lo había adoptado.
Jerónimo de Aguilar, en cambio, siempre había soñado con ser rescatado e incluso había hecho la promesa de no casarse con mujer nativa para que así pudiera reintegrarse a España, si alguna expedición diera con él.
Cuando Aguilar fue rescatado, explicó a Cortés que “era natral de Ecija (Andalucía) y que tenía Órdenes de Evangelio. En “Documentos Cortesianos, II, p. 65), Aguilar añade que “era estudiante cuando pasó a las Indias”, es decir, posiblemente pensaba ser sacerdote. Más aún, cuando Cortés y Aguilar estuvieron frente a frente, las primeras palabras que Jerónimo pronunció en castellano fueron: “Dios, Santa María y Sevilla”.
Los españoles constataron que el Libro de las Horas de Jerónimo de Aguilar estaba “muy desgastado”, según platica Bernal Díaz del Castillo.
Jerónimo de Aguilar deseaba regresar a España en la embarcación que llevó su Primera Carta de Relación, pero Cortés se lo impidió porque le sería útil como intérprete, dado que él hablaba maya y castellano, y la esclava Marina (Malinche) que le habían regalado en Tabasco, hablaba maya y náhuatl, de modo que ambos fueron los intérpretes durante todo el proceso de la conquista de México.
El soldado español Antonio de Solís, en sus crónicas, platica que “Aguilar predicó a las 20 indias que nos presentaron muchas buenas cosas de nuestra santa fe, y que no creyesen en los ídolos que antes creían… y adorasen a Nuestro Señor Jesucristo…”, lo que demuestra que Jerónimo de Aguilar no perdía oportunidad para predicar el Evangelio, aún antes de que llegaran los primeros 12 franciscanos en 1524.
Cuando se abrió el Juicio de Residencia a Hernán Cortés, hubo 101 cargos en su contra y uno de ellos provino de Jerónimo de Aguilar, quien hizo constar que no prestó atención al requerimiento del cabildo para que se construyera una Iglesia Mayor, obra que se realizó gracias al empeño de otros oficiales.
Hace 500 años, que se cumplen en este 2011, se empezó a hablar de Cristo en lo que hoy es México, siendo su principal protagonista, Jerónimo de Aguilar.