EL MIEDO A PENSAR

Muchuas de las personas que visitan este blog saben perfectamente que yo he sido jesuita durante más de 50 años. He salido de la Orden, no ya en la madurez, sino en la ancianidad, a mis 78 años. ¿Y Ustedes saben lo que más me ha sorprendido cuando he vuelto a la vida civil? Una cosa tan sencilla como inesperada: lo que representa en la vida la libertad de pensar. Sin duda alguna, pensar libremente es una de las cosas más difíciles y más raras que hay en la vida. Todos tenemos miedo a pensar sin miedo. O por lo menos, tenemos miedo a pensar si miedo superando el miedo. Y lo peor, en todo este asunto, es que ni nos damos cuenta de que el miedo nos atenaza, nos controla, nos prohíbe y nos censura. Somos nosotros mismos los que nos cortamos los caminos del pensamiento, los que bloqueamos nuestra mente, los nos decimos a nosotros mismos que hay cosas que no se pueden ni tocar, ni cuestionar, ni poner en duda.
Cuando yo era jesuita, yo tenía la ingeua convicción de que mis miedos se referían a lo que decía o dejaba de decir, a lo que escribía y a cómo lo escribía. Y tranquilizaba mi conciencia dicéndome a mí mismo que un jesuita no podía hablar con libertad. Ahora veo que todo eso era un montaje que yo mismo me hacía para austojustificar mi miedo a pensar. Confieso que la Compañía de Jesús es una institución mucho más tolerante y mucho más respetuosa, con los de dentro y con los de fuera de la Orden, de lo que la gente se imagina. Los jesuitas han tenido conmigo una paciencia que seguramente no hubiera tenido ningún partido político. En los jesuitas no hay disciplina de voto. Ni disciplina de pensamiento. Lo que ocurre es que la Compañía de Jesús - como les pasa a todas las instituciones eclesiásticas - tienen sobre sí a la Iglesia y a la autoridad vaticana y episcopal, que controla y censura toto lo que se mueve dentro del mundo eclesiástico. Por eso, ni más ni menos, los jesuitas no dicen ni hacen muchas cosas que, a muchos de ellos, les gustaría decir y hacer.
Así las cosas, y después de pensarlo en serio durante más de 25 años, tomé la decisión de acabar los días de mi vida fuera del ambiente clerical. Y ahora confieso que me sinto feliz como no podía ni imaginar. Sencillamente porque, después de tantos años imaginando que yo pensaba con libertad, me doy de que ahora es cuando empiezo a pensar sin miedos. Y eso - lo aseguro con toda sinceridad - es una fuente de creatividad, de felicidad y de ilusiones que no tienen precio. No por la infantil satisfacción del que se imagina que es libre como el viento. No se trata de semejante estupidez. Se trata de que yo he dedicado mi vida al estudio y la enseñanza de la teología. Y ahora veo, como nunca lo había visto tan claro, que la teología está estancada (o quizá atascada) por la sencilla razón de que, en los ambientes eclesiásticos, en los que se elabora la teología, hay mucho miedo. Por supuesto, miedo inconsciente. Pero es miedo. Sobre todo, y ante todo, miedo a pensar. Y p0r eso, prcisamente por eso, la teología tiene cada día menos presencia en la sociedad y en la cultura. Por eso, sobre todo, la teología se ve cada día más incapacitada para decirle a la gente lo que la gente necesita oír.
Miedo a pensar con plena libertad tiene todo el mundo. Miedo tienen los políticos. Y los economistas. Y los docentes. Y la gente de los medios de comunicación. Precisamente ahora, cuando nos imaginamos ingenuamente que somos más libres que nunca, ahora es cuando estamos más controlados que nunca. En el ambiente flotan seguramente tantos "dogmas" como los que circulaban por medio mundo durante la Edad Media. Ahora son "dogmas civiles", "dogmas políticos", "dogmas económicos", ¡vaya Vd a saber! El hecho es que el pensamiento dogmático no se acaba, al contrario, aumenta. Porque es la única manera de controlar a la opinión pública y de perpeturar la "mentalidad sumisa", condición indispoensable para que este mundo siga funcionando "como tiene que funcionar".
Mi convicción más firme es que sólo quienes luchan en su vida por alcanzar logros de libertad, aunque sean pequeños logros, sólo quienes orientan su vida desde ese proyecto, podrán aportar algo válido a esta humanidad tan machacada por "el pensamiento único" que a todos nos bloquea y no nos deja ni movernos. Y ya lo sabemos: un mundo paralizado, estancado, apoltronado en sus muchas ortodoxias, un mundo así, no va a ninguna parte. Ni dejará un futuro abierto a las futuras generaciones. Teología sin censura

Volver arriba