escuchamos a las mujeres

En una de las últimas conferencias a las que tuve la oportunidad de asistir, expusieron datos tan escalofriantes como que el ejercicio de la prostitución movía al año cerca de 18.000 mill. €, con una cifra de 360.000 mujeres prostituidas ( eso sólo en ntro. País). Unos datos difíciles de olvidar ya que esas 360.000 mujeres no son un simple número. Son personas, con un rostro, una vida desgarrada por el dolor y el sufrimiento…
Habitualmente, aunque siempre contamos con la excepción, una mujer no llega a esta situación de la noche a la mañana. Ha habido un recorrido en su vida que le han hecho desembocar en estas circunstancias.
La prostitución actual es una forma de esclavitud moderna. Consecuencia de diversos sistemas injustos, cuyas causas pueden estar motivadas, entre otras muchas, por una necesidad económica debido a la sociedad consumista que hemos desarrollado; o el uso de la violencia, contribuyendo a atrapar a la mujer en unas circunstancias escalofriantes…
Estamos acostumbrados a asistir a conferencias, charlas, estadísticas, todo referente a la mujer. Pero ¿en algún momento nos hemos parado a escucharlas a ellas, a oír ese grito desgarrador suplicando ayuda para poder salir de esta esclavitud?. Siempre hablamos de ellas, pero ¿y con ellas?. Es fácil hacer un juicio rápido sin ponernos en el lugar de la otra persona, pero quizá sería bueno que hiciéramos el ejercicio de situarnos frente a ellas, de tú a tú, de hermanas, sin intentar ser más que, o ir de salvadoras por el mundo, no es eso… siéntate a su lado, mírale a los ojos, miradas que cuentan demasiados secretos… Comparte tu mesa, tu vida junto a ellas, que sientan que estás ahí, junto, no arriba. Aprende a escuchar en el silencio, porque los silencios también hablan.
Estoy segura de que si somos capaces de hacer esto, descubriremos a un Dios encarnado, un Dios que te tiende la mano, que espera tu respuesta, que te necesita…Parece mentira que todo un Dios nos pueda necesitar, pero es así. Hasta ahí llegó su abajamiento: “se hizo esclavo, pasando por uno de tantos…”
Somos sus manos que acogen, sus pies para caminar, nos necesita para llegar a ellas y hacerlo con el mayor amor posible, con la mejor de nuestras sonrisas, dando lo mejor de nosotros mismos, porque la persona que tenemos delante es “tierra sagrada” y tenemos que saber descalzarnos ante ellas, poniendo nuestra vida al servicio con toda la generosidad y la entrega que nos sea posible.
Pues ojala que seamos capaces de situarnos en el lugar de la mujer, que recordemos que es prostituida y no prostituta, dando el don más preciado: nuestra vida, como EL hizo.
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