Iquitos se convierte en un río de voces La Cumbre Amazónica del Agua exige respeto por el derecho al agua como don sagrado y humano

La declaración final, inspirada en los mensajes del Papa Francisco en Laudato Si', Querida Amazonía y Laudate Deum, abre con una convicción compartida
Las comunidades denunciaron "la contradicción de vivir en la mayor fuente de agua dulce del planeta, sin acceso al agua potable segura y saludable"
El pronunciamiento expresa el dolor de los pueblos ante los impactos de "la minería, la explotación del petróleo, la deforestación y el desmedido incremento de la basura"
A pesar del dolor, el documento resalta la esperanza que brota de la resistencia: "Seguiremos defendiendo nuestra agua, nuestra selva, porque somos capaces de dar nuestra vida por la vida de las próximas generaciones"
El pronunciamiento expresa el dolor de los pueblos ante los impactos de "la minería, la explotación del petróleo, la deforestación y el desmedido incremento de la basura"
A pesar del dolor, el documento resalta la esperanza que brota de la resistencia: "Seguiremos defendiendo nuestra agua, nuestra selva, porque somos capaces de dar nuestra vida por la vida de las próximas generaciones"
| Micaela Alejandra Díaz
(ADN Celam).- “Iquitos se convirtió en un río de voces”, así podría resumirse la Cumbre Amazónica del Agua, realizada del 1 al 3 de octubre de 2025, donde más de 400 delegados de diez países de la cuenca amazónica proclamaron una declaración: “Somos agua, somos vida, somos esperanza”. Desde la fe, la ancestralidad y la ciencia, los participantes levantaron un llamado por el derecho al agua como don sagrado de Dios y derecho humano fundamental.
La declaración final, inspirada en los mensajes del Papa Francisco en Laudato Si’, Querida Amazonía y Laudate Deum, abre con una convicción compartida: “Llegamos a nuestra cumbre unidos en el mismo espíritu de Jesús, fuente de agua viva”. Desde ese horizonte espiritual, las comunidades denunciaron “la contradicción de vivir en la mayor fuente de agua dulce del planeta, sin acceso al agua potable segura y saludable”.
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Desde el corazón amazónico, los pueblos que participaron en la Cumbre del Agua dejan un mensaje de esperanza: El agua no es solo recurso: es vida, es espíritu, es futuro.
Dolor y denuncia ante la destrucción
El pronunciamiento expresa el dolor de los pueblos ante los impactos de “la minería, la explotación del petróleo, la deforestación y el desmedido incremento de la basura”. Denuncian también “los hechos de muerte en nuestros territorios”, entre ellos la contaminación provocada por derrames petroleros, el narcotráfico, el extractivismo y la depredación ambiental.
Los participantes señalaron la responsabilidad directa de gobiernos que, “promoviendo y legitimando políticas de destrucción y aniquilamiento de tierras, pueblos y culturas”, perpetúan la impunidad. También condenaron “el asesinato de defensoras y defensores del agua por intereses de poder que pretenden convertirla en mercancía y lucro”, así como el deterioro de las relaciones humanas a causa de “la mala distribución del agua, que deja heridas abiertas en las comunidades”.
La declaración advierte, además, que las consecuencias de esta crisis recaen de manera desproporcionada sobre mujeres, pueblos indígenas, comunidades campesinas y quilombolas, y que “privan injustamente a los niños y niñas de su derecho a un futuro seguro, saludable y digno”.
Esperanza que brota de la resistencia
A pesar del dolor, el documento resalta la esperanza que brota de la resistencia. “Nos esperanzan las incansables luchas de nuestros hermanos y hermanas defensoras del agua y los bosques”, afirma el texto, resaltando su “perseverancia, fidelidad y resistencia”.
También se reconoce “el derecho de fluir que tienen ríos, quebradas y lagos, libres de contaminación”, afirmando que “el agua es un ser vivo y caminamos a su ritmo”. La presencia activa de jóvenes, laicos y laicas comprometidos con la justicia ecológica, y las experiencias comunitarias de gestión sostenible del agua son, según la Cumbre, signos concretos de que “otro mundo es posible”.
Las cosmovisiones indígenas y las espiritualidades cristianas fueron reconocidas como fuentes de sabiduría complementarias. Ambas coinciden en que “el agua es sagrada, sanadora y digna de protección”.
Por una nueva alianza del agua
Desde Iquitos, los delegados hicieron un llamado a los pueblos andinos, amazónicos, costeros y de las llanuras sudamericanas para “fortalecer la articulación en la defensa del agua y los territorios”, reconociendo la interdependencia entre biomas y culturas.
La Cumbre exhorta a las autoridades a cumplir su deber de “garantizar el derecho humano al agua y la integridad de los ecosistemas acuáticos”, adoptando políticas públicas eficaces, presupuestos adecuados y la implementación de sentencias judiciales que protejan los recursos hídricos.
Entre los compromisos asumidos, se insta a “generar una amplia alianza de actores eclesiales y sociales” frente a los impactos en la Amazonía, y a “educar desde la ecología integral a niños, niñas y jóvenes para fortalecer la conciencia y la identidad en la protección del territorio”.
El documento también llama a “promover la sabiduría del buen vivir de los pueblos originarios como alternativa a una cultura consumista” y a “construir narrativas ecológicas inspiradas en las cosmovisiones amazónicas”.
Compromisos de fe y acción
Los participantes asumieron compromisos desde la fe, la pastoral y la acción ciudadana. Se proponen convertir las comunidades eclesiales en espacios de articulación para la defensa del agua, acompañar a los agentes pastorales en su misión de cuidar el territorio, y fortalecer procesos de formación política y ética en favor de la casa común.
Lo espiritual también estuvo presente: “Fortalecer las espiritualidades ancestrales de nuestros pueblos en la defensa del agua y protección de sus territorios” y “optar por la sobriedad feliz”, reduciendo el consumo de agua mediante modos de vida sostenibles.
La Cumbre con una promesa que atraviesa generaciones: “Seguiremos defendiendo nuestra agua, nuestra selva, porque somos capaces de dar nuestra vida por la vida de las próximas generaciones”.