Católicos de base piden a Roma que reconsidere su nombramiento Marcos Pérez Caicedo podría ser el nuevo arzobispo de Cuenca (Ecuador)
(José Manuel Vidal).- Monseñor Marcos Pérez Caicedo, actual obispo de Babahoyo, de 50 años y cercano al Opus Dei, podría ser nombrado arzobispo de Cuenca (Ecuador), la segunda arquidiócesis fundada en el país sudamericano tras la primada de Quito y la tercera en número de fieles. Los católicos de base piden a Roma que reconsidere el nombramiento y que se elija a un nuevo arzobispo más en consonancia con la "primavera" de Francisco.
El Gobierno ecuatoriano, que, al parecer, ya ha recibido la notificación de su eventual nombramiento, medita la respuesta. Lo más probable es que el Ejecutivo ecuatoriano conteste que, aunque no esté de acuerdo, respeta la decisión del Vaticano. Es la manera diplomática de hacerle saber a la Congregación de Obispos que se trata de un candidato no querido, pero cuyo nombramiento se respetará, si la Curia se empeña en ratificarlo.
Pérez Caicedo nació en el cantón de Daule, en la provincia de Guayas (Ecuador), el 14 de julio de 1967 y estudió Filosofía y Teología en el Seminario Mayor Francisco Xavier de Garaycoa, en Guayaquil.
Fue ordenado sacerdote el 19 de marzo de 1992 y destinado a la archidiócesis de Guayaquil, mientras posteriormente cursó los estudios de Teología Espiritual en la Universidad de la Santa Croce de Roma.
El 10 de junio de 2006 fue nombrado obispo titular de Maastricht y auxiliar de la archidiócesis de Guayaquily recibió la ordenación episcopal el sucesivo 22 de julio. El 10 de febrero de 2012 el Santo Padre Benedicto XVI lo nombró Obispo de la Diócesis de Babahoyo, tomó posesión el 16 de marzo del mismo año.
Los católicos de Cuenca creen que su nombramiento sería un paso atrás respecto a la "primavera" que, desde Roma preconiza el Papa Francisco y que rompería con la línea marcada en la diócesis por obispos de la talla de monseñor Luna, uno de los pilares de la Iglesia ecuatoriana.

En círculos eclesiásticos ecuatorianos se señala al Nuncio apostólico en Quito, Giacomo Ottonello, como máximo responsable y valedor de este eventual nombramiento de monseñor Caicedo para la arquidiócesis de Cuenca, junto al arzobispo emérito de Guayaquil, el conservador monseñor Arregui.
De esta forma, el diplomático vaticano malquerido en el país latinoamericano "se tomaría la venganza por haber perdido la archidiócesis de Guayaquil a manos del franciscano Cabrera, cuando él apostaba por obispos del sector más conservador de la Iglesia ecuatoriana".
Hace ya tiempo que la Iglesia ecuatoriana es un clamor contra el Nuncio papal. Recientemente, el historiador Enrique Ayala Mora retrataba así a monseñor Otonello:
"Me consta que los curas se quejan de que es déspota e intolerante. En una reunión en que pude charlar con un buen grupo de religiosas, la opinión fue unánime: el nuncio no quiere relacionarse con la vida eclesial del país ni con las personas que están comprometidas con ella. Es grosero y machista. No admite el diálogo. Quienes frecuentan los cocteles a los que concurre, le han oído frases de desprecio para nuestro país y su gente".
Y añadía: "De Ottonello se quejan todos, hasta las monjitas rezadoras, los buenos cristianos y los obispos. Estas líneas recogen, pues, una realidad muy sentida entre los católicos ecuatorianos. Expresan la esperanza de que el papa Francisco tenga en nuestra patria un nuncio que lo represente genuinamente".
Según los católicos de base, la permanencia del Nuncio Otonello en el país sería "una losa" de cara a éste y a los demás nombramientos episcopales. Hay cinco sedes vacantes o con obispos que ya han cumplido los 75 años (la edad de la presentación de la renuncia al Papa), entre ellos el propio arzobispo de Quito, monseñor Trávez.
