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Medita la Palabra, aunque al principio no la comprendas.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, (Sal 62, 7) Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras | y considero tus hazañas” (Sal 76, 12-13).
A la hora de practicar la meditación, caben muchas interpretaciones y formas de hacerla. Cada vez más se ofrecen ejercicios de meditación para obtener un dominio propio, autoconocimiento, percepción sensorial, consciencia, relajación, higiene mental. Son ejercicios un tanto egocéntricos, que sirven para el autocontrol personal, la rentabilidad en el trabajo, y como terapia psicológica.
Laurence Freeman OSB, en su libro: “Luz en el interior, meditaciones como pura oración”, hace referencia a una herencia recibida desde antes de entrar en el monasterio, la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana (CMMC), que tiene como misión impulsar la meditación como medio de oración. Señala tres rasgos esenciales: “La vida comunitaria inserta dentro de la tradición monástica; la meditación, basada en la repetición de un mantra; y la promoción del diálogo y encuentro interreligioso”.
Es bueno saber meditar, para tener dominio de la mente, pero nuestra propuesta es meditar la Palabra de Dios, ejercicio que horada la mente y el corazón, abre a la percepción de mociones interiores, y a la comprensión del mensaje revelado, con la gracia del Espíritu Santo.
Medita la Palabra, aunque al principio no la comprendas.
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