Reflexiones para seguir avivando la esperanza

Las siguientes reflexiones nacen luego de haber escuchado las declaraciones de nuestro hermano Francisco Papa a raíz de la situación de la hermana Diócesis de Osorno, Chile. No es mi interés centrar mi atención en este hecho puntual, sino que quisiera proponer algunas claves a modo de pretexto en torno a la necesidad de avivar la esperanza, aún en medio de la desesperanza y la angustia natural que estas situaciones provocan en nosotros

1. La crisis como oportunidad de cambio. La palabra crisis proviene del griego (krisis; verbo krinein) y significa: separar, decidir, juzgar entre posibilidades u opciones, o también decidir. Así, la crisis no tendría, en un primer momento, una connotación negativa, por el contrario, se presenta como una exigencia de elegir un nuevo camino, una nueva forma de vivir o de pensar en vistas a que otras opciones ya han quedado caducas. Así, podríamos afirmar que cuando decimos que “este es un tiempo de crisis” estamos sosteniendo que este momento histórico, ya sea personal o social, es el tiempo de la decisión de una opción mejor para mí y para los demás. El origen de la palabra ya nos está invitando con esto a ver la crisis como una posibilidad de cambios.

¿Qué perspectiva teológico-pastoral podemos utilizar para comprender cómo la crisis se articula como psobilidad de cambio? Nos queremos servir de la imagen del Nuevo Testamento de la barca que cruza a la otra orilla. El Jesús que nos presenta el Evangelio de Marcos realiza, entre muchas acciones, una actitud que se repite: cruza a la otra orilla del lago en la barca (Mc 1,9.14.38; 3,8; 4,35; 5,1). ¿Qué significa esto? ¿Es un añadido más en el texto? Los estudios bíblicos han llegado a la conclusión de que el “cruzar a la otra orilla” representa una experiencia evangelizadora, el sentido más profundo de la misión cristiana. Jesús y los discípulos cruzan en la barca para anunciar la liberación a los que creen que las crisis históricas no tienen solución, que en el evangelio representa las tierras no judías o impuras.

Jesús y la Iglesia también experimentan una crisis en el ‘cruzar al otro lado del lago’, ya que deben escoger entre evangelizar a los de su nación o a los que nadie ha evangelizado.
Sin duda, las situaciones que ha vivido la Iglesia hoy- que incluso han sido llevadas al cine- nos duelen; me duele mi Iglesia. Pero aun así seguimos creyendo en una Iglesia más parecida a la que Jesús quería y que comenzó como un movimiento itinerante y popular en una lejana y marginada tierra llamada Galilea.

Creo que esta nueva forma de ser y hacer Iglesia nos la está presentando esto que se ha llamado la “Iglesia en salida”. Tenemos el desafío de hacer una nueva pastoral que desafíe proféticamente a la crisis institucional que como Iglesia estamos teniendo. Necesitamos una Iglesia que asuma la crisis como oportunidad de cambio, tanto se hacia adentro como hacia afuera de ella. Creemos que este cambio debe vivirse en clave samaritana, es decir, estando al lado del que sufre, especialmente del que nadie quiere ayudar, de las minorías sexuales, culturales, raciales, etc. Que sea nazarena, es decir que anuncie la liberación a los que están esclavos por sus pecados o por un sistema estructuralmente que condiciona sus vidas. Y que sea también galilea, es decir, que parta desde sus orígenes, que vuelva constantemente a sus fuentes. La barca que cruza el lago no es un símbolo edulcorado, sino que es más bien la forma más auténtica de ser Iglesia, una que no evita afrontar la crisis, el cambio, sino que desde la experiencia evangelizadora de Jesús nos invita a experimentar el universalismo de la acción misericordiosa de Dios haciendo de nuestra comunidad una Iglesia al estilo de Jesús.

2. Necesidad de repensar el "sensus fidei": ¿A qué hacemos referencia con el sensus fidei? En la Constitución Dogmática Lumen Gentium del Vaticano II, en donde se habla de la Iglesia como Pueblo de Dios, sostiene en su número 12: "El Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad y ofreciendo a Dios el sacrificio de alabanza, que es fruto de los labios que confiesan su nombre (cf. Hb 13.15). La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2,20 y 27), no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando «desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos» [22] presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres" (LG 12)

El sensus fidei posee como consecuencias: a) ser un aspecto vinculante de todo el Pueblo de Dios, en el sentido de la unión que se despierta en virtud del Espíritu Santo que actúa en todo el Pueblo de Dios, no sólo en la Jerarquía, sino que en toda la Iglesia; b) El sensus fidei no permite una visión aristocrática o lejana del pueblo, sino que por el contrario, es un pueblo al que se debe respetar y escuchar con humildad, reconociendo en él la acción de Dios. Una Iglesia que asuma el sensus fidei tendrá más sensibilidad para proponer una pastoral más cercana a los sencillos, que es a los primeros a los cuales hemos de acoger.

Lo que estamos viviendo como Iglesia debe provocar en nosotros dolor, un santo dolor y una santa rabia, la cual nos debe exigir no permanecer impasibles ante el dolor de las comunidades que están sufriendo. La eclesialidad de la crisis y del sensus fidei es justamente un vivir en medio de nuestro pueblo, provocando una metanoia desde abajo y desde adentro. En esta hora hemos de pedir con más insistencia la audacia que nos viene del Espíritu Santo, audacia que es discernir cómo desde esta crisis podemos extraer las mejores oportunidades. Expreso finalmente mi solidaridad con las comunidades que lloran y sufren, porque ellas serán llamadas hijas de Dios.

El Reino Dios está en medio de nosotros... a pesar de todo
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