“El Cordero degollado” por amor
Domingo 3º Pascua C 2ª Lect. (05.05.2019)
| Rufo González
Comentario: “Digno es el Cordero degollado...” (Apoc 5,11-14)
Los capítulos 4 y 5 son una introducción a la interpretación profética de la historia, pretendida por Juan en la segunda parte del Apocalipsis (4,1-22,5). Sostienen que la historia sólo tiene sentido desde la vida de Jesucristo. “Lo que tiene que suceder” (Ap 4, 1) sólo se descifra desde la providencia y sabiduría de Dios, manifestadas en Jesús, muerto y resucitado, “el Cordero en pie, como degollado” (Ap 6, 6).
El misterio del ser humano se esclarece en la vida de Jesús
Juan ve en Jesús “una puerta abierta en el cielo” que sigue hablando con “voz como de trompeta”. Invita a subir al cielo, donde habita la divinidad. Describe el cielo con rasgos del templo de Jerusalén: un trono resplandeciente en el que Dios se sienta, rodeado de sacerdotes, ancianos, ángeles, lámparas espirituales... (Cap. 4, 1-11). “El que estaba sentado en el trono” (Dios) tiene un rollo escrito por las dos caras y sellado con siete sellos. Es un modo de aludir al proyecto de Dios revelado por Jesús (Rm 16, 25; Ef 1,9; 3,5.9; Col 1,26). Juan imagina “un ángel poderoso” que pregunta lo que constantemente hace la humanidad: “¿quién es digno de abrir el libro y desatarsus sellos?” (5, 1-10). Es decir, ¿quién puede explicarnos el sentido de la vida: de dónde venimos, a dónde vamos, qué es el ser humano? En el fondo es la misma cuestión del prólogo de su evangelio: “a Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). Aquí lo constata con lenguaje apocalíptico: “nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo...” (Apoc 5, 3ss). “Un Cordero de pie, como degollado ... se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono...” (Apoc 5, 6ss). Jesús muerto y resucitado, lleno del Espíritu de Dios, es el único capaz de realizar y revelar el proyecto de Dios. Entonces Juan relata el reconocimiento y homenaje al Cordero por los coros celestiales: los cuatro vivientes y los ancianos (5,9-10), los ángeles (5, 11-12) y la creación entera (5, 13-14). Leemos hoy el reconocimiento y homenaje de los ángeles y de la creación.
La vida de Jesús es “poder, riqueza, sabiduría, fuerza, honor, gloria y alabanza” de Dios.
Los ángeles innumerables, signo de la majestad divina, aclaman: “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” (Apoc 5, 12). Son los títulos del mismo Dios, y, por tanto, hay que entenderlos como los entendió y vivió Jesús: “quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9). No hay que entenderlo como a veces lo realiza la Iglesia con su “pastoral de la apoteosis” (Jon Sobrino) en que se quiere anunciar el evangelio desde el poderío, el adorno y el lujo de capisayos acicalados. En la vida de Jesús, en su amor, se contempla “el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” de Dios.
Lo mismo cabe decir del canto de toda la creación que intuye Juan: “al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos” (Apoc 5, 13). En la eucaristía nos unimos a esta alabanza celestial y de toda la creación: “Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios, Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén”. Es el reconocimiento de la comunidad al Amor en el que se siente abrazada y sostenida.
Oración: “Digno es el Cordero degollado...” (Apoc 5,11-14)
Hoy, domingo, nos reunimos contigo, Jesús resucitado:
hemos sentido, como Juan, tu voz:
“sube aquí y te mostraré lo que tiene que suceder”.
Es una voz libre, “como de trompeta, que habla conmigo”;
estando en casa o paseando en la calle;
hojeando el periódico o haciendo las camas;
charlando con los hijos o leyendo una novela...
Hasta lo profundo nos ha llegado tu invitación:
“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
“Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19; 1Cor 11, 24-25).
“Vamos, almorzad” (Jn 21,12).
Hemos acudido a comer contigo, Señor:
una canción nos ha agrupado en torno a tu presencia;
nos hemos saludado como invitados tuyos;
el hermano que preside nos ha deseado que “estés con nosotros”;
“y con tu espíritu”, lo más profundo de tu persona, hemos contestado;
en silencio sentimos tu acogida y tu perdón;
una oración breve nos recoge en el Misterio de tu amor.
Tu palabra es el primer plato fuerte:
un hermano o hermana te sirve de portavoz;
pero eres tú, el Verbo, la Palabra hecha carne,
quien se ha puesto en nuestra mesa:
“no sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4);
“el Verbo se hizo carne... lleno de gracia y de verdad ” (Jn 1, 14);
“las palabras que os he dicho son espíritu y vida” (Jn 6, 63);
“Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).
Gracias, Señor por el plato de tu palabra:
ella es luz y verdad en medio de la noche y de la duda;
ella es amor hablado y ejercido, siempre nuevo y oportuno;
ella desenmascara, consuela y llama humildemente;
ella espabila y “muestra lo que tiene que suceder” (Apoc 4, 1);
ella hace ver, juzgar y actuar la realidad.
El segundo plato fuerte es tu vida resucitada:
tu presencia personal, libre, desprendida, pobre;
en el pan y el vino, llenos de fuerza y aliento inmediato;
tus entrañas de verdadero hermano, que perdona y acoge:
“yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” (Jn 6, 51);
“el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él” (Jn 6, 56);
“el que me come vivirá por mí” (Jn 6, 57);
“el que come este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 58);
“vamos, almorzad” (Jn 21, 12),
“tomad esto, repartidlo entre vosotros” (Lc 22, 17).
Gracias, Señor, es nuestra única palabra:
quisiéramos repetirla todo el día;
vivimos agraciados, regalados por tu compañía, por tu Espíritu;
así conocemos el amor “del que está sentado en el trono” del cielo;
así, Cordero de Dios, participamos de tu misma “alabanza, honor, gloria y poder”;
así llevamos tu amor a todos, especialmente a los más necesitados.
“Por ti, Cristo, contigo y en ti, a Dios, Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria,
por los siglos de los siglos. Amén”.
Preces Fieles (D. 3º Pasc. C 2ª Lect. (05.05.2019): “El Cordero degollado”por amor (Ap 5,11-14)
Hoy, domingo, nos reunimos con Jesús resucitado. Hemos sentido, como el autor del Apocalipsis, su voz: “sube aquí y te mostraré lo que tiene que suceder” (Ap 4, 1); “venid a mí todos los que estáis cansados yagobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28). Pidamos ser fieles a este encuentro diciendo, como Pedro: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero” (Jn 21, 15-17).
Por la Iglesia:
- que la celebración de la eucaristía exprese la vida de Jesús;
- que nuestra presencia sea libre, activa, alegre...
Roguemos al Señor: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.
Por las intenciones del Papa (mayo 2019):
- que “la Iglesia en África sea fermento de unidad entre los pueblos”;
- que “el compromiso de sus miembros sea un signo de esperanza para este continente”.
Roguemos al Señor: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.
Por la familia:
- que todos sus miembros sean responsables unos de otros;
- que nadie se sienta solo, y todos encuentren el aire de familia.
Roguemos al Señor: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.
Por la vida de nuestros pueblos:
- que sea sana, confiada, constructiva, atenta a los más débiles;
- que veamos, juzguemos y actuemos la realidad desde el Amor.
Roguemos al Señor: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.
Por los enfermos, los parados, las víctimas de la violencia...:
- que nos duela su situación, estemos cercanos y prontos para ayudarles;
- que exijamos a los responsables políticos la protección necesaria.
Roguemos al Señor: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.
Por esta celebración:
- que sintamos la presencia de Jesús en medio de nosotros;
- que le abramos el corazón y nos comprometamos a seguirle.
Roguemos al Señor: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.
Bendice, Señor, nuestra comunidad con actitudes de escucha, discernimiento, amor a todos. Que seamos capaces de vivir en tu amor y hacer obras como las tuyas. Que tu Espíritu encienda en todos nosotros el fuego de tu amor por quienes lo pasan peor en la vida. Te lo pedimos a ti, que vives por los siglos de los siglos.
Amén.
Leganés (Madrid), mayo 2019