“Si Dios acepta los dones..., le agradan mucho más las ofrendas que se dan a los pobres” “Honremos a Cristo con el honor con que desea ser honrado” (D. 25º TO C 18.09.22)

“Os exhorto a sentir mayor preocupación por el necesitado que por el adorno del templo”

Comentario: No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,1-13)

El Dios de Jesús esAmor. El dinero es el símbolo del egoísmo. El amor comparte, el egoísmo acumula para sí. Los “hijos de la luz” son los partidarios del Amor: viven la fraternidad. Los “hijos de este mundo” son hijos del dinero: los codiciosos, los avaros. Jesús nos pone hoy como modelo la habilidad inteligente del avaro para sobrevivir. Jesús concluye: “Ganaos amigos con el dinero de iniquidad para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas... No podéis servir a Dios y al dinero”.

Personas religiosas, con frecuencia, dan más dinero para templos y cultos que para los necesitados. San Juan Crisóstomo (s. IV) aborda este problema, dando a entender que la mejor inversión para que “nos reciban en las moradas eternas” es ayudar al necesitado. Su reflexión es evangélicamente irrefutable: “Nadie resultará condenado por omitir el adorno del templo; sí los que descuiden la ayuda al necesitado” (Mt 25,31ss). El pasado 27 agosto, al ser Santa Mónica, no leímos la 2ª lectura del Oficio, sábado de la semana XXI del TO. Procede de las homilías de San Juan Crisóstomo sobre el evangelio de san Mateo (50,3-4). Es un buen comentario al evangelio de hoy:

          “¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando lo contemples desnudo en los pobres. Ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: `Esto es mi cuerpo´, y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: `Tuve hambre, y no me disteis de comer´, y más adelante: `Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer´. El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres necesitan que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos.

          Reflexionemos y honremos a Cristo con el mismo honor con que desea ser honrado... Así tú debes tributar al Señor el honor que él mismo te indicó, distribuyendo tus riquezas a los pobres. Pues Dios no tiene ciertamente necesidad de vasos de oro, pero sí desea almas semejantes al oro. No digo esto con objeto de prohibirla entrega de dones preciosos para los templos, pero sí que quiero afirmar que, junto con estos dones y aun por encima de ellos, debe pensarse en la caridad para con los pobres. Porque, si Dios acepta los dones..., le agradan mucho más las ofrendas que se dan a los pobres...

          ¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento; con lo que te sobre, adorna la mesa de Cristo... ¿De qué serviría recubrir el altar con lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez?... Dime si no: Si ves a un hambriento falto del alimento indispensable y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a contemplar una mesa adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias de ello?...

          Piensaque es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas errante, peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el pavimento, las paredes y las columnas del templo. Con cadenas de plata sujetas lámparas, y te niegas a visitarlo cuando él está encadenado en la cárcel... No pretendo prohibir el uso de tales adornos, pero sí que quiero afirmar que es del todo necesario hacer lo uno sin descuidar lo otro; es más: os exhorto a que sintáis mayor preocupación por el hermano necesitado que por el adorno del templo. Nadie, en efecto, resultará condenado por omitir esto segundo, en cambio, los castigos del infierno, el fuego inextinguible y la compañía de los demonios están destinados para quienes descuiden lo primero. Por tanto, al adornar el templo, procurad no despreciar al hermano necesitado, porque este templo es mucho más precioso que aquel otro.” (PG 58,508-509).

Oración: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,1-13)

Jesús del Amor, nos invitas hoy a reconocerte:

en la fraternidad que brota del Amor creador,

que tú llamabas “Padre mío y vuestro” (Jn 20,17);

en los pobres, tus “vicarios”, que nos miran esperanzados.

Hoy denuncias nuestra pereza y olvido selectivo:

Los hijos de este mundo son más astutos

con su propia gente que los hijos de la luz”.

Ganaos amigos con el dinero de iniquidad

para que, cuando os falte,

os reciban en las moradas eternas...

No podéis servir a Dios y al dinero”.

Nos negamos a “analizar las heces”:

“las injusticias sociales” (Ignacio Ellacuría, mártir);

las miserias que no queremos mirar;

los caminos cerrados al perdón y la libertad;

las rutinas e imposiciones inhumanas y arbitrarias;

la huida y la evasión ante lo que nos complica...

Vaciamos así la cruz del amor:

que lleva a eliminar o disminuir el sufrimiento;

que nos acerca a los más débiles: 

enfermos y hambrientos;

marginados de la economía, la política, la religión...

Tus amigos eternos son los necesitados:

Como tú, sentimos que

el Espíritu del Señor está sobre nosotros,

porque él nos ha ungido.

Nos ha enviado a evangelizar a los pobres,

a proclamar a los cautivos la libertad,

y a los ciegos, la vista;

a poner en libertad a los oprimidos;

a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).

Tu voz fraterna nos espera al final de la vida:

Venid vosotros, benditos de mi Padre;

heredad el reino preparado para vosotros

desde la creación del mundo.

Porque tuve hambre y me disteis de comer,

tuve sed y me disteis de beber,

fui forastero y me hospedasteis,

estuve desnudo y me vestisteis,

enfermo y me visitasteis,

en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25,34-36).

Cristo Jesús, pobre por el reino de Dios:

que tu Espíritu espabile nuestra habilidad

para servirte en los necesitados;

que nunca “olvidemos hacer el bien y ayudarnos;

son los sacrificios que agradan aDios” (Heb 13,16).

Preces de los Fieles (Domingo 25º TO C 18.09.2022)

No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús. Servimos a Dios al cuidar de los más débiles: hambrientos, enfermos, encarcelados, sin techo, refugiados, presos... Servimos al dinero al acumular y vivir para tener... Pidamos servir sólo a Dios, diciendo: “queremos honrar a Cristo en los necesitados”.

Por la Iglesia:

- que proclame: “los bienes de la tierra están destinados a todos” (GS 69);

- que “sienta mayor preocupación por el necesitado que por el adorno del templo”. 

Roguemos al Señor: “queremos honrar a Cristo en los necesitados”.

Por las intenciones del Papa (septiembre 2022):

- que “la inviolabilidad y dignidad de la persona” sea respetada;

- que, por tanto, “la pena de muerte sea abolida en las leyes de todos los países”.

Roguemos al Señor: “queremos honrar a Cristo en los necesitados”.

Por nuestra sociedad:

- que promueva el “deber de trabajar y el derecho al trabajo”;

- que corrija los abusos, la explotación, los salarios insuficientes...

Roguemos al Señor: “queremos honrar a Cristo en los necesitados”.

Por estudiantes y profesores:

- que sean conscientes de su trabajo por el bien común;

- que se apliquen a su tarea con tesón y honradez.

Roguemos al Señor: “queremos honrar a Cristo en los necesitados”.

Por los más débiles (enfermos, parados, ancianos...):

- que crezca su energía y coraje para superar las dificultades;

- que nuestras comunidades los cuiden como Cristo los cuidaba.

Roguemos al Señor: “queremos honrar a Cristo en los necesitados”.

Por esta celebración:

- que nos renueve en el espíritu de Jesús, pobre y desprendido;

- que nos llene de su amor para trabajar por la vida digna de todos.

Roguemos al Señor: “queremos honrar a Cristo en los necesitados”.

Queremos, Jesús de todos,honrarte con el mismo honor con que deseas ser honrado... El honor que tú mismo nos indicaste, distribuyendo nuestras riquezas a los pobres”: amor, dinero, techo, tiempo, compañía, consejo... Queremos escucharte: “venid, benditos de mi Padre, heredad el reino...”. Como tú, Jesús resucitado, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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