Jornada Mundial de la Paz: “Escuchar el grito de la humanidad amenazada” Ven, Espíritu divino, a la Iglesia, para que sea diálogo y acuerdo en torno al Evangelio (01.01.2025)
Santa María, Madre de Dios: que hagamos siempre lo que tu Hijo nos diga
| Rufo González
Comentario: “Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo” (Gál 4, 4-7)
El texto incluye la primera alusión del Nuevo Testamento a la Madre de Jesús, única en textos de Pablo. Es Dios quien determina “la plenitud del tiempo”, como el padre concretaba la mayoría de edad del hijo en el derecho de la época. Para Dios la humanidad está madura para recibir al Hijo, y lograr que cada persona viva como “hijo de Dios”: “nosotros, cuando éramos menores de edad, estábamos esclavizados bajo los elementos del mundo” (4, 3). Por eso “envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley” (v. 4b). Es la noticia evangélica:“el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14);“José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo... Ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús”(Mt 1,20.25);“concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito...” (Lc 1, 31; 2,6-7a).Jesús, por María, participa de nuestra naturaleza, con sus luces y limitaciones, sujeto a crecimiento, tentación, estado social... Destaca la Ley judía como condición social que impide la libertad de los hijos.
La venida de Jesús tiene, según Pablo, doble finalidad:
1) “para rescatar a los que estaban bajo la ley” (v. 5a). Literalmente: “para que liberase a los bajo la ley” (ἵνα τοὺς ὑπὸ νόμον ἐξαγοράσῃ). Este verbo griego (ἐξ-αγοράσῃ) significa comprar, sacar de la plaza pública, del mercado, de la oferta y demanda; no se vende, puede disponer de sí, es libre. Jesús nos libera de la ley. Después lo aclara más: “Para la libertad nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes, y no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud…Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; ahora bien, no utilicéis la libertad como estímulo para la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gál 5,1.13). El Espíritu de Jesús trae la libertad de la fe que actúa por amor (Gál 5,6). “El amor no hace mal a su prójimo; por eso la plenitud de la ley es el amor” (Rm 13,10). Al revés, quien ama, se parece al Dios, “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45). Somos más libres cuando no nos vengarnos de quien nos ha hecho daño, no le deseamos mal, le deseamos lo mejor, lo tratamos como queremos que nos traten a nosotros. Esto es la libertad evangélica, guiada por el Amor. Así seguimos al que murió orando por sus verdugos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
2)“para que recibiéramos la adopción filial” (v. 5b). Literalmente: “para que recobremos la filiación” (“ἵνα τὴν υἱοθεσίαν ἀπολάβωμεν”; υἱοθεσία es palabra compuesta de υἱος: hijo, y de θεσία: instituir, constituir, poner, hacer, a uno hijo; término jurídico para expresar la adopción). El que sea adopción no impide que sea real: “como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡`Abba´, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios” (vv. 6-7). Igual afirmación en Carta a los Romanos: “pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción (πνεῦμα υἱοθεσίας), en el que clamamos: «¡Abba, Padre!»” (Rm 8,15).
Mirar al Hijo, sentir su amor al Padre y a los hermanos, contemplar sus actitudes, realizar sus obras..., será la norma de vida para todos los que “le reciben”. Fiarse del Espíritu del Padre y del Hijo es vivir en libertad que actúa por amor. San Agustín lo resumía así: “Todo se reduce a un breve mandato: ama y haz lo que quieras; si callas, que sea por amor; si gritas, que sea por amor; si corriges, si perdonas, que sea por amor; que la raíz del amor habite en el fondo de tu corazón; de semejante raíz sólo el bien puede brotar” (Sobre 1Jn: Tract. 7, 7-8: SC 75, 324-328; Liturgia de la Horas: 2ª lect. domingo XVII TO).
Jornada Mundial de la Paz (1 enero 2025). El Papa nos envía un mensaje: “Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz”. “Escuchar el grito de la humanidad amenazada”. Cambio cultural: “los bienes de la tierra están destinados a todos”. Sugiere tres acciones: “notable reducción o condonación total de la deuda internacional”, respeto de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte, con eliminación de la pena de muerte. Porcentaje fijo del dinero en armamentos para un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite actividades educativas y desarrollo sostenible.
Oración: “envió el Espíritu de su Hijo que clama `¡Abba´, `Padre´!” (Gál 4, 4-7)
Jesús, Hijo de Dios, hermano nuestro:
“noche vieja”, “año nuevo”;
muere un año, nace otro;
vigilamos esperanzados el parto del tiempo;
nos sentimos profundamente temporales,
abiertos a lo inédito, a lo inesperado;
podemos cambiar, regenerarnos, soñar…
Como tú, Jesús, miramos las expectativas de vida:
soñamos un mundo humanizado;
queremos suprimir sufrimiento y miseria;
añoramos una vida de verdad y de amor;
nos obligamos a buscar pan y cultura para todos,
trabajo y dignidad;
a los más débiles les queremos cuidar más...
“Este reino, decías tú, está en medio de vosotros” (Lc 17,21):
se abre cuando uno piensa en tu Dios, Padre de todos...;
el Dios que tú, “nacido de mujer”, aprendiste de María;
el Dios que “mira la humildad” de nuestra vida;
el Dios “cuya misericordia llega a sus fieles siempre”:
el Dios que “dispersa a los soberbios de corazón”;
el Dios que “derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes”;
el Dios que “a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1,46-55).
En este reino, Jesús, nos humanizamos:
respetamos la dignidad de toda persona, hija de Dios;
“amarás a tu prójimo más que a tu vida;
no matarás a tu hijo en el seno de la madre
y tampoco lo matarás una vez que haya nacido...;
comunicarás todos tus bienes con tu prójimo
y no dirás que algo te es propio...”
(Carta de Bernabé, año 130; c. 19; F. X. Funk 1,53-57).
En este reino se habla y actúa con verdad:
no hay dominio de los ricos, los poderosos, los varones...;
todos tenemos la misma dignidad;
todos disfrutamos “del pan de vida”;
los más dotados ayudan a los más débiles;
nos perdonamos como el Padre perdona...
Este reino, Jesús, está vivo hoy:
“se está cumpliendo el tiempo”;
“Dios te ha enviado a ti, su Hijo, nacido de mujer”;
tú nos “has rescatado de la Ley” que esclaviza la conciencia;
“Dios ha enviado a nuestros corazones
el Espíritu de su Hijo que clama: `¡Abba´, Padre!”.
Tu Espíritu sostiene nuestra libertad en tu Amor:
“a Dios lo encontramos en la libertad humana,
en el amor humano, en el respeto humano,
en lo verdaderamente humano que hay en la vida...”;
“en la iglesia no puede haber autoridad o poder
para limitar, disminuir, prohibir, anular las posibilidades
y energías humanas que Dios ha puesto...”;
“encontrar a Dios es encontrar la plenitud
de las posibilidades de lo verdaderamente humano...”
(J. M. Castillo: “Curas casados”. Moceop. Albacete 2010. P. 339-355).
Ven, Espíritu divino, a todos nosotros,
para que vivamos en libertad fraterna;
a nuestras comunidades,
para que no sean instituciones de miedo e imposiciones;
a toda la Iglesia, “todos vosotros sois hermanos”,
para que sea diálogo y acuerdo en torno al Evangelio.