“El Espíritu es nuestra Madre, porque el paráclito, el consolador, está pronto para consolarnos como una madre consuela a sus hijos; y porque los hijos renacen de él, y son así los hijos de esta Madre misteriosa que es el Espíritu Santo” ¡Ven, “llama de amor viva”! (Pentecostés 05.06.2022)

Necesitamos que tu Espíritu nos enamore del reino que Dios quiere

Comentario: “Recibid el Espíritu Santo”(Jn 20,19-23)

Leemos una experiencia pascual de la primera comunidad. Ocurre “al anochecer de aquel día, el primero de la semana”. A la hora en que Israel salió de Egipto. Se está iniciando el éxodo encabezado por el nuevo Moisés, Jesús, hacia “un cielo nuevo y una tierra nueva..., la morada de Dios entre los hombres..., no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido” (Apoc 21,1-5). “El primero de la semana” es clara alusión a la nueva creación. Dios hace nacer de nuevo al ser humano.

Los discípulos en una casa. Alternativa al “templo”. No está regida por la autoridad sacerdotal según criterios institucionales para el servicio de sus élites. La “casa” es una organización expresiva de los valores del Reino: servicio mutuo, dar sin esperar, aprecio de todos por existir, asamblea... Su centro es la “mesa compartida”, la “Cena del Señor”.

Con las puertas cerradaspor miedo a los judíos, y, quizá, a sus corazones cerrados a la propuesta de Jesús de vivir en el Amor del Padre. Necesitaban el Espíritu de Jesús. Por ello “Jesús se puso en medio” de la comunidad y de sus vidas: centro de unidad vital. Su presencia supera la comprensión humana: no se percibe sensorialmente, y, por ello, el evangelista dice que Jesús les dio pruebas de su identidad: “les enseñó las manos y el costado”, huellas de su entrega. Como “cordero de pie, como degollado” (Ap 5,6). 

Paz a vosotros: saludo judío (eiréne, shalom). No hay reproches. Su amor “no lleva cuentas del mal” (1Cor 13,5). Los reconcilia, a pesar del abandono, negación, cobardía...

Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. Se cumple su profecía: “vuestra tristeza se convertirá en alegría... Volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16, 20-22). Fruto de la fe en el amor de Jesús que no se queja de su conducta mejorable, sino que les da “su paz” y confía en ellos de nuevo. 

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. En la oración de Jesús, ya el evangelista lo había expresado: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo” (Jn 17,18). Hay que ver aquí el amor del Padre, reconocido por el mismo Jesús: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo...” (Jn 3,16).

Sopló sobre ellos”. Clara alusión a Gn 2,7 (infusión del aliento de vida). Es signo de la donación del Espíritu que llenaba su vida. “Recibid el Espíritu Santo”. El Espíritu que le había encarnado en la historia, impulsado a predicar el Reino, alegrado, dotado de fuerza para curar y sentarse junto a marginados, sostenido en la angustia mortal y resucitado.

A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. La comunidad, signo del amor de Jesús, perdona con el Espíritu de Jesús. Sin censuras ni ajuste de cuentas, como el Padre del hijo que vuelve a la casa del Amor. Si no acepta el amor del Padre, la comunidad “le retiene los pecados”. Es decir: le hace consciente de su cerrazón al Amor. No le rechaza ni daña ni persigue. Esperará terca y fielmente como el Padre espera la vuelta del hijo para abrazarle y sentarle a la mesa del Amor. “El evangelio es recibido por los oyentes bajo la acción del Espíritu Santo” (LG 19). ¡Ojo: “el evangelio”, sin glosa interesada (San Francisco de Asís)! Lo que mucha gente rechaza -incluso gente de Iglesia- son añadidos (normas, ritos, leyes, costumbres...) innecesarios e interesados del clericalismo (celibato, títulos, imposiciones...).

Oración: “Recibid el Espíritu Santo”(Jn 20,19-23) 

Queremos, Jesús resucitado, “recibirtu Espíritu”:

tu “llama de amor viva...

de mi alma en el más profundo centro...;

regalada llaga,

mano blanda,

toque delicado que a vida eterna sabe

y toda deuda paga,

lámpara de fuego en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba oscuro y ciego,

con estraños primores

color y luz dan junto a su querido.

¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno

donde secretamente solo moras,

y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!” (S. Juan de la Cruz).

Queremos recibir tu Espíritu:

que te humanizó en las entrañas de María (Mt 1,18s; Lc 1,35); 

te hizo consciente de tu misión en el bautismo (Mc 1,10 y par);

te “empujaba” como el Ungido, el Mesías, el Cristo,

para realizar las obras del Padre (Mc 1,12; Mt 12,28; Lc 4,14.18);

en la cruz te movió a poner tu vida en las manos del Padre:

“entregaste el Espíritu” de amor pleno;

el Padre te dio la plenitud de vida, resucitándote.

Necesitamos mucho tu Espíritu:

para descubrir nuestras esclavitudes y miserias;

para reconocer nuestra vuelta hacia nosotros mismos:

hacia nuestras normas y tradiciones,

hacia nuestro egoísmo y prestigio...

Necesitamos mucho tu Espíritu:

que nos recuerde el amor del Padre, sin medida;

que nos enamore del reino que Dios quiere;

que dirija nuestros pasos a los más necesitados.

Que María, tu madre, “sagrario del Espíritu Santo”:

“como plasmada por el Espíritu Santo y

formada una nueva criatura” (LG 53, 56),

nos ayude a dejarnos modelar y guiar por tu Espíritu:

a buscar consuelo, ánimo e iluminación en él;

a pronunciar el nombre de Dios: Abba, Padre, “Papá”;

a educarnos en la oración que él sabe mejor que nadie;

a tener audacia y fortaleza en el trabajo por el reino;

a derrochar devoción y esmero por los más débiles.

nos haga entenderque el Espíritu es nuestra Madre,

porque el paráclito, el consolador, está pronto para consolarnos

como una madre consuela a sus hijos; 

y porque los hijos renacen de él, y son así los hijos

de esta Madre misteriosa que es el Espíritu Santo”

(Texto de Macario, gran teólogo cristiano de Siria -+ 334-, citado por L. Boff: La santísima Trinidad es la mejor comunidad. Ed. Paulinas. Madrid 1990, p. 116).

Preces de los Fieles (PENTECOSTÉS 05.06.2022)

El Espíritu de Dios es el aliento del universo. Es fuerza creadora que embellece el mundo. Llenaba a Jesús, que lo entregó a sus discípulos. Lo recibimos en el bautismo. Pidamos vivir del Espíritu divino, diciendo: ¡Ven, llama de amor viva!

Por la Iglesia:

- que inspire su vida, normas, costumbres... en el Espíritu de Jesús;

- que sepa perdonar, rehacer a los más débiles, restaurar el amor cristiano.

Roguemos al Señor: ¡Ven, llama de amor viva!

Por las intenciones del Papa (Junio 2022):

- que las familias sean “ámbitos” de amor, de respeto, de  crecimiento humano.

- que “las familias cristianas, con gestos concretos, vivan la gratuidad del amor

y la santidad en la vida cotidiana”.

Roguemos al Señor: ¡Ven, llama de amor viva!

Por quienes sirven a las comunidades cristianas:

- que el Espíritu de Jesús inspire su conducta ante toda ley;

- que “no presuman, ni se engrían... ni lleven cuentas del mal” (1Cor 13,4-5).

Roguemos al Señor: ¡Ven, llama de amor viva!

Por la paz de nuestra sociedad (ciudad, pueblo, barrio...):

- que haga desaparecer la violencia, siempre inhumana;

- que todos puedan vivir dignamente.

Roguemos al Señor: ¡Ven, llama de amor viva!

Por los movimientos apostólicos (Acción católica, Comunidades de base...):

- que los sintamos “nuestros”, fruto del Espíritu de Jesús;

- que cuidemos sus carismas, los respetemos, los promocionemos.

Roguemos al Señor: ¡Ven, llama de amor viva!

Por esta celebración:

- que sintamos el Espíritu de Jesús, que nos habita;

- que nos mueva a trabajar por un mundo más justo...

Roguemos al Señor: ¡Ven, llama de amor viva!

¡Ven, llama de amor viva!¡Ven, Espíritu divino! Llena nuestra corazones para orar, para vivir la fraternidad, para trabajar por la dignidad de toda persona... Te lo pedimos por Jesús resucitado que vive por los siglos de los siglos.

Amén.

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