"Asistimos a una muy grave crisis de gobierno de la Iglesia después del Vaticano II, con la excepción de Francisco" Pensar en reformas en la Iglesia exige moverse con los pies en el suelo

Los motivos que impulsaron a Hans Küng a escribir ¿Tiene la salvación la Iglesia? siguen vigentes
Valoración de los pontificados de Montini, Juan Pablo II y Benedicto XVI
Francisco tampoco fue un papa revolucionario y progresista radical. No cambió la doctrina ni reformó el sistema de dominación romano. Fijó un nuevo estilo, para muchos desconcertante, que puso a Jesús en el centro de la Iglesia y de la vida del cristiano
La Iglesia, en el primer cuarto del s. XXI, se halla sumida en una gran crisis de fe, de moral y de credibilidad
¿Cómo ha sido posible tan descorazonador estado de cosas si sus líderes contaban con la asistencia del Espíritu Santo?
Hemos venido asistiendo a una muy grave crisis de gobierno de la Iglesia después del Vaticano II con la excepción de Francisco
Así no se puede seguir. León XIV, papa continuista en tantas cosas, no parece que garantice, sin embargo, el abordaje de las necesarias reformas de calado. Tropezará, sin duda, con el muro del Magisterio
Francisco tampoco fue un papa revolucionario y progresista radical. No cambió la doctrina ni reformó el sistema de dominación romano. Fijó un nuevo estilo, para muchos desconcertante, que puso a Jesús en el centro de la Iglesia y de la vida del cristiano
La Iglesia, en el primer cuarto del s. XXI, se halla sumida en una gran crisis de fe, de moral y de credibilidad
¿Cómo ha sido posible tan descorazonador estado de cosas si sus líderes contaban con la asistencia del Espíritu Santo?
Hemos venido asistiendo a una muy grave crisis de gobierno de la Iglesia después del Vaticano II con la excepción de Francisco
Así no se puede seguir. León XIV, papa continuista en tantas cosas, no parece que garantice, sin embargo, el abordaje de las necesarias reformas de calado. Tropezará, sin duda, con el muro del Magisterio
¿Cómo ha sido posible tan descorazonador estado de cosas si sus líderes contaban con la asistencia del Espíritu Santo?
Hemos venido asistiendo a una muy grave crisis de gobierno de la Iglesia después del Vaticano II con la excepción de Francisco
Así no se puede seguir. León XIV, papa continuista en tantas cosas, no parece que garantice, sin embargo, el abordaje de las necesarias reformas de calado. Tropezará, sin duda, con el muro del Magisterio
Así no se puede seguir. León XIV, papa continuista en tantas cosas, no parece que garantice, sin embargo, el abordaje de las necesarias reformas de calado. Tropezará, sin duda, con el muro del Magisterio
A ni entender, siempre se ha de partir de la realidad. Lo que, en verdad, sucede y los efectos que ocasiona. Entiendo otras perspectivas, pero no las comparto. Se diga lo que se diga, se ha de proceder con los pies en el suelo. Los motivos que indujeron a Hans Küng a escribir en 2013 ¿Tiene salvación la Iglesia? siguen presentes.
No pueden negarse, entre otras, las consecuencias, en términos de polarización en el interior de la Iglesia, del “rumbo restauracionista imprimido a la Iglesia católica en las tres últimas décadas por la papas Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger” y su deriva en términos de abandono.
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Es más, tampoco hay que echar en saco roto muchos aspectos del papado de Montini, considerado como “el único papa del siglo XX que merece ser llamado ‘intelectual’”. Sin embargo, como subrayó Küng, y con razón, este papa “tiene miedo, miedo de verdad: a los hombres poderosos y las camarillas del Vaticano, sus antiguos compañeros”. No supo aprovechar la reforma de la Curia romana e incorporar a la misma personalidades sobresalientes que existían en la Iglesia universal, que le hubiesen sido de valiosa ayuda en el tercer y cuarto periodo conciliar y en la llamada ‘semana negra’ del Concilio (cf. Hans Küng, Siete papas, págs. 105-111).
Quizás tampoco supo respetar a los grandes teólogos del momento, que veía como soldados obedientes de la jerarquía. Todo ello coronado (cf. Küng, Siete papas, págs. 79-133: apretada síntesis de su pontificado) con su posición en dos cuestiones capitales: la encíclica de la píldora y la infalibilidad (Ibidem, págs. 123-130).

Tampoco el pontificado de Bergoglio ha sido revolucionario y progresista radical. ¡Qué más hubiésemos querido algunos! Como dije en Declaraciones a Mallorca Diario, “yo creo que ha sido, en un cierto sentido, un papa reformista. No en el sentido de la doctrina, que no la ha tocado. Creo que ha tenido miedo a que hubiese un cisma en la Iglesia. La oposición que ha tenido Francisco desde el primer día de ser nombrado papa ha sido inimaginable para la gente de la calle. Es algo que a mí me avergüenza. Los cristianos debemos distinguirnos por el testimonio de amor entre nosotros. A Francisco se le odiaba en ciertos ambientes eclesiales, que, por cierto, dicen encarnar la verdad católica y la ejemplaridad de vida.
Este papa, precisamente por ello, no ha abordado reformas doctrinales, aunque, a mi entender, son estrictamente necesarias. Lo que ha marcado son, vamos a llamar, iniciativas, que son tendencias, que no se han consolidado tampoco. Ha fijado un nuevo estilo, a veces desconcertante. Pero, eso sí, coherente con el Evangelio, muy marginado en la Iglesia católica, incluso en cuestiones trascendentales. Ha puesto claramente a Jesús y al Evangelio en el centro de la Iglesia y de la vida de los cristianos”.

En definitiva, la Iglesia católica se halla, en el primer cuarto del s. XXI, sumida en una gran crisis de fe, de moral y de credibilidad. Los diferentes escándalos protagonizados después del Concilio Vaticano II (control de su espíritu reformista, impulso restauracionista o de vuelta al pasado, los innumerables casos de abusos a menores por parte del clero y encubiertos por Roma y los obispos -cf. Delgado, La ‘santidad fingida’ y La verdad silenciada-, la ausencia de vocaciones sacerdotales y religiosas, el abandono de la vida sacramental, etc., etc., han acabado con su ya maltrecha y muy debilitada credibilidad. ¿Cómo ha sido posible tan descorazonador estado de cosas si sus líderes contaban con la asistencia del Espíritu Santo? ¿Qué ha venido ocurriendo desde tiempo inmemorial? Urge, por tanto, cambiar la dinámica existente.
A mi entender, hemos venido asistiendo a una muy gravecrisis de gobierno de la Iglesia, que sólo se explica a partir de la obstinada complicidad de los papas restauracionistas, de la pasividad de los propios obispos y de la falta de iniciativa de los teólogos. Nadie se ha atrevido, salvo contadas excepciones, a impulsar programas reformistasni, sobre todo, a orientar la espiritualidad del Pueblo de Dios hacia la humanización (la condición humana), ni a revisar a fondo el sistema de dominación romano: causa de tantos males en la Iglesia.
En definitiva, así no se puede seguir. Así se camina al precipicio. León XIV, papa continuista en tantas cosas, no parece que garantice, sin embargo, el abordaje de las necesarias reformas de calado. Tropezará, sin duda, con el muro del Magisterio. Esta es la realidad, muy difícil de superar.