“Contra este decreto se levantó improvisamente con violencia todo el grupo de los clérigos afirmando que era él (el papa) herético por cultivar una doctrina absurda...” La continencia autoritaria culmina en celibato dictatorial y violento (s. IX-XI)

Hablemos claro sobre la ley del celibato (12)

El articulo que vengo comentando silencia los siglos IX, X y XI. Tras los concilios de Toledo (el IX, a. 655: hijos de los clérigos sean esclavos de la Iglesia), se fueron dictando leyes y recurriendo incluso a la violencia física. En el s. VIII,por cartas de San Bonifacio al Papa Gregorio II, se sabe que en Alemania pocos obispos y sacerdotes respetaban la continencia. San Bonifacio en el a.742, ordena que los sacerdotes incontinentes estén dos años en la cárcel, tras ser azotados públicamente.

En 836, en Aquisgrán, un sínodo local, llamado Concilio de Aix-la-Chapelle, reconoce el hecho de que en los conventos y monasterios se realizaban abortos e infanticidios para tapar la conducta de muchos monjes y clérigos que no viven en celibato. En 866, el Papa Nicolás I tuvo alguna vacilación en las normas celibatarias. Dijo que no hay que expulsar a los sacerdotes casados; hay que soportarlos. Niega haber autorizado el matrimonio a un diácono; pero afirma que no hay razón para deponer a un sacerdote casado. Fue, según algunos, un gesto de tolerancia con los los Búlgaros, recién convertidos.

El Concilio de Worms (mayo de 868, iglesia de Francia Oriental) muy influenciado por los Concilios de Toledo, ordena a los clérigos mayores abstenerse de las mujeres bajo pena de salir del clero. El a. 888, concilios de Metz (Francia) y de Maguncia (Alemania) prohíben usar del matrimonio anteriormente contraído, e incluso habitar con cualquier mujer, incluida la madre y las hermanas. Se habían denunciado casos de pecar con su propia hermana. Es consecuencia de violentar la propia naturaleza.

En el siglo X, el santo arzobispo Dunstán, de Canterbury (muy venerado en Inglaterra como patrono de armeros, herreros, orfebres, cerrajeros y músicos), al viajar a Roma para recibir el palio arzobispal, el papa Juan XII le hace “Legado” para establecer la disciplina eclesiástica en Inglaterra, con apoyo del rey y ayuda de san Etelwoldo y san Oswaldo. Sustituyeron a muchos sacerdotes seculares por monjes. No había sustitutos para tantos. En ambientes rurales los más siguieron casados, viviendo en paz con sus mujeres  

La primera Dieta de Augsburgo, a. 952 (Juntas del Sacro Imperio Romano Germánico; desde el 952 hasta 1582; las principales en el s. XVI, en la Reforma y guerras religiosas) decretó azotar con varas y cortar el cabello a las concubinas de los clérigos.

La protesta clerical fue permanente. Una carta, aparecida cien años tras la muerte de San Ulrico, obispo de Ausburgo (923- 973), circuló entre el clero de Europa central. Dice exponer la mente del santo. En opinión del pueblo cristiano, el celibato es injusto ya que San Ulrico, conocido por su rigidez moral, apoyaba el matrimonio de los sacerdotes. Decía que “basándose en el sentido común y la Escritura, la única manera de purificar la Iglesia de los peores excesos del celibato es permitir a los sacerdotes que se casen” (Analecta Boll., XXVII, 1908, 474).  

En el siglo XI seguía siendo normal y natural el matrimonio clerical. Se agudizó el problema por las posesiones de las diócesis y de la parroquias. En 1020, en el viaje del papa Benedicto VIII a Bamberg para consagrar su nueva catedral, el papa y el emperador Enrique II acordaron convocar el Sínodo de Pavía, celebrado agosto de 1022, presidido por el papa y del emperador. Se acordó la exigencia canónica de celibato para el clero hasta el subdiaconado. Se dictó que los hijos de sacerdotes no libres con mujeres libres habrían de seguir el estado clerical del padre para que no se perdiese para la Iglesia la herencia de los bienes eclesiásticos.

Un Sínodo local, celebrado en Bourges (Francia) en noviembre de 1031, presidido por su obispo, Aymon de Bourbon, avanzó en radicalidad. Así no habría herederos posibles: “Ningún sacerdote, diácono o subdiácono podrá tomar concubina o esposa; el que la tenga, la debe dejar inmediatamente; el que se niegue, deberá renunciar al ministerio en el acto; el subdiácono antes de la ordenación declarará su voluntad de no tomar concubina o mujer en el futuro. Los hijos de sacerdotes no serán admitidos como clérigos”.

Un caso curioso: el Papa se casa. Benedicto IX, pontífice en tres períodos (1032-1044, abril-mayo de 1045 y noviembre 1047-julio 1048), en el segundo período expulsó a Silvestre III y fue reelegido el 10 de abril de 1045, pero en mayo renunció tras vender, para casarse, su cargo pontificio por 1500 libras de oro al Arcipreste Juan de Graciano, futuro papa Gregorio VI. Se dispensa a sí mismo del celibato y se casa con su amante.

El Papa Nicolás II(1059 -1061) convocó en el primer año de su pontificado un sínodo en Letrán (1059). Decretó la excomunión a los sacerdotes casados que no repudien a sus esposas y prohibir a los laicos participar en sus misas. De esta persecución clerical surgió el término “nicolaísmo”: la lucha de Nicolás II contra el matrimonio de clérigos.

La lucha encarnizada llegó con Gregorio VII (1073-1085), el monje Hildebrando. El año 1074 envía dos cardenales  legados ante el emperador (Enrique III) y ante los obispos alemanes. Quiere organizar un sínodo de los obispos alemanes para deponer a obispos simoníacos y promulgar los decretos romanos sobre la simonía y el celibato clerical. Los decretos habían sido promulgados en su primer concilio romano (Cuaresma de 1074). Su contenido era el mismo de Nicolás II: excomulgar a los sacerdotes casados y movilizar al pueblo contra los que viven con sus esposas. Ante la oposición de los obispos -el sínodo alemán no llegó a celebrarse-, lo quiso lograr con la colaboración del emperador Enrique IV. En una carta (diciembre 1074), llegó a proponer al emperador administrar la Iglesia, mientras él iría a Tierra Santa a conquistar Jerusalén, para imponer vía civil lo que por vía eclesial no lograba. La historia hizo imposible este camino. Se limitó a enviar cartas a los obispos de Francia y Alemania instándoles con graves censuras a obedecer. El monje Lamberto (director de la Escuela de la Abadía de Hersfeld entre 1063 y 1073, cronista de su tiempo) cuenta en sus Annales: “Contra este decreto se levantó improvisamente con violencia todo el grupo de los clérigos afirmando que era él (el papa) herético por cultivar una doctrina absurda. El ha olvidado la palabra del Señor que dice: no todos pueden entenderlo sino sólo aquellos a los que les ha sido concedido. Y el Apóstol: si no saben vivir en continencia, se casen. El papa quiere constreñir a los hombres de manera violenta a vivir como ángeles, negando el camino habitual de la naturaleza; habría dejado libre salida para la fornicación y para la inmundicia. Si él insiste en mantener su idea, estarían más dispuestos a abandonar el sacerdocio que a dejar a la mujer y entonces él habría necesitado conseguir ángeles para dirigir la iglesia de Dios (al rechazar a los hombres). A pesar de todo, Hildebrando permaneció firme en su convencimiento y metió a los obispos en una grave discordia entre ellos, mandándoles a ellos legaciones a propósito, una después de otra. Para hacer que se aplicaran los dictámenes de la iglesia de Roma, mientras que en aquellos que desobedecían recaían graves censuras apostólicas...”.

Es propio de la dictadura en que llegó a convertirse la Iglesia. En 1075, Gregorio VII publicó el “Dictatus Papae”, veintisiete enunciados, donde resume su poder absoluto civil y eclesial. Sostiene  que el Papa es señor supremo del mundo y de la Iglesia, por encima de príncipes, reyes, emperador, obispos, Iglesias locales, regionales y nacionales, concilios. Todos deben someterse a él. “Él sólo puede llevar las insignias imperiales” (VIII). “Todos los príncipes deben besar los pies solamente del Papa” (IX). “La Iglesia Romana no ha errado y no errará nunca, según testimonio de las Escrituras” (XXII).

Cerró el siglo XI el papa Urbano II (1088-1099), en pleno conflicto de las Investiduras y la práctica común de simonía, nepotismo y matrimonio clerical. Enseguida se declaró seguidor de Gregorio VII: “todo lo que él rechazaba, yo lo rechazo, lo que él condenaba, yo lo condeno, lo que él amaba, yo lo abrazo, lo que él consideraba como verdadero, yo lo confirmo y apruebo”. En el año 1095, autoriza vender a las esposas de los sacerdotes como esclavas y que sus hijos sean abandonados por los clérigos. Siguiendo esta pauta, el arzobispo de Reims, en 1099, autorizó al conde de Flandes a encarcelar a las esposas de los clérigos. Uno de tanto ecos de la inhumanidad reinante en este siglo “oscuro”.

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