Los estilos de vida y las cosmovisiones son reflejos también de Dios, y hay que tratarlos con respeto, sin juzgarlos desde nuestras estructuras mentales En torno a “Querida Amazonía” (V): el “sueño cultural” amazónico

Respeto a los derechos de los pueblos y las culturas

El capítulo segundo recrea el “sueño cultural”. Con gran respeto se acerca el Papa a la cultura amazónica. Lejos de su mente está la pretensión de “colonizarla”. Supone que toda cultura merece ser atendida. Y, por ello, recalca que hay que “cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir” (n. 28). La diversidad cultural amazónica es enorme. Lo que Francisco llama “el poliedro amazónico” contiene pueblos y nacionalidades diversas, y “más de 110 pueblos indígenas en aislamiento voluntario” (n. 29). No son “salvajes incivilizados”. Su cultura diferente no supone carencia de valor. Los colonizadores los empujaron hacia lo profundo de la selva. Hoy la “desertificación” les lleva a muchos a las periferias y a la marginalidad en grandes ciudades. Pierden valores, raíces, referencias... y están siendo descartados social y culturalmente (n. 30). Los que siguen viviendo en su tierra mantienen identidad cultural rica, aunque “difícil de entender con esquemas mentales externos” (n. 31). Sus estilos de vida y cosmovisiones son reflejos también de Dios, y hay que tratarlas con respeto, sin juzgarlas desde nuestras estructuras (n. 32).

Bajo el epígrafe de “Cuidar las raíces”, son invitados los jóvenes amazónicos a «hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer, florecer y fructificar». Entre esas raíces está para los bautizados “la historia del pueblo de Israel y de la Iglesia hasta el día de hoy. Conocerlas es una fuente de alegría y sobre todo de esperanza que inspira acciones valientes y valerosas” (n. 33). Era una actividad muy añeja la transmisión de sabiduría popular por parte de “habladores” que recorrían las aldeas y creaban comunidad cultural y lazos entre pueblos. Los ancianos son testigos de dichas narraciones y una buena fuente hoy para conocerlas (n. 34). Y últimamente es una buena nueva el que se estén recopilando narraciones e historias que dan sentido a sus costumbres. Está, además, reverdeciendo la creación de poesía inspirada en la riqueza biológica, ecológica y social de la Amazonía (n. 35).

Es importante el “encuentro intercultural” entre la cultura masivamente urbana y la “enlazada con la naturaleza”. Una y otra tienen sus carencias. “Consumismo, individualismo, discriminación, desigualdad...” son límites hirientes de nuestras culturas avanzadas. Tenemos mucho que aprender del sentido comunitario y amor a la tierra de las culturas de las etnias amazónicas (n. 36).

“La identidad y el diálogo no son enemigos”, subraya la exhortación papal. En el diálogo se cultiva la identidad cultural y se abre a experiencias y caminos nuevos. Con una cita de S. Juan Pablo II, sentencia: “una cultura puede volverse estéril cuando «se encierra en sí misma y trata de perpetuar formas de vida anticuadas, rechazando cualquier cambio y confrontación sobre la verdad del hombre» (S. Juan Pablo II, enc. Centesimus annus, 50). Pero es muy importante tener conciencia de que toda cultura es un tesoro de la humanidad. De aquí que todos somos corresponsables de la riqueza cultural de todos. No tiene sentido exigir que una cultura evolucione hacia la nuestra de forma ingenua y supremacista. No siempre nuestra “civilización” es más humana (n. 37). El Episcopado Latinoamericano y del Caribe, reunido en Aparecida (29 junio 2007) reconocía la humanidad y el buen talante de los pueblos amazónicos, dispuestos a compartir en igualdad de condiciones, sin supremacismo, sus riquezas culturales y celebrativas con los demás pueblos originarios. De esta constatación se hace eco el Papa diciendo que “en la Amazonia, aun entre los diversos pueblos originarios, es posible desarrollar «relaciones interculturales donde la diversidad no significa amenaza, no justifica jerarquías de poder de unos sobre otros, sino diálogo desde visiones culturales diferentes, de celebración, de interrelación y de reavivamiento de la esperanza»” [Documento Aparecida, 97]” (n. 38).

El Papa supone que “la economía globalizada daña sin pudor la riqueza humana, social y cultural” (n. 39). Más que un supuesto, pienso, es la experiencia de nuestro mundo globalizado, donde la economía no está al servicio de las personas, sino al servicio del capital insaciable. A ello añade las migraciones forzadas que rompen las familias, portadoras de valores y culturas. Y los medios de comunicación de masas que hablan el lenguaje de los colonizadores, e intentan imponer la cultura imperial. Ante el hecho de “culturas amenazadas y pueblos en riesgo”, Francisco apoya la propuesta del Documento preparatorio del Sínodo: “promover para los pueblos originarios «comunicaciones alternativas desde sus propias lenguas y culturas» y que «los propios sujetos indígenas se hagan presentes en los medios de comunicación ya existentes» [Instrumentum laboris, 123, e]” (n. 39).

Por fin, la Exhortación sueña con que todo proyecto para el bioma amazónico cuente con “los derechos de los pueblos y las culturas”. No concreta el Papa cuáles son esos “derechos”, pero sin duda se está refiriendo a los “Derechos” recogidos en las conocidas “Declaraciones” del Convenio 169 de la OIT y la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. El Convenio 169 de la OIT se publicó y ratificó en 1989. La Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU (13 septiembre 2007) recoge lo mejor del Convenio 169. Sus decisiones son consideradas hoy como ingredientes éticos indispensables para de toda organización de pueblos originarios. Estas son las directrices principales:

  1. Disfrute pleno de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos en la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 1)
  2. Libres e iguales a todos los demás pueblos (art. 2); libre determinación para perseguir su desarrollo económico, social y cultural (art. 3); autonomía y autogobierno en cuestiones relacionadas con asuntos internos y locales (art. 4).
  3. Tienen derecho a conservar y reforzar sus propias instituciones políticas, jurídicas, económicas, sociales y culturales..., a participar plenamente, si lo desean, en la vida política, económica, social y cultural del Estado (art. 5)
  4. Los pueblos indígenas tienen el derecho colectivo a vivir en libertad, paz y seguridad... y no serán sometidos a ningún acto de genocidio ni a ningún otro acto de violencia, incluido el traslado forzado de niños del grupo a otro grupo (art. 7)

Francisco saca la consecuencia lógica de estos derechos. Desde los “derechos de los pueblos y las culturas”, no puede desenvolverse ningún pueblo sin “el continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia cultura”. Recuerda lo dicho en su encíclica: “Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo humano” [Carta enc. Laudato si’ 144]. La “calidad de vida” es un concepto relativo a la cultura y hábitos del grupo humano. Las culturas surgen y crecen en un entorno muy concreto. Cuando dicho entorno cambia, la cultura cambia. Cuando el entorno es la naturaleza de bosques y ríos, la calidad de vida está sujeta al bienestar de bosques y ríos. Cuando éstos son dañados, “la calidad de vida” se resiente. Aquí entronca con el sueño ecológico: que se “custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas” (n. 7).

Leganés (Madrid) 30 abril 2020

Volver arriba