Homilía del cardenal Aguiar en el Año Jubilar de la Esperanza de María "La libertad es algo más que una ley; es un espíritu dentro de nosotros"

Cardenal Aguiar
Cardenal Aguiar

“'El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor'”

"En esta página del Evangelio de San Lucas, se nos abre la panorámica de este año jubilar. Debemos contagiarnos unos a otros"

“El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor”

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Esto fue lo que dijo Jesús en Nazaret, y terminó diciendo:“Hoy se ha cumplido esta escritura que acaban de oír”.

¿Por qué?Porque Él era el Hijo de Dios encarnado, que se hacía presente para traernos la buena nueva a todo aquel que se descubre frágil, vulnerable, necesitado del otro; es decir el pobre.

“Proclamar a los cautivos la libertad”. ¿Cuántos esclavos hay en nuestra sociedad?

No solo en la esclavitud oficial, sino también en las adicciones, en los celos, en los conflictos, y en las adversidades que las personas enfrentan y no saben cómo asumir.

La libertad, entonces, es algo más que una ley; es un espíritu dentro de nosotros, para abrir nuestro corazón a los demás, compartir con ellos, y fraternizar.

También dice: “Y a los ciegos, la vista”. Porque, aunque todos los aquí presentes creemos por la fe, hay otros ciegos en nuestra sociedad, que no ven la buena nueva, que no la perciben de ninguna manera. Son ciegos ante el Reino de Dios, que se hace presente y camina con nosotros a través de Jesús.

Más adelante, Jesús dice: “A poner en libertad a los oprimidos”. Oprimidos, deprimidos, todos aquellos que se sienten fatigados, cansados, y que ya no encuentran la alegría inmensa de vivir. Ante cualquier situación de opresión, al llevar a Jesús, descubrimos la presencia de Cristo en medio de nosotros. El Reino de Dios ya ha comenzado; Jesús camina con nosotros.

En esta página del Evangelio de San Lucas, se nos abre la panorámica de este año jubilar.Debemos contagiarnos unos a otros, como nos lo pide el Papa Francisco y como nos lo dice hoy la Carta a los Hebreos: “Tengan gran respeto al matrimonio y lleven una vida conyugal irreprochable, en amor y fidelidad”. Que todo hogar reciba este mensaje.

La Deidad de Cristo — EB Global: Enfoque Bíblico / Bible Focus

Ahora les pregunto: ¿quién no tiene un cuadro de Cristo o de la Virgen María en su casa? Quienes lo tengan, levanten la mano. Cada vez que vean esa imagen, recuerden que Cristo está con ustedes, con cada hogar y cada familia, promoviendo el amor y la fidelidad entre esposos, padres, hijos, hermanos, abuelos, y nietos. Además, nos da la fidelidad sin pensarlo. Si estamos siempre conscientes de su presencia en medio de nosotros, seremos fieles. Vivir la fidelidad consiste en dar crédito a lo que Jesús nos ha dicho, y en aceptar el amor y la ternura de María, bajo la hermosa vocación de Guadalupe.

La Carta a los Hebreos también afirma: “Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se olviden de practicar la hospitalidad; acuérdense de los que están presos, de los que no tienen libertad. No tengan codicia, no haya entre ustedes avidez por las riquezas”. Contentémonos con lo que tenemos. Como dice el Papa Francisco, el mal entra por el bolsillo. La riqueza puede desviarnos del rumbo de nuestra vida, ya que, aunque necesitamos dinero como necesitamos comer, no debemos buscar enriquecernos por el simple deseo de hacerlo. La avaricia nos ciega y obstaculiza las relaciones fraternas.

Para todo esto, la Carta a los Hebreos nos invita a tener plena confianza. Preguntémonos: ¿cuánta confianza he puesto en que Dios camina conmigo, que me acepta como su hijo y estará conmigo en las buenas y en las malas? Preguntémonos y tengamos esa confianza, porque, como dice el texto: “El Señor cuida de mí. ¿Por qué habría de temer a los hombres? El Señor cuida de mí.”

El Papa siempre pide que recemos por los pastores, por aquellos que cuidan de los demás. Y no solo por los ministros oficiales como diáconos, presbíteros y obispos, sino también por cada uno de nosotros. El padre es pastor de su hogar, la madre es pastora de su hogar, y el hermano mayor es pastor de su hermano menor. Todos somos pastores si cuidamos de nuestro prójimo.

Jesucristo termina diciendo: “Es el mismo ayer, hoy y siempre, que dio su vida en la cruz y resucitó”. ¿Cómo se llama este templo? La Esperanza de María. María, cuando vio morir a su hijo, confiaba en lo que Él había predicho: que al tercer día resucitaría.

Así fue la esperanza de María: y al tercer día, Jesús resucitó.

Terminemos, pues, nuestra reflexión con esta hermosa expresión del salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación”. Digámoslo todos juntos: “El Señor es mi luz y mi salvación. ¿A quién temeré? Tendré plena confianza en el Señor, porque el Señor es mi salvación. No me abandones, ni me dejes solo, mi Dios y salvador”.

¡Que así sea!

Luz
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