"Cuando nos refugiamos en Dios, nos levantamos" "La esperanza nos fortalece"

"En el mensaje escrito por el papa Francisco a principios de año con motivo de la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo, volvía a incidir en ello cuando nos decía que con la esperanza fuéramos fuertes ante la tribulación"
"El papa Francisco ha sido un claro ejemplo de entrega a Dios y al pueblo durante la enfermedad. En su mensaje, expresaba que el dolor puede suscitar muchas dudas y reflexiones sobre el sentido de la vida"
"Tropezar con la enfermedad puede ser una oportunidad para acercarse a Dios. Y aprender a compartir con Dios y con quienes nos rodean el proceso de la enfermedad nos ayuda y alivia"
"Tropezar con la enfermedad puede ser una oportunidad para acercarse a Dios. Y aprender a compartir con Dios y con quienes nos rodean el proceso de la enfermedad nos ayuda y alivia"
Este año jubilar lo empezábamos con el deseo del papa Francisco de que fuéramos peregrinos de esperanza. En el mensaje, escrito por el papa Francisco a principios de año con motivo de la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo, volvía a incidir en ello cuando nos decía que con la esperanza fuéramos fuertes ante la tribulación. Hoy celebramos la Pascua del enfermo sin su presencia física, pero con su mensaje alentador.
En sus últimos meses, cuando su enfermedad se agravó, el papa Francisco fue un testigo del mensaje que escribió para esta Jornada. Vivimos su evolución con inquietud por la incertidumbre de su frágil estado de salud. Estábamos a su lado con nuestra oración y nos despedimos de él con el amor y la serenidad que nos había transmitido.
El papa Francisco ha sido un claro ejemplo de entrega a Dios y al pueblo durante la enfermedad. En su mensaje, expresaba que el dolor puede suscitar muchas dudas y reflexiones sobre el sentido de la vida. Ciertamente, la enfermedad nos debilita, nos hace sentir vulnerables e intranquilos. Son momentos en los que necesitamos fuerza y podemos encontrarla en la gracia de Dios y en la fuerza que proviene del Espíritu Santo.

Tropezar con la enfermedad puede ser una oportunidad para acercarse a Dios. Perdemos la vitalidad, pero Cristo nos acompaña y nos brinda consuelo y fortaleza. La fragilidad se transforma en un espacio donde se manifiesta el amor de Dios. La enfermedad es una experiencia que nos hace darnos cuenta de que, incluso en medio del dolor, Dios está a nuestro lado.
Cuando nos refugiamos en Dios, nos levantamos. Él nos ayuda a recuperar la esperanza, que no es un simple deseo humano, sino un regalo divino. En la Pascua de resurrección de Jesucristo descubrimos el fundamento último de esta esperanza: nada podrá separarnos del amor de Dios (cf. Rom 8,38-39). Esta certeza es la que nos sostiene ante las pruebas de la vida. Jesús resucitado, tal como hizo con los discípulos de Emaús, camina con nosotros, ilumina nuestras dudas y hace que lo reconozcamos, para darnos coraje y esperanza.
Aprender acompartir con Dios y con quienes nos rodean el proceso de la enfermedad nos ayuda y alivia. Los hospitales son lugares de aprendizaje y crecimiento mutuo donde se cultivan la fe, el amor y la esperanza.
El hospital es un espacio donde nadie va por gusto y donde nos reconforta la dimensión humana de muchas personas: personal sanitario, enfermos, familiares, amigos, voluntarios y religiosos. Todos ellos nos acogen, acompañan y velan por nosotros, por nuestro bienestar físico, psicológico y espiritual; somos su prioridad, porque somos vulnerables. Todos ellos son “ángeles de esperanza”, testigos del amor de Dios en la vida cotidiana. El servicio que hacen con ternura, con paciencia y con mucho amor, ¡agradezcámoslo! Dios quiera que todos podamos ser “ángeles de esperanza” y ser una red de fraternidad y de luz en medio de la oscuridad.
Hagamos que nuestros centros sanitarios, las “casas de misericordia”, como decía el papa Francisco, sean un verdadero ejemplo de caridad cristiana donde se encarne el amor de Dios. Hagamos que esta experiencia se extienda fuera de los hospitales, en nuestro entorno cercano y en la calle.
Queridos hermanos y hermanas, que María cuide de nuestros enfermos y de todas aquellas personas que los cuidan. María, auxilio de los cristianos, brilla sobre nosotros y guíanos en el camino del cuidado y la atención a quienes viven la fragilidad de la enfermedad.

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