Candoroso entusiasmo

Rumiando sus secretos, sacudidos y estremecidos por la gravedad y el duelo del otoño que ha pelado los árboles, en silencio no enfadado por momentos asfixiante, iban descendiendo meditabundos por senderos entrelazados, a veces oscuros tapados por la maleza, a veces iluminados por las aperturas de la espesura, del lobo, del raposo, del jabalí y de los conejos. La fosca oscuridad de la noche ya lo ha había llenado todo e iba diluyendo la alegre ilusión de qué pasará. En sueños, extendieron muchas veces los brazos, pero solo abrazaron la memoria desteñida de los recuerdos que, al despertar, volaban en las alas de los pitidos lejanos de aquel tren que se había escapado por puentes y valles, túneles y crestas. Entonces una tristeza contenida los miraba desde sus ventanas desde allá por donde en tren se habían esfumado los recuerdos llameantes como llamas.  Llegaron el alba amanecida y la hilera de los días y los encontró lejos de la esperanza que había forjado la imaginación candorosa del entusiasmo. Algunos días pasó rozándolos el fulgor del embeleso de aquella tarde silvestre que el viendo desbarató. Pd. Me lo contó llenando el vaso de lágrimas.

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