Dolor y esperanza en Santiago

Resulta difícil escribir post como éste. Metidos en la vorágine de la JMJ, anoche nos asaltó una noticia, que pronto tomó visos de tragedia y que se ha confirmado como uno de los grandes horrores de la historia de nuestro país: el tremendo accidente de tren junto a Santiago, la víspera del Apóstol. De momento, 78 víctimas mortales y otras 140 heridos, de los que al menos una veintena están en estado crítico.

"Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa"


reza el magnífico poema de Rosalía de Castro. A morte en Santiago. Abrumadora. Rotunda. Infame. Que te deja sin palabras, sin capacidad de reacción. Y, sin embargo, a los pocos minutos del accidente, cuando todavía no se conocía la magnitud de la tragedia, fueron decenas los vecinos que arriesgaron su vida y bajaron a las vías, armados con radiales, piedras y demás para ayudar a las víctimas. Que se enfrentaron a las explosiones y salvaron decenas de vidas. Que trasladaron a heridos con improvisadas camillas hechas de maderos. Que dieron una nueva muestra de que el pueblo gallego, el pueblo español, es solidario en momentos de dificultad.

Miles de personas se agolparon ante los hospitales para donar sangre. Psicólogos y voluntarios atienden a los familiares de las víctimas. Los que tenemos fe, oramos desde nuestras casas por las víctimas de este horror. Los profesionales han hecho, y seguirán haciendo, horas y horas de trabajo sin descanso, casi sin comer, sin dormir. Muchos, en Santiago, han colapsado la catedral en la que Julián Barrio ha mostrado su dolor, y su esperanza. El Papa, apenas se enteró, mostró desde Brasil su solidaridad y oración, al igual que todos los obispos españoles. También, como no podía ser de otro modo, los responsables del resto de confesiones presentes en nuestro país.

Ahora, todo nuestro ánimo, toda nuestra oración, todo nuestro apoyo, debe ir a las víctimas y a sus familias. Consternados, sí, pero entendiendo que ahora lo importante es arropar, abrazar y acompañar. Las mismas palabras que utilizaba anoche Francisco cuando hablaba a las víctimas de otra plaga, la de la droga. Dolor y esperanza en Santiago. Xove en Río. Por dentro y por fuera. Pero saldrá el sol. Confiemos en quien nunca nos abandona.
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