Jueves santo 2025 en la parroquia de san Gerardo de Mayela en Bogotá Rafael Prada: “Cuando Jesús anuncia un mandamiento nuevo no nombra a Dios”

“Nosotros Redentoristas tuvimos sacerdotes en la antigua URSS, que fueron martirizados por celebrar eucaristía”
“El lavatorio de los pies a otros era propio de los esclavos, no de la gente libre”
“La oración que no termina en un acto concreto de amor al prójimo, no es más que un conjunto de ritos externos”
“La oración que no termina en un acto concreto de amor al prójimo, no es más que un conjunto de ritos externos”

José Rafael Prada Ramírez en su juventud pudo ser jugador del primer equipo de Santa fe, club capitalino de fútbol, hasta cuando alguien le insinuó que su carrera de futbolista sería mucho más corta que la del sacerdocio. Ahora, provincial de los padres redentoristas en Colombia recuerda esa anécdota en sus diálogos informales con los parroquianos de san Gerardo de Mayela en Bogotá, donde cada domingo comenta el Evangelio, con apuntes de psicología, materia en la que es profesional, y con un estilo sencillo y familiar.
El jueves santo 2025 pronunció la homilía que se reporta a continuación, y que como es habitual en este día, subraya el testamento de Cristo antes de su pasión y muerte: la eucaristía, el sacerdocio y el mandamiento del amor.

Queridos hermanos y hermanas.
No hay Iglesia sin eucaristía.
Desde el comienzo de la Eucaristía, apareció por la necesidad de manifestar en ese sacramento el amor de Dios por nosotros y el amor de nosotros unos por otros.
Por eso en la persecución de los romanos contra los cristianos, aquellos cristianos primero celebraban en las casas y luego en las catacumbas, pero no se quedaron sin eucaristía; o en público o en privado a las escondidas, pero la Eucaristía era la Eucaristía.
¿Y eso desde cuándo?
Desde los inicios del cristianismo, hasta hace poco. Nosotros Redentoristas tuvimos sacerdotes en la antigua URSS, que fueron martirizados por celebrar eucaristía. A uno de ellos lo agarraron en la celebración de la eucaristía y ¿saben qué hicieron con él? Lo clavaron en una pared como Cristo.
Pero la eucaristía no nos la dejamos quitar sea como sea, porque es la vida de nosotros, es el pan, es el vino, es la congregación con Dios y con los hermanos

La eucaristía, la tenemos gracias al sacerdocio
Los sacerdotes hemos sido construidos no por ser santos; si fuera por santidad seguramente muchos de nosotros no lo seríamos; pero Dios así como escogió doce apóstoles de los cuales uno fue traidor y otro lo negó cuando llegó el momento de la pasión y los otros que “sacaron el cuerpo”, hasta san Juan en un primer momento hizo lo mismo.
Sin sacerdotes no hay eucaristía. Es la relación entre eucaristía y sacerdote; por eso tenemos que orar nosotros, de manera especial hoy por las intenciones de los sacerdotes que escribimos y depositamos en una caja al lado del altar. Casi todos tenemos un amigo sacerdote. Estimamos a los sacerdotes cuando se entregan al servicio de nuestras comunidades
Actualmente, hay crisis vocacionales y eso se nota. Por ejemplo, hay lugares en Francia donde antes eran 50 parroquias y ahora es una sola parroquia con un solo sacerdote a la cabeza, buscando colaboradores para que vengan a celebrar misas.

El mandamiento del amor a los hermanos
En este día, nuestra comunidad está representada por los mismos varones y señoras de la parroquia.
El lavado de los pies muestra el amor tan grande que Dios nos da a los seres humanos y que quiere que los seres humanos nos demos unos a otros.
El lavatorio de los pies a otros era propio de los esclavos, no de la gente libre; y Jesús escoge lo último de lo último, lo más difícil, lo más bajo, del esclavo para lavarle los pies a los 12 apóstoles y anunciar dos veces un mandamiento nuevo “que os améis unos a otros como yo os he amado”. (Juan 13,34 y Juan 15,12).
Ahí está la raíz de nuestra relación con Dios, porque cuando dice Jesús un mandamiento nuevo no nombra a Dios.
En el Antiguo Testamento importante amar a Dios. Y ahora aparece Jesús que en cierta manera quita a Dios y pone al hermano como en el capítulo 25 de Mateo 25 cuando dice “tú me diste de comer, me visitaste, me acogiste…”

Si alguno nos preguntara cuáles son las condiciones para salvarnos, orar a la Santísima Virgen María, al Señor de los Milagros, hacer procesiones todo eso bueno pero no es lo esencial. Lo esencial es amarnos unos a otros. Porque en cada uno de nosotros habita la Santísima Trinidad y amándonos unos a otros estamos amando a Dios.
Por eso preferimos un ateo que dice no creer en Dios pero que ama a los otros, a un cristiano que dice creer en Dios pero odia a los demás.
Si la oración no termina en un acto concreto de amor por el prójimo, no es más que un conjunto de ritos externos. Al Señor no le agrada ese ritualismo exagerado. A Dios le gusta más el rito de amarnos, de perdonarnos, de darnos la mano, de colaborar.
Aprovechemos estos momentos para llamar a alguna persona con la que no nos hablamos hace años; busquemos la reconciliación. Aprovechemos estos momentos para prometerle al Señor que no vamos a seguir haciendo negocios sucios. Aprovechemos, para decirle al señor que vamos a ser fieles en el matrimonio, en el sacerdocio y en la vida religiosa. De lo contrario, será como “agua al pato”, que cae, pero no penetra.

Por eso la guerra entre Rusia y Ucrania, la guerra de palestinos e israelíes por la tierra. Y entre nosotros, el llanto de una madre por la muerte de su hijo policía, el asesinato de una mujer trans, de una mujer pobrecita prostituta o de un hombre cualquiera que llevaba dinero y que es masacrado por robarlo. Esto pasa todos los días.
En Colombia, creemos que a base de aviones, en compra de aviones y en compra de tanques de guerra, vamos a resolver el problema.
Vamos a solucionar el problema es a base de amor, a base de diálogo, lavando los pies unos a otros, a base de comprensión, a base de cariño, como nos invita el Señor en este jueves santo.
