Misa sobre el Mundo (T. de Chardin)
El fuego en el Mundo
(continuación)
Enriquecido por la savia del Mundo, subo hacia el Espíritu que me sonríe más allá de toda conquista, envuelto en el esplendor concreto del Universo. Y no sabría decir, perdido en el misterio de la Carne divina, cuál es la más radiante de estas dos beatitudes: haber encontrado al Verbo para dominar la Materia o poseer la Materia para llegar hasta la luz luz de Dios y experimentar sus efectos.
Haz, Señor, que tu descenso bajo las Especies universales no sea para mí estimado y acariciado sólo como el fruto de una especulación filosófica, sino que se convierte verdaderamente en una Presencia real. En potencia y de hecho, lo queramos o no, Tú te has encarnado en el Mundo y vivimos pendientes de Tí. Mas de hecho es necesario (¡y cuánto!) que estés igualmente próximo a todos nosotros.
Situados, todos juntos, en el seno de un mismo Mundo, formamos, sin embargo, cada uno de nosotros nuestro pequeño Universo, en el que la Encarnación se opera independientemente, con una intensidad y unos matices incomunicables.
Y he aquí por qué en nuestra oración en el altar pedimos que la consagración se haga para nosotros: "Ut nobis Corpus et Sanguis fiat.." (que se haga para nosotros Cuerpo y Sangre). Si creo firmemente que todo en torno de mí es el Cuerpo y la Sangre del Verbo, entonces para mí (y en cierto sentido para mí solo) se produce la maravillosa "Diafanía" que hace transparezca objetivamente en la profundidad de todo hecho y de todo elemento el calor luminoso de una misma Vida. Si por desgracia, mi fe se debilita, inmediatamente la fe se apaga, todo se hace oscuro, todo se descompone.
Señor, en este día que está comenzando acabas de descender. ¡Ay! ¡Qué infinita diversidad en los grados de tu Presencia para los mismos acontecimientos que se preparan y que todos nosotros experimentaremos! Tú puedes estar un poco, mucho, cada vez más, o no estar en absoluto en las mismas circunstancias, exactamente, que están a punto de envolverme a mí y de envolver a mis hermanos.
Para que ningún veneno me dañe hoy, para que ninguna muerte me mate, para que ningún vino me embriague, para que te descubra y te sienta en toda criatura, ¡haz, Señor, que crea!
Presencia de Dios en el Mundo
IV. Cuando tu Presencia, Señor, me hubo iluminado con su luz, quise encontrar en Ella la Realidad tengible por excelencia.
Ahora que ya te poseo, Consistencia suprema, y que me siento llevado por Tí, me doy cuenta de que el fondo secreto de mis deseos no era abrazar, sino ser poseído.
No es como un rayo ni como una sutil materia, sino como Fuego, como yo Te deseo, y como Te he adivinado, en la intuición del primer encuentro. No encontraré reposo, me doy perfecta cuenta de ello, más que si una influencia activa proveniente de de Tí cae sobre mí para transformarme...
¡Hé aquí el Universo ardiente!
Que las profundidades astrales se dilaten, pues, en un receptáculo cada vez más prodigioso de soles reunidos.
Que las radiaciones prolonguen sin término, por ambas partes del espectro, la gama de sus matices y de su penetración.
Que la vida extraiga a mayor profundidad todavía la savia que circula por sus innumerables ramas...
Que nuestra percepción se acreciente sin fin con las potencias secretas que duermen, y con las infinitamente pequeñas que bullen, y con las inmensidades que se nos escapan porque no vemos más que un punto de ellas.
El místico saca una alegría sin mezclas de todos estos descubrimientos, cada uno de los cuales se sumerge un poco más en el Océano de la Energía. Porque jamás se sentirá lo suficientemente dominado por las Potencias de la Tierra y de los Aires para ser subyugados por Dios en la medida de sus deseos.
Dios, sólo Dios, en efecto, agita con su Espíritu la masa del Universo en fermentación.
-------------------------------------------------
Del Universo flamígero de Teilhard pasemos al lirismo bucólico de san Juan de la Cruz
Cántico Espiritual
(continuación)
Esposa
¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero,
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan,
de Tí me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjanme muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
Mas ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en tí concibes?
¿Por qué, pues, has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me lo has robado,
¿por qué así lo dejaste
y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para tí quiero tenellos.
Descubre tu presencia
y máteme tu vista y hermosura:
mira que la dolencia
de amor que no se cura
sino con la presencia y la figura.
¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
Apártalos, Amado,
que voy de vuelo...
www.porunmundomasjusto
(continuación)
Enriquecido por la savia del Mundo, subo hacia el Espíritu que me sonríe más allá de toda conquista, envuelto en el esplendor concreto del Universo. Y no sabría decir, perdido en el misterio de la Carne divina, cuál es la más radiante de estas dos beatitudes: haber encontrado al Verbo para dominar la Materia o poseer la Materia para llegar hasta la luz luz de Dios y experimentar sus efectos.
Haz, Señor, que tu descenso bajo las Especies universales no sea para mí estimado y acariciado sólo como el fruto de una especulación filosófica, sino que se convierte verdaderamente en una Presencia real. En potencia y de hecho, lo queramos o no, Tú te has encarnado en el Mundo y vivimos pendientes de Tí. Mas de hecho es necesario (¡y cuánto!) que estés igualmente próximo a todos nosotros.
Situados, todos juntos, en el seno de un mismo Mundo, formamos, sin embargo, cada uno de nosotros nuestro pequeño Universo, en el que la Encarnación se opera independientemente, con una intensidad y unos matices incomunicables.
Y he aquí por qué en nuestra oración en el altar pedimos que la consagración se haga para nosotros: "Ut nobis Corpus et Sanguis fiat.." (que se haga para nosotros Cuerpo y Sangre). Si creo firmemente que todo en torno de mí es el Cuerpo y la Sangre del Verbo, entonces para mí (y en cierto sentido para mí solo) se produce la maravillosa "Diafanía" que hace transparezca objetivamente en la profundidad de todo hecho y de todo elemento el calor luminoso de una misma Vida. Si por desgracia, mi fe se debilita, inmediatamente la fe se apaga, todo se hace oscuro, todo se descompone.
Señor, en este día que está comenzando acabas de descender. ¡Ay! ¡Qué infinita diversidad en los grados de tu Presencia para los mismos acontecimientos que se preparan y que todos nosotros experimentaremos! Tú puedes estar un poco, mucho, cada vez más, o no estar en absoluto en las mismas circunstancias, exactamente, que están a punto de envolverme a mí y de envolver a mis hermanos.
Para que ningún veneno me dañe hoy, para que ninguna muerte me mate, para que ningún vino me embriague, para que te descubra y te sienta en toda criatura, ¡haz, Señor, que crea!
Presencia de Dios en el Mundo
IV. Cuando tu Presencia, Señor, me hubo iluminado con su luz, quise encontrar en Ella la Realidad tengible por excelencia.
Ahora que ya te poseo, Consistencia suprema, y que me siento llevado por Tí, me doy cuenta de que el fondo secreto de mis deseos no era abrazar, sino ser poseído.
No es como un rayo ni como una sutil materia, sino como Fuego, como yo Te deseo, y como Te he adivinado, en la intuición del primer encuentro. No encontraré reposo, me doy perfecta cuenta de ello, más que si una influencia activa proveniente de de Tí cae sobre mí para transformarme...
¡Hé aquí el Universo ardiente!
Que las profundidades astrales se dilaten, pues, en un receptáculo cada vez más prodigioso de soles reunidos.
Que las radiaciones prolonguen sin término, por ambas partes del espectro, la gama de sus matices y de su penetración.
Que la vida extraiga a mayor profundidad todavía la savia que circula por sus innumerables ramas...
Que nuestra percepción se acreciente sin fin con las potencias secretas que duermen, y con las infinitamente pequeñas que bullen, y con las inmensidades que se nos escapan porque no vemos más que un punto de ellas.
El místico saca una alegría sin mezclas de todos estos descubrimientos, cada uno de los cuales se sumerge un poco más en el Océano de la Energía. Porque jamás se sentirá lo suficientemente dominado por las Potencias de la Tierra y de los Aires para ser subyugados por Dios en la medida de sus deseos.
Dios, sólo Dios, en efecto, agita con su Espíritu la masa del Universo en fermentación.
-------------------------------------------------
Del Universo flamígero de Teilhard pasemos al lirismo bucólico de san Juan de la Cruz
Cántico Espiritual
(continuación)
Esposa
¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero,
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan,
de Tí me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjanme muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
Mas ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en tí concibes?
¿Por qué, pues, has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me lo has robado,
¿por qué así lo dejaste
y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para tí quiero tenellos.
Descubre tu presencia
y máteme tu vista y hermosura:
mira que la dolencia
de amor que no se cura
sino con la presencia y la figura.
¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
Apártalos, Amado,
que voy de vuelo...
www.porunmundomasjusto