Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del Cristianismo
Capítulo Quinto
Ideas y creencias en la Europa moderna
Siglos XVIII-XX
Carácter ecuménico de la verdad
En una imagen que repite frecuentemente, parece como si quisiera ofrecernos la doctrina del sentir ecuménico de hoy, aceptado por todos los teólogos, él entre ellos, de que la verdad no es exclusiva de nadie: "La verdad tiene el privilegio eucarístico de vivir a un tiempo e igualmente en cuantos cerebros se llegan a ella".
En otro momento completará esta afirmación diciendo: Cada individuo es un órgano de percepción distinto, por lo que todos somos insustituibles en su elaboración. Diríase que presenta la verdad como un mosaico inacabado, en cuya composición todos tenemos que aportar nuestra propia versión de la verdad, para poder completarlo (Renan I, 444; Confesiones de El espectador. Verdad y perspectiva II, 19).
Otros filósofos sostienen igualmente que la verdad no pertenece al individuo sino que es patrimonio de la colectividad. Si recorremos la historia de la filosofía, vemos que todas las teorías del conocimiento (epistemología) tienen como meta encontrar la verdad, pero la pregunta de Pilato a Jesús sigue en el aire: "¿Qué es la verdad?". Es bueno que no haya respuesta, porque así nos mantenemos activos en una búsqueda permanente de ella, lejos de los autosuficientes que se consideran poseedores absolutos de la verdad y como terapia de humildad.
El filósofo Popper se consuela diciendo que la búsqueda de la verdad es ya un principio ético, como la idea de honradez intelectual y de falibilidad, que nos conducen a una actitud autocrítica y a la tolerancia, piedra angular de la convivencia .
Ortega, con los teólogos y otros filósofos, localiza la verdad en Dios, la llama "¡Divina Veracidad, virtud activa, que nos mueve, no tanto a decir verdad como a buscarla antes de decirla!" (Planeta Sitibundo I, 147-148). A su vez, Gandhi, refiriéndose al concepto de verdad dice que "es el nombre más importante de Dios" y añade a continuación: "todas las doctrinas (léase religiones) son verdaderas y cada una incompleta, pues interpretan la verdad con nuestra pobre inteligencia y nuestros imperfectos corazones" (El Satyagraha).
Pero volvamos de nuevo a Ortega quien con un tono ecuménico y dialogante nos dice: Cada uno tiene un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que uno ve no lo puede ver otro. Cada individuo -persona, pueblo, época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad...La peculiaridad de cada ser, su diferencia individual, lejos de representar un estorbo para captar la verdad, es precisamente el órgano por el cual se puede ver una porción mayor de ella.
De esta manera, aparece cada individuo, cada generación, cada época como un aparato de conocimiento insustituible. La verdad integral sólo se obtiene articulando lo que el prójimo ve con lo que yo veo y así sucesivamente. Cada individuo es un punto de vista esencial, solo integrando las visiones parciales de todos se lograría tejer la verdad absoluta.
Ahora bien: esta suma de las perspectivas individuales, este conocimiento de lo que todos y cada uno han visto y saben, esta omnisciencia, esta verdadera 'razón absoluta' es el sublime oficio que atribuimos a Dios. Dios es también un punto de vista; pero no porque posea un mirador fuera del área humana que le haga ver directamente la realidad universal, como si fuera un viejo racionalista. Dios no es racionalista. Su punto de vista es el de cada uno de nosotros; nuestra verdad parcial es también verdad para Dios. ¡De tal modo es verídica nuestra perspectiva y auténtica nuestra realidad!.
Sólo que Dios, como dice el catecismo, está en todas partes y por eso goza de todos los puntos de vista y, en su ilimitada vitalidad, recoge y armoniza todos nuestros horizontes. Dios es el símbolo del torrente vital, a través de cuyas infinitas retículas va pasando poco a poco el universo, que queda así impregnado de vida, consagrado, es decir, visto, amado, odiado, sufrido y gozado. Sostenía Malebranche que si nosotros conocemos alguna verdad es porque vemos las cosas en Dios, desde el punto de vista de Dios.
Más verosímil me parece lo inverso: que Dios ve las cosas al través de los hombres, que los hombres son los órganos visuales de la divinidad. Por esto conviene no defraudar la sublime necesidad que de nosotros tiene e hincándonos bien en el lugar que nos hallamos, con una profunda fidelidad a nuestro organismo, a lo que vitalmente somos, abrir bien los ojos sobre el contorno y aceptar la faena que nos propone el destino: el tema de nuestro tiempo (Doctrina del punto de vista III, 200 y 202.
Esta verdad, difícil de encontrar, no es un lujo superfluo para el hombre, ni una manía, juego o simple curiosidad que éste busca. Esto supondría que el hombre puede vivir sin verdad, porque es algo externo a él. Pero no es así, la búsqueda de la verdad es una necesidad constitutiva de su ser. Una vida sin afán de verdad no es digna de ser vivida por el hombre, según la sentencia socrática. Antes decíamos que Ortega pone la verdad absoluta en Dios. Ahora hace también partícipe al hombre de este atributo divino, al decir que es algo recíproco con el hombre.
Sin hombre no hay verdad, y viceversa, sin verdad no hay hombre. Éste puede definirse como el ser que necesita absolutamente la verdad, o también, la verdad es lo único que esencialmente necesita el hombre, su única necesidad incondicional. Todas las demás necesidades, incluso comer, son necesarias bajo condición de que haya verdad, es decir, de que tenga sentido vivir.
Pero, dada su complejidad y sutileza, la verdad es impopular, las masas y las colectividades pueden vivir sin verdad, no son ni menesterosas ni capaces de ella, pueden vivir de mitos, de falsedades. "Zoológicamente habría, pues, que clasificar al hombre, más que como carnívoro, como Wahrheitsfresser (verdávoro) (Prólogo para alemanes VIII, 39-40; La moral visigótica X, 56ss).
Pero por esa dificultad que entraña la búsqueda y encuentro de la verdad, esta suele ser privada, individual. Le es esencial la individualidad y una radical soledad. Para explicar esta soledad que lleva aneja la verdad, Ortega se remonta a los profetas bíblicos, concretamente a Amós, que vive en el siglo VIII antes de Cristo. Él mismo se presenta en el versículo 15 del capítulo séptimo: "Yahvé me ha tomado aparte cuando iba detrás de mi ganado".
Lo que comenta Ortega diciendo: Dios le ha retirado de sus oc
cupaciones habituales, del trato con los demás hombres, del mundo donde estaba. "Esto quiere decir que le ha dejado sin los demás, que le ha dejado sin su mundo -por tanto, que Amós se ha quedado solo- y entonces, cuando el hombre se queda, en efecto y radicalmente solo consigo se encuentra con que en el fondo de su soledad brota la fuente de la verdad.
Para el israelita la verdad viene de Dios -es la palabra de Dios- para el griego la verdad es la razón de las cosas, el ser mismo de las cosas...Cuando el hombre se queda solo consigo en radical soledad, en desolada soledad, por tanto, sin nada, ni siquiera sí mismo...entonces, digo, la soledad se convierte en lo que bellamente llama San Juan de la Cruz la soledad sonora". Entonces es cuando las cosas comienzan a decir dentro del hombre su verdad (La razón histórica XII, 268ss).
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