El krausismo español

Sanz del Río o la humanidad sagrada
En 1869 moría en Madrid el patriarca del krausismo en España, una filosofía liberal, progresista, racional y vitalista. Don Julián Sanz del Río, según la opinión del nacional-católico don Marcelino Menéndez y Pelayo, es un nombre que olía a azufre de los infiernos.
Sin embargo, en su entierro en el cementerio civil de Madrid un sacerdote pronunció una pequeña homilía fúnebre ofensiva a los oídos de los catolicísimos que en aquella época monopolizaban la patente de "Iglesia católica". Esta fue la homilía:
el catedrático de Historia de la Filososfía de la Univesidad que acabamos de inhumar, pensó siempre en Dios. Hacía diariamente exámen de conciencia y se confesaba, en los últimos momentos, con Dios todos los días. Contemplaba de continuo en la clara inteligencia de su razón las ideas y relaciones que unen al hombre con el Ser Supremo, mediante el sentimiento religioso.
Ha dejado escrito con toda unción que "cuando el temor reverencial y el amor a Dios llenan el espíritu y el ánimo, engendran la fuerza de la virtud y el recto obrar, que en la comunicación con Dios renace el hombre a nueva vida; la religión es el principio y el fin de cada vida humana, y vive realmente aquél que vive en Dios y procurarle imita".
En la unidad de su pensamiento y de su vida reinó además un sentido hondamente cristiano. Doctor don Julián Sanz del Río, hombre digno, buen patricio, leal compañero y amigo, distinguido profesor descansa en paz...
lucharemos sin tregua y sin descanso, ruda quizá, pero pacífica y noblemente, por las ideas que envuelve y representa la palabra HUMANIDAD, que tú con tan envidiable gloria has enaltecido, Requiescat in pace. Amén
Julián Sanz del Río, hijo de modestos labradores, nació en Torreávalos (Soria) y huérfano fue educado por su tío Fermín A. del Río, canónigo de Córdoba. Estudió en Granada, en cuya universidad llegó a profesor de Derecho Romano. Después pasó a Heidelberg, donde sigue los cursos de dos discípulos de Krause: Rhoeder y Leonhardi.
En 1844 regresa a España a causa de la muerte de su tío. Nombrado catedrático de Filosofía de la Universidad Central, en 1845, rehusó tomar posesión de la misma, alegando insuficiente preparación y se retiró al pueblo de Illescas. Sólo en 1853 solicitó una cátedra que le fue concedida en 1854.
Comenzó entonces su fecunda época de magisterio y trabajo original que duraría hasta su deposición por el ministro Orovio, en 1867, en la que culminó una serie de persecuciones.
La Revolución de 1868 repone a todos los catedráticos y entre ellos a Sanz del Río, a quien ofrece el rectorado de la Central, cargo que él declina, para que cayera en el misterioso cura que pronunció la homilía en su inhumación en el cementerio civil, como referíamos al principio. Un religioso que no reniega de su sotana sino de la Corte. Éste es otro de los santos no canonizados.
José M" González Ruiz, Los santos que nunca serán canonizados
Ed. Planeta 1979
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