La Iglesia somos TRADICIÓN y RENOVACIÓN a la vez
Nos dice el evangelio hoy que:
"A vino nuevo, odres nuevos. Nadie echa vino nuevo en odres viejos porque revienta los odres y se pierden los odres y el vino"
La conocida tentación del inmovilismo, del miedo a intentar algo diferente, del rechazo a la renovación... ¡AL SEGUIR CAMINANDO!
En la Iglesia hay esa batalla interna continuamente entre los que estiran por un lado para que nadie cambie porque "siempre se ha hecho así" y los que estiran por otro lado para que todo se renueve porque todo lo antiguo es malo. ¡Qué difícil es el equilibrio y el tener el espíritu ABIERTO a la escucha y discernimiento de lo que es voluntad del Señor!
Dios no es cosa del pasado únicamente, para Dios no hay tiempo, no hay pasado, presente ni futuro... todo forma parte de lo eterno. El creyente corre el peligro tanto de reducir su vivencia religiosa como una repetición de costumbres y tradiciones recibidas de generación en generación y celosamente custodiadas (tradicionalismo) como de todo lo contrario, el rechazar por sistema toda tradición tensando siempre la cuerda a los cambios y reformas por sistema porque toda tradición está desfasada...
La Iglesia somos HISTORIA y NOVEDAD. Somos tradición y renovación. Hay cosas inmutables que no pueden cambiar porque forman la esencia de nuestra fe y hay otras que deben estar abiertas al discernimiento del Espíritu para responder con más fidelidad y honestidad a los nuevos tiempos... es tarea nuestra el don de discernimiento, la sabiduría que busca dónde está la voluntad de Dios tanto a nivel individual como a nivel eclesial.
Ni todo lo de antes es bueno por sistema ni todo lo de mañana será bueno por sistema. Hay que saber custodiar con fidelidad el tesoro recibido a la vez que buscar con creatividad y apertura de miras qué sigue diciendo el Señor, qué caminos nos sigue abriendo hacia el futuro.
"A vino nuevo, odres nuevos"
"A vino nuevo, odres nuevos. Nadie echa vino nuevo en odres viejos porque revienta los odres y se pierden los odres y el vino"
La conocida tentación del inmovilismo, del miedo a intentar algo diferente, del rechazo a la renovación... ¡AL SEGUIR CAMINANDO!
En la Iglesia hay esa batalla interna continuamente entre los que estiran por un lado para que nadie cambie porque "siempre se ha hecho así" y los que estiran por otro lado para que todo se renueve porque todo lo antiguo es malo. ¡Qué difícil es el equilibrio y el tener el espíritu ABIERTO a la escucha y discernimiento de lo que es voluntad del Señor!
Dios no es cosa del pasado únicamente, para Dios no hay tiempo, no hay pasado, presente ni futuro... todo forma parte de lo eterno. El creyente corre el peligro tanto de reducir su vivencia religiosa como una repetición de costumbres y tradiciones recibidas de generación en generación y celosamente custodiadas (tradicionalismo) como de todo lo contrario, el rechazar por sistema toda tradición tensando siempre la cuerda a los cambios y reformas por sistema porque toda tradición está desfasada...
La Iglesia somos HISTORIA y NOVEDAD. Somos tradición y renovación. Hay cosas inmutables que no pueden cambiar porque forman la esencia de nuestra fe y hay otras que deben estar abiertas al discernimiento del Espíritu para responder con más fidelidad y honestidad a los nuevos tiempos... es tarea nuestra el don de discernimiento, la sabiduría que busca dónde está la voluntad de Dios tanto a nivel individual como a nivel eclesial.
Ni todo lo de antes es bueno por sistema ni todo lo de mañana será bueno por sistema. Hay que saber custodiar con fidelidad el tesoro recibido a la vez que buscar con creatividad y apertura de miras qué sigue diciendo el Señor, qué caminos nos sigue abriendo hacia el futuro.
"A vino nuevo, odres nuevos"