Ternura y exigencia: no todo vale
Mantuve una conversación con alguien de mi parroquia... ¡siempre es hermoso cuando se despiertan estos diálogos desde la fe! Tocábamos varios temas... en un momento dado la persona con la que hablaba me dice:
"Ni Francisco ni Jesús condenan a nadie, lo que importa es el amor"... y se me citó el pasaje de la mujer adúltera que va a ser apedreada y Jesús la salva escribiendo los pecados de sus verdugos en el suelo.... "
Es extraordinaria la percepción hermosa que tiene esa persona del amor misericordioso de Dios, me gusta esa sensibilidad.
Pero... ¡OJO! En ese mismo pasaje, por seguir usándolo de base... Jesús no solo salva de la muerte a aquella mujer poniéndose claramente del lado del débil... cuando marchan los acusadores de la mujer le dice: "¿alguien te ha condenado? Nadie Señor... anda vete Y EN ADELANTE NO PEQUES MÁS.
La ley del péndulo en la historia también afecta, a menudo, a la Iglesia. Venimos de unas épocas donde se desfiguró la imagen de Dios convirtiéndole en un juez implacable y terrible. Despertaba temor. Con la ley del péndulo parece que nos hemos pasado al lado radicalmente opuesto: un Dios bonachón que no emite ningún juicio sobre nada y que prácticamente todo lo traga.
¿Qué hay de verdad en todo esto?
Observemos el evangelio.... la enseñanza es claramente una pedagogía de la misericordia. Jesús trata con ternura a los pecadores, se acerca a ellos, no hay discriminación ninguna.
Pero mentiríamos o desfiguraríamos de nuevo la imagen de Jesús si o observáramos que Jesús es exigente y que detecta claramente la virtud y el pecado. Lo primero da vida, lo segundo la quita.
En ese mismo pasaje que hemos citado de la mujer que salva del apedreamiento... Jesús trata con ternura y misericordia pero junto a esa compasión hay un proyecto exigente: "EN ADELANTE NO PEQUES MÁS"
Lo que hace Jesús es mostrar el corazón compasivo del Padre y, a la vez, mostrar el camino de la santidad: la puerta estrecha, el camino que lleva a la vida, el hombre nuevo....
La Iglesia, como discípulo de Jesús, debe profundizar en ese trato compasivo y tierno con sus hijos pero no puede ni debe renunciar a seguir presentando la exigencia de la santidad, la perfección del amor.
"Ni Francisco ni Jesús condenan a nadie, lo que importa es el amor"... y se me citó el pasaje de la mujer adúltera que va a ser apedreada y Jesús la salva escribiendo los pecados de sus verdugos en el suelo.... "
Es extraordinaria la percepción hermosa que tiene esa persona del amor misericordioso de Dios, me gusta esa sensibilidad.
Pero... ¡OJO! En ese mismo pasaje, por seguir usándolo de base... Jesús no solo salva de la muerte a aquella mujer poniéndose claramente del lado del débil... cuando marchan los acusadores de la mujer le dice: "¿alguien te ha condenado? Nadie Señor... anda vete Y EN ADELANTE NO PEQUES MÁS.
La ley del péndulo en la historia también afecta, a menudo, a la Iglesia. Venimos de unas épocas donde se desfiguró la imagen de Dios convirtiéndole en un juez implacable y terrible. Despertaba temor. Con la ley del péndulo parece que nos hemos pasado al lado radicalmente opuesto: un Dios bonachón que no emite ningún juicio sobre nada y que prácticamente todo lo traga.
¿Qué hay de verdad en todo esto?
Observemos el evangelio.... la enseñanza es claramente una pedagogía de la misericordia. Jesús trata con ternura a los pecadores, se acerca a ellos, no hay discriminación ninguna.
Pero mentiríamos o desfiguraríamos de nuevo la imagen de Jesús si o observáramos que Jesús es exigente y que detecta claramente la virtud y el pecado. Lo primero da vida, lo segundo la quita.
En ese mismo pasaje que hemos citado de la mujer que salva del apedreamiento... Jesús trata con ternura y misericordia pero junto a esa compasión hay un proyecto exigente: "EN ADELANTE NO PEQUES MÁS"
Lo que hace Jesús es mostrar el corazón compasivo del Padre y, a la vez, mostrar el camino de la santidad: la puerta estrecha, el camino que lleva a la vida, el hombre nuevo....
La Iglesia, como discípulo de Jesús, debe profundizar en ese trato compasivo y tierno con sus hijos pero no puede ni debe renunciar a seguir presentando la exigencia de la santidad, la perfección del amor.