Conversación amigable entre misioneros sin sospechar que uno de ellos era el próximo Papa 45 minutos con Robert Prevost surcando el Amazonas

Robert Prevost en Indiana (Perú) en febrero de 2015
Robert Prevost en Indiana (Perú) en febrero de 2015

Durante aquella travesía me sentí en todo momento muy cómodo en compañía de Mons. Robert Francis. La charla con él fluía muy fácil, llano a la escucha abierta, de porte humilde, serenamente sonriente, natural y nada afectado de su cargo. Discreto, no hay estridencia en él, ecuánime, cercano, equilibrado, accesible. Una persona en quien instintivamente sabes que puedes confiar; un hombre acostumbrado a lidiar con importantes compromisos y delicados encargos eclesiales, eficaz y decidido, pero que es capaz de hacerte sentir valioso a su lado.

Nunca sabes a ciencia cierta con quién te juntas por el camino, a quién conoces… Te encuentras un día con alguien por casualidad, conversas, comentas… y de pronto pasan diez años y resulta que ese hombre ahora es nada menos que el Papa. Algo así me ocurrió con Mons. Prevost navegando por el Amazonas.

Sé que estos días saldrán muchos testimonios de personas que tienen alguna conexión con el cardenal Prevost, que han hablado o trabajado con él, que pueden compartir con satisfacción alguna impresión más cercana del nuevo Papa. Yo no puedo decir que lo conozco, pero es cierto que he coincidido con él varias veces, y si alguien le menciona al vicario general de San José del Amazonas, estoy seguro de que me ubica.

Esta imagen, en la que aparecemos los dos, es del 1 de febrero de 2015. Yo había venido a Indiana al inicio de servicio de Mons. Javier Travieso (ya lo conté acá) como obispo del Vicariato San José, apenas llevaba cuatro meses en el Perú y no podía sospechar lo decisivo que sería aquel viaje para mi vida; hoy sigo descubriendo guiños de Dios en ese primer impacto con la Amazonía. Estábamos en la “sala de misioneros” revistiéndonos para la Eucaristía; Mons. Javier está con el p. Jaume Benaloy, y al fondo, ya casi listo, el obispo de Chiclayo. Al otro lado, un servidor.

Los invitados nos habíamos desplazado de Iquitos a Indiana en dos grandes barcos: uno más pituco y otro que se usaba normalmente para transportar chanchos y que por eso olía regular. Se me ha borrado casi todo de la ida, pero a la vuelta, los menos apurados agarramos el segundo transporte, el de los chanchos. Y ahí coincidimos tres pasajeros: el p. Juan Carlos Andueza, misionero capuchino en el Napo ecuatoriano, el p. César Caro, misionero novato en la diócesis de Chachapoyas y el obispo de Chiclayo, Mons. Robert Prevost.

Avanzaba un atardecer anaranjado y agradable mientras íbamos conversando acerca de la misión, el Vicariato con sus complejidades geográficas y de todo tipo, la valentía del obispo que había aceptado el encargo, en fin, las resonancias de lo que recién habíamos vivido. Recuerdo que salimos a cubierta para disfrutar del panorama y la brisa, y seguramente también para escapar de aquel perfume embriagador, y el diálogo discurrió por otros derroteros. Juan Carlos contaba experiencias de su tarea entre los kichwas, Mons. Prevost, que llevaba algo más de un año de obispo, compartía sensaciones de esos primeros pasos, de lo que había supuesto para él aquella responsabilidad. Y yo pues… me figuro que escucharía atentamente, tal vez entreverando algunas de mis primeras sorpresas por Mendoza.

Durante aquella travesía me sentí en todo momento muy cómodo en compañía de Mons. Robert Francis. La charla con él fluía muy fácil, llano a la escucha abierta, de porte humilde, serenamente sonriente, natural y nada afectado de su cargo. Discreto, no hay estridencia en él, ecuánime, cercano, equilibrado, accesible. Una persona en quien instintivamente sabes que puedes confiar;un hombre acostumbrado a lidiar con importantes compromisos y delicados encargos eclesiales, eficaz y decidido, pero que es capaz de hacerte sentir valioso a su lado.

No olvidaré que me felicitó por haber venido al Perú y me animó en mis comienzos como misionero. El equipo de RD quiere que escriba algo sobre sobre el nuevo Papa y sobre la reacción a su elección. Me gustan las personas de perfil bajo, que no buscan ser protagonistas ni siquiera cuando los eligen Papa, como Mons. Prevost. En su discurso conjugó más el “nosotros” que el “yo”.

Poco después de esas palabras yo estaba en un restaurante y miraba la tele, las imágenes, el DNI peruano del Papa, los memes… Y las caras de la gente, hubo incluso aplausos. En Perú estamos que no nos lo creemos. Y para nosotros, en la Amazonía peruana, no había ningún candidato mejor que este. No soy capaz de analizarlo muy fríamente ahora, lo intentaré en los próximos días, pero estoy vibrando: Dios tiene un lenguaje lleno de humor y de ternura, y nos ha bendecido con una catarata de amor.

Mis hermanas me acaban de decir en una videollamada que es como ganar el mundial de fútbol, y sí, creo que vale para expresar la magnitud de nuestra emoción acá. ¡Viva Mons. Robert Francis! ¡Viva León XIV!

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