Buen Samaritano: Misericordia de Dios, misericordia humana

Presenté ayer la Parábola del Hijo Pródigo, vinculada a Dios Padre, que ha sido y sigue siendo icono y signo de la misericordia, con dos imágenes famosas (una de Rembrandt y otra de Murillo), como posibles "portadas" de un libro.

Pero el "patrono" (no me atrevo a decir el "icono") del Año de la Misericordia que ha empezado, no es el Padre Dios, sino el hombre samaritano , como ha puesto de relieve la imagen y lema del año jubilar, que aparece en la primera imagen:

-- Tiene un lema que dice misericordiosos como el Padre (tomado del Sermón de la Llanura de Lucas), pero con una imagen de Jesús crucificado, llevando en sus hombros (Buen Samaritano) al herido del camino.

-- Es una imagen "clásica", pues los Santos Padres identificaron al Buen Samaritano con Jesús, en la línea de la segunda imagen, que está tomada del mosaico de Marko Rupnik, en la capilla Redemptoris Mater, de Roma.

El P. Marko Ivan Rupnik nació en el año 1954 en Zadlog, Slovenia. En 1973 ingresa en la Compañía de Jesús. En 1999 concluye con su Taller de arte los trabajos del mosaico de la Capilla Redemptoris Mater, en la II Logia del Palacio Apostólico del Vaticano.




-- Es una imagen muy valiosa, pero quizá no pone de relieve la inspiración y mensaje de la parábola del Buen Samaritano de Lucas, donde el Samaritano es simplemente samaritano, un hombre que ayuda a otro... no en un plano espiritual, sino en el más material de todos los planos: le acoge, le cura, le lleva al hostal, paga los gastos.

En esta línea, quiero comentar la parábola del Buen Samaritano. Presentando primero la lectura que ofrece Benedicto XVI... (en la línea de las dos imágenes anteriores) y después otras que a mi juicio responden mejor al evangelio. En medio del texto voy colocando diversas imágenes del Buen Samaritano... Me gustaría que una de ella fuera en la portada de mi libro sobre la Misericordia en la Biblia. ¿Puede alguien recomendarme alguna... o alguna otra que conozca?. Van en este orden:

1. Van Gogh (Imagen clásica, de gran efectismo cromático, misericordia humana)
2: Delacroix (imagen de gran fuerza dramática: un hombre que ayuda a otro).
3: William Etty (siglo XIX; gran realismo, el paso del sacerdote... y levita),
4: Oronoz (catalán siglo XIX; impresiona el hombre desnudo... y herido).
5: Fetti (siglo XVII, en un fondo de dura naturaleza)
6: Rembrandt (el Samaritano llega a la posada; relato deinmensa sobriedad)
y 7: Icono Ruso (siglo XVIII, imagen sagrada..).

Gracias por la colaboración.

(Imagen 1: Van Gogh)



(Imgen 2: Delacroix




(Imagen 3 W. Etty, siglo XIX:





(Imagen 4: Oronoz, siglo XIX




Imagen 5: Fetti, siglo XVII





Imagen 6. Rembrandt




Imagen 7: Icono ruso, siglo XVII








1. BENEDICTO XVI. LA PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

La parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37)

(Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, Madrid 2007, 235-243)

En el centro de la historia del buen samaritano se plantea la pregunta fundamental del hombre. Es un doctor de la Ley, por tanto un maestro de la exégesis quien se la plantea al Señor: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» (10,25). Lucas añade que el doctor le hace la pregunta a Jesús para ponerlo a prueba. Él mismo, como doctor de la Ley, conoce la respuesta que da la Biblia, pero quiere ver qué dice al respecto este profeta sin estudios bíblicos. El Señor le remite simplemente a la Escritura, que el doctor, naturalmente, conoce, y deja que sea él quien responda.


La actualidad de la parábola resulta evidente. Si la aplicamos a las dimensiones de la sociedad mundial, vemos cómo los pueblos explotados y saqueados de África nos conciernen. Vemos hasta qué punto son nuestros «próximos»; vemos que también nuestro estilo de vida, nuestra historia, en la que estamos implicados, los ha explotado y los explota. Un aspecto de esto es sobre todo el daño espiritual que les hemos causado. En lugar de darles a Dios, el Dios cercano a nosotros en Cristo, y aceptar de sus propias tradiciones lo que tiene valor y grandeza, y perfeccionarlo, les hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importa el poder y las ganancias; hemos destruido los criterios morales, con lo que la corrupción y la falta de escrúpulos en el poder se han convertido en algo natural. Y esto no sólo ocurre con África.

Ciertamente, tenemos que dar ayuda material y revisar nuestras propias formas de vida. Pero damos siempre demasiado poco si sólo damos lo material. ¿Y no encontramos también a nuestro alrededor personas explotadas y maltratadas? Las víctimas de la droga, del tráfico de personas, del turismo sexual; personas destrozadas interiormente, vacías en medio de la riqueza material. Todo esto nos afecta y nos llama a tener los ojos y el corazón de quien es prójimo, y también el valor de amar al prójimo. Pues —como se ha dicho— quizás el sacerdote y el levita pasaron de largo más por miedo que por indiferencia.
Tenemos que aprender de nuevo, desde lo más íntimo, la valentía de la bondad; sólo lo conseguiremos si nosotros mismos nos hacemos «buenos» interiormente, si somos «prójimos» desde dentro y cada uno percibe qué tipo de servicio se necesita en mi entorno y en el radio más amplio de mi existencia, y cómo puedo prestarlo yo.

Los Padres de la Iglesia han leído la parábola desde un punto de vista cristológico. Alguno podría decir: eso es alegoría, es decir, una interpretación que se aleja del texto. Pero si consideramos que el Señor nos quiere invitar en todas las parábolas, de diversas maneras, a creer en el Reino de Dios, que es Él mismo, entonces no resulta tan equivocada la interpretación cristológica. Corresponde de algún modo a una potencialidad intrínseca del texto y puede ser un fruto que nace de su semilla.

Los Padres vieron la parábola en la perspectiva de la historia universal: el hombre que yace medio muerto y saqueado al borde 83 del camino, ¿no es una imagen de «Adán», del hombre en general, que «ha caído en manos de unos ladrones»? ¿No es cierto que el hombre, la criatura hombre, ha sido alienado, maltratado, explotado, a lo largo de toda su historia? La gran mayoría de la humanidad ha vivido casi siempre en la opresión; y desde otro punto de vista: los opresores, ¿son realmente la verdadera imagen del hombre?, ¿acaso no son más bien los primeros deformados, una degradación del hombre? Karl Marx describió drásticamente la «alienación» del hombre; aunque no llegó a la verdadera profundidad de la alienación, pues pensaba sólo en lo material, aportó una imagen clara del hombre que había caído en manos de los bandidos.
La teología medieval interpretó las dos indicaciones de la parábola sobre el estado del hombre herido como afirmaciones antropológicas fundamentales. De la víctima del asalto se dice, por un lado, que había sido despojado (spoliatus) y, por otro, que había sido golpeado hasta quedar medio muerto (vulneratus: cf. Lc 10, 30).

Los escolásticos lo relacionaron con la doble dimensión de la alienación del hombre. Decían que fue spoliatus supernaturalibus y vulneratus in naturalibus: despojado del esplendor de la gracia sobrenatural, recibida como don, y herido en su naturaleza. Ahora bien, esto es una alegoría que sin duda va mucho más allá del sentido de la palabra, pero en cualquier caso constituye un intento de precisar los dos tipos de daño que pesan sobre la humanidad.
El camino de Jerusalén a Jericó aparece, pues, como imagen de la historia universal; el hombre que yace medio muerto al borde del camino es imagen de la humanidad. El sacerdote y el levita pasan de largo: de aquello que es propio de la historia, de sus culturas y religiones, no viene salvación alguna. Si el hombre atracado es por antonomasia la imagen de la humanidad, entonces el samaritano sólo puede ser la imagen de Jesucristo. Dios mismo, que para nosotros es el extranjero y el lejano, se ha puesto en camino para venir a hacerse cargo de su criatura maltratada. Dios, el lejano, en Jesucristo se convierte en prójimo. Cura con aceite y vino nuestras heridas —en lo que se ha visto una imagen del don salvífico de los sacramentos— y nos lleva a la posada, la Iglesia, en la que dispone que nos cuiden y donde anticipa lo necesario para costear esos cuidados.


Podemos dejar tranquilamente a un lado los diversos aspectos de la alegoría, que varían según los distintos Padres. Pero la gran visión del hombre que yace alienado e inerme en el camino de la historia, y de Dios mismo que se ha hecho su prójimo en Jesucristo, podemos contemplarla como una dimensión profunda de la parábola que nos afecta, pues no mitiga el gran imperativo que encierra la parábola, sino que le da toda su grandeza. El gran tema del amor, que es el verdadero punto central del texto, adquiere así toda su amplitud. En efecto, ahora nos damos cuenta de que todos estamos «alienados», que necesitamos ser salvados. Por fin descubrimos que, para que también nosotros podamos amar, necesitamos recibir el amor salvador que Dios nos regala. Necesitamos siempre a Dios, que se convierte en nuestro prójimo, para que nosotros podamos a su vez ser prójimos.

Las dos figuras de que hemos hablado afectan a todo hombre: cada uno está «alienado», alejado precisamente del amor (que es la esencia del «esplendor sobrenatural» del cual hemos sido despojados); toda persona debe ser ante todo sanada y agraciada. Pero, acto seguido, cada uno debe convertirse en samaritano: seguir a Cristo y hacerse como Él. Entonces viviremos rectamente. Entonces amaremos de modo apropiado, cuando seamos semejantes a Él, que nos amó primero (cf. 1 Jn 4, 19).


TEXTO 2. XABIER PIKAZA


Aquí he querido evocar tres elementos nuevos, teniendo en cuenta lo que dice el Papa en su libro sobre Jesús y analizando con más detalle el tema del vestido, desde la perspectiva del análisis literario, que es análisis de lenguaje y belleza. Perdónese el título, el prepucio del herido es muy importante.



Interpretación del Papa

Está en su libro sobre Jesús (págs 235-243). Es una lectura, hermosa que pone de relieve la compasión del samaritano, de entrañas maternas (esplangnisthê), haciéndose prójimo del herido. En esa línea destaca el carácter “desigual” del amor, que rompe el esquema comercial del “do ut des”, para destacar la universalidad desde el amor y para condenar el “cinismo” de un mundo sin Dios, donde los ricos del mundo saquean y explotan a los pobres de África: en lugar de darles a Dios les hemos dado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importa el poder y las ganancias… (pág. 239).

El Papa terminar destacando el carácter universal de la parábola, acudiendo para ello a los análisis de K. Marx sobre la explotación humana, pero diciendo luego, con gran fuerza, que esa explotación sólo puede conocerse y superarse plenamente desde Dios. Todo lector del libro quedará sorprendido por esa extraordinaria interpretación del Papa, en clave eclesial y teológica, con elementos muy valiosos de la exégesis tradicional y moderna. Pero…

1. Pero al análisis del Papa le faltan quizá ciertos detalles…


Ya sé que nadie puede destacar, como sería necesario, todos los rasgos y matices de una parábola riquísima, como es ésta. El Papa nos ha hecho ver muchas cosas, mucho más de lo que podríamos haber esperado…Pero quizá le faltan algunos detalles que los buenos exegetas suelen poner de relieve, con su análisis histórico-crítico, que al Papa le parece menos importante. Son detalles que, en un primer momento, pueden resultar irrelevantes (quizá puros matices literarios), pero que el final son esenciales para entender la parábola. Entre ellos está el del prepucio y el hecho de que el sacerdote (y el levita) “bajaban” mientras que el samaritano “iba por allí, lo mismo que la desnudez física y el signo (implícito) del prepucio. Es lo que intentaremos hacer aquí, en la línea de lo que venimos diciendo estos días sobre la belleza literaria de las parábolas, con referencia especial a los vestidos o a la desnudez del herido. Lo haremos sencillamente, limitándonos a marcar ciertos puntos. ¡Atentos a la parábola!

2. Algunos detalles de herido y de los sacerdotes.

Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó (katebainen)… Si es un buen judío de Galilea, el oyente de Jesús (¡sobre todo, en Galilea!), puede suponer que el hombre había ido a Jerusalén a orar. Quizá bajaba a Jericó, dando un rodeo, para tomar el camino del Jordán y llegar a Galilea, con el fin de evitar así el camino de los samaritanos, “enemigos” de los judíos, como había dicho Lucas en 9, 52 y como ha recordado bien el Papa (pag 237), recordando la furia de los zebedeos (a quienes en otro lugar hace parientes de los sacerdotes). Se puede suponer que viene del templo, de orar, , sin embargo, le roban ¿no es una paradoja? Parece que los bandidos amenazan de un modo especial a los que van de peregrinación, pues se supone que llevan aún cierto dinero, aunque vengan de vuelta.

Le desnudan, le golpean….Hay que fijarse bien en las palabras… Primero le desnudan, es decir, le roban todo lo que tiene. No se dice que tuviera cartera, pero tenía vestidos y podían ser buenos, porque venía de la fiesta religiosa. Desnudo significa aquí impotente…, sin posible defensa. En un sentido, todos los desnudos son iguales, sobre todo si están heridos, con sangre, de manea que no puede distinguirse al rey del mendigo, al millonario del pobre diablo de la calle. Es un desnudo sin más signos que su humanidad doliente….Es un desnudo golpeado, de aquellos de quienes decía Jesús: “estuve desnudo y me vestisteis o no me vetasteis…(Mt 25, 31-46).

¿Desnudo con prepucio…? Desnudo semimuerto. Pero aún los desnudos tienen ciertos signos, como saben los forenses: blanco o negro, hombre o mujer, con bala o sin bala… Pero éste tiene que ser un varón, porque es importante que tenga o no prepucio… Pero sigamos: después de desnudarle le golpean, sobre la carne viva, quizá por sadismo, quizá para que no pueda protestar y seguirle…Así le dejan, desnudo y medio muerto, probablemente al borde del camino. Le dejan semi-muerto, lo que significa que no se sabe si está muerto o no…, que hay que mirar. Pero sigamos

Bajaba por allí un sacerdote, iba por allí de igual modo un levita… Se dice que el sacerdote “bajaba" (también katebainen) y lo mismo el levita. La precisión es muy importante. Si subieran tendrían quizá prisa para llegar al templo y, sobre todo, tenían que estar “puros” para hacer los sacrificios. Por eso tenían que “mirar al herido”. Si era un muerto con prepucio resultaba complicado ayudarle, porque era en principio impuro les manchaba para los rezos…El texto no dice lo que era, pero le deja allí desnudo, a las miradas de hombres de templo… Si estaba un herido-muerto las cosas resultaban aún más complicadas, porque los muertos manchan a los sacerdotes (no les dejan celebrar con pureza…).

Aquí Dios no ayuda. En su comentario a la parábola, el Papa dice que en el fondo de todo lo que importa es conocer a Dios, que llevemos al África la experiencia de Dios… más que la pura curación física. Eso está muy bien, pero hay casos como éste en los que “el Dios de sacerdotes y levitas! (¡Dios de templo!) no ayuda nada, sino todo lo contrario. Hubiera sido mejor que levita y sacerdote no creyeran en Dios, ni tuvieran templo, sino que simplemente “se compadecieran”. Además hay otro detalle: Se dice que bajaban, es decir, que ya habían hecho los rezos; por eso, no tenían problema de marcharse por unas horas (pasada la noche podrían limpiarse ritualmente de nuevo… Bajaban y, sin embargo, parece que iban “de oficio”, bien puestos… Tenían cosas de Dios de las que tratar, iban llenos de templo… Por eso se separaron ante el hombre herido, con prepucio o sin prepucio, muerto o vivo

3. Algunos detalles del samaritano

No se dice que “bajaba” sino que iba por allí (odeuôn). No se dice su oficio (pastor o traficante, kohen del Garizim o curioso….). Ciertamente, era un hombre de valor, pues, siendo samaritano se atrevía a pasar por un camino cercano a Jerusalén (aunque no se dice que entrara). Era un hombre sin más prejuicios que la humanidad.

Mirando…tuvo compasión…Bien ha dicho el Papa que esta palabra es la central, la que recoge todo el mensaje del Antiguo Testamento donde Dios es “compasivo”, ser de entrañas… Pues bien, este samaritano es como Dios (esplagnisthê): simplemente, tiene compasión.

Mirando… (idôn). Ésta es la palabra central. Sacerdote y levita también han mirado: de los dos se dice lo mismo (idôn)… Pero sólo el samaritano ha mirado y ha tenido compasión. Es también “como Dios”: el que mira a los heridos y oprimidos, como dice el Éxodo (Ex 3, 7-8). ¿Ha mirado el prepucio? ¡Lo más seguro que no le importaban los prepucios, las purezas judías, sagradas, de templo…! Le importaba el hombre… ¿Ha mirado si estaba muerto? ¡Ciertamente! Ha mirado, ha tocado y ha visto que estaba vivo. Ha tocado, está es la palabra. Sacerdote y levita no podían “tocar” cuerpos con prepucio, para no mancharse, pues acababan de tocar los vasos sagrados… El samaritano, en cambio, toca… Trae aceite, que es buena medicina, y limpia y cura las heridas… Trae una cabalgadura, que es buena ayuda para caminantes, y monta al herido…

¿Vestido espiritual? No se dice si el samaritano le vistió… aunque ahora ese detalle es secundario… ¡Seguro que le vistió, para ponerle en su cabalgadura (¿burro, caballo?), pero eso ha no importa… El herido va “vestido” con el amor de un hombre. El Papa tiene unas reflexiones espléndidas sobre el “vestido espiritual” (pág 241), en línea de pecado original (spoliatus, vulneratus…). Pero quizá pasa de largo ante algo que es previo: lo que importa aquí es curar y vestir al desnudo del camino… Pero dejemos ya esos detalles, dejemos al samaritano que camina ahora a pie (lleva en su “mula” al herido). No se nos dice si les lleva a Jerusalén, para dejarle en manos de los posaderos del templo (¿qué os parece?). No se nos dice si le lleva a Jericó, para ponerle en manos de la posada de la esquina de los publicanos (que allí los había, como bien sabe Lucas: 19, 5-8). Simplemente le lleva a un lugar donde puedan curarla, sin tener en cuenta si tiene o no tiene prepucio, como a un hombre.

Conclusión. Un prodigio de parábola “sin Dios”.

Dios es importante, es lo central, como sabe y dice el Papa. Pero esta parábola es una parábola sin Dios, es decir, sin un Dios explícito. Es una parábola que va en contra de los profesionales de Dios (¿de aquellos? ¿de los de ahora?). Es un prodigio, no cita a Dios y sin embargo todo en ella es de Dios, todo es Dios. No cita a Dios, ni siquiera al final, para decirle al buen escriba (nomitos) que ha hecho las preguntas: “¡Vete con Dios"!. Ni eso le dice. Lo que importa aquí es la “misericordia” (eleos) y el que hace misericordia ese es como Dios, ese es Dios en la tierra, aunque no hable de Dios y sea un samaritano, aunque eso significa (¡y significa!) que dejemos a un lado el tema de los buenos o malos prepucios, el tema de muchas impurezas legales. La única impureza es no tener misericordia.

TEXTO 3. EL DIOS SAMARITANO


1. El Dios Samaritano (=de la Parábola del Buen Samaritano) ha sido objeto de un largo estudio en la tradición teológica de los Padres de la Iglesia, que identifican al Samaritano con Jesús, Hijo de Dios, revelación del Padre, que “desciendo” (se encarna) para realizar su obra salvadora (como ha dicho muy bien ya Galetel). A ese Dios-Jesús (Dios Samaritano) le matan precisamente por actuar de Buen Samaritano.

2. El Dios Samaritano ha creado un mundo complejo y difícil de explicar, en el que todo es bueno (Gen 1),
pero donde nacen como setas los bandidos, tras cualquier tipo de lluvia: Bandidos con diverso tipo de pedigrí o de RH, bandidos políticos, religiosos o simplemente hambrientos. No se sabe por qué el Dios Samaritano permite eso, pero debe ser por algo (¿por libertad, por caridad, por despiste?).

3. El Dios Samaritano parece que va poco al templo. No se le encuentra en el santuario de Jerusalén, donde andan por su casa sacerdotes y levitas. Se dice (decían los Padres de la Iglesia) que tampoco anda por las curias de Roma y Constantinopla, y ahora por la de Lambeth o Madrid, ocupadas en cuestiones que tienen poco que ver con su tarea de Samaritano.Jesus sam.

4. Sin embargo, el Dios Samaritano va por los caminos de la vida (cuesta arriba, cuesta abajo), o por llanuras sin fin, como andaba el Señor Don Quijote (esto lo dijo muy bien Unamuno). No hay estarta ni carrejo de la vida humana por donde no pase; no hay crimen que él no sepa y quiera curar con su aceite y su vino. Este Dios Samaritano tiene un programa de tolerancia cero, para todo aquello que destruya al ser humano (por pederastia o bandidaje de navaja en la faca, o de guante blanco en el Banco).

5. El Dios Samaritano es un Dios Eficaz que, por alguna razón (Él sabrá) ha dejado que salgan al camino los bandidos, pero que siempre ha resuelto en el fondo los problemas. Sigue estando en la raíz de la vida, en los barrancos del camino, con su cabalgadura, en la que lleva una alcuza de aceite (elaion: remedio universal) y su bota de vino (oinon: que es también remedio universal), como sabe Lc 10, 34). Por eso, si quieres saber si hay Dios sal al camino de la vida, ponte en contacto con los hombres y mujeres…

6. Finalmente, y repitiendo lo anterior, este Dios Samaritano es Dios de Cabalgadura (en ella carga a todos los heridos…); es Dios de aceite, que es suavidad, que es alimento, que es medicina; es Dios de vino, que es alegría y es canto (dice una leyenda apócrifa que hasta llegar a la posada acabaron la bota Dios y el Herido, y cantaron junto…). Es quizá un Dios de guitarra, que conoce los mesones del camino donde para la gente… Y la leyenda apócrifa, que acabo de citar, dice al fin que Jesús le contó esta parábola a un buen mesonero que un día acogió en su “cortello” a Jesús y a sus discípulos, una noche de frío en que pasaban por los altos del Golán y no tenían donde dormir.

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