11, 10. 19. En la Iglesia de María Magdalena (Salamanca) CONTEMPLATIVOS EN EL MUNDO, EL CARMELO SEGLAR

Una reforma necesaria de la Vida Religiosa  

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  En la iglesia de Santa María Magdalena, del Carmen Descalzo de Salamanca, ante la comunidad cristiana reunida en acción de gracias (eucaristía), Mabel, David y L. Enrique,  han ratificado su gracia y compromiso de contemplación, es decir, de vida bautismal, como cristianos sin más (y sin menos), conforme a la tradición de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Ese gesto, intenso y sencillo, implica un cambio fuerte en la vida cristiana, en la línea de la reforma del Carmelo.

  Se han “consagrado” así a Dios, es decir, han ratificado su bautismo, como experiencia radical de vivir, caminar y existir en Dios (el Dios de Jesús, cf. Hch 17, 28). No quieren ser nada especial, sino simplemente cristianos, con otros cristianos como ellos (carmelitas seglares), compartiendo una experiencia de comunión en el amor, es decir, en la contemplación del misterio de Cristo, ofreciendo en el mundo su testimonio de vida en generosidad de amor. Puede morir una forma "clásica" de vida religiosa, con conventos cerrados, con obras de "autoridad externa", pero puede y debe nacer un tipo de intensa vida religiosa en el mundo, como carmelitas/cristianos seglares, ofreciendo en el mundo un testimonio de amor contemplativo, como Teresa y Juan de la Cruz.

  Ellos nuevos contemplativos carmelitas en el mundo (Mabel, Enrique, David...) son un signo intenso de la reforma de la iglesia, en la línea de Santa María Magdalena, la primera seglar, amiga de Jesús, creadora de Iglesia, al principio del cristianismo. Con ella, en su Iglesia de Salamanca, se han comprometido a ser cristianas, retomando la “reforma carmelitana” del siglo XVI, en medio de un mundo donde muchos, como M. Mayor, premio Nobel, descubridor de los “exoplanetas” (cf. País 9.10.19) afirman que no hay “sitio para Dios “ en el universo.

   No hace falta ser premio Nobel para decir eso, pues lo sabíamos desde siempre. Dios no es otro lugar, como un exoplaneta, sino “intimior intimo meo”, la intimidad de mi intimidad, la comunión originaria en el amor concreto, en este mismo mundo, en la “rua” o gran rio de personas que pasan por delante de la Iglesia de María de Magdala. En este contexto, acompañando de un modo especial a Mabel, como amigo de L. Enrique y David, quiero ofrecer una reflexión sobre la reforma de la vida religiosa, que no es un cambio externo de convento, sino una vuelta al origen cristiano de su vida, de la vida de la Iglesia, con Teresa y Juan de la Cruz,  con María de Magdala.

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Introducción

   No creo mucho en los cambios desde arriba... El cambio del judaísmo no lo hicieron los sacerdotes de Jerusalén, sino Jesus, hombre de pueblo, desde la "inculta" Galilea.

No es la cúpula de Roma, el Vaticano, la que va a reformar la iglesia de Amazonia, sino que sólo la iglesia de Amazonia... y otras de su tipo  son las que pueden reformar a Roma y al conjunto de las iglesia. 

No es la Gran Orden regular del Carmelo la que va a reformar al Carmelo Seglar,  sino que es el Carmelo Seglar el que puede reformar al "regular", de conventos y vida de poder sagrado (volviendo a Teresa seglar y a Juan de la Cruz, también seglar).

Este cambio puede y debe hacerse "ya", mejor que mañana, un cambio que puede estar simbolizado por Magdalena, debajo de la escalera de los frailes... en el gran convento de San Esteban de Salamanca, a dos tiros de arco de la Iglesia de María Magdalena, del Carmelo de Salamaca (imagen). 

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En un mundo que ha cambiado.

             Nuestro mundo parece cansado, dividido, pero también lleno de ilusiones. Algunos dicen que necesitamos mística para sobrevivir a los desastres que se avecinan. Otros piensan que debemos aprender a dialogar. Quizá ambas cosas significan lo mismo. Paradójicamente, nosotros, postmodernos de oriente u occidente, del norte o del sur, seguimos situados ante el problema de siempre ¿cómo dialogar con Dios, como dialogar y amarnos unos a los otros, cómo dar fruto, resucitar y abrir un camino de futuro? Este no es un problema para resolver, sino un camino para recorrer.

Sabemos que Dios es comunión de amor, Presencia mutua de personas que se entregan y comparten la vida; sabemos que Dios es “creación”, no solo Creador (alguien que hace las cosas y las deja fuera de sí mismo), sino que él mismo se hace Creación, y de esa forma vive, se despliega (se mueve) y existe en los hombres (cf. Hch 17, 28).

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Desde ese fondo quiero hablar de los retos y caminos de la vida religiosa, es decir, de una vida cristiana radical, dentro de la iglesia. Desde ese fondo quiero analizar la vida religiosa, para ver los retos que el evangelio le marca y que el mundo deja abiertos ante ella.   Ciertamente, tenemos que mirar hacia nosotros mismos, para descubrir lo que somos..., pero sólo podemos resolver los problemas de la vida religiosa en un gesto activo de compromiso en favor de los demás.

Ruptura y desencanto. Crisis de Dios ¿ha crecido el desierto?

 En los últimos decenios ha cambiado poderosamente nuestra conciencia cultural. Hemos pasado, con mucha rapidez, casi sin advertirlo, de una situación pre-moderna, marcada por un fuerte predominio cristiano, al mundo postmoderno, sin presencia social de la iglesia, sin razones metafísicas, sin estructuras que se imponen de un modo sacral, desde fuera. Los conventos religiosos se vacían, son muchos los que ponen una fecha de caducidad a las formas actuales de vida religiosa e incluso de iglesia cristiana, en forma actual. Es como si Dios hubiera perdido su base racional,  sus formas sociales en esta nueva sociedad por un lado desbocada y por otro lado falta de horizontes humana. Es como si tuviéramos que empezar de nuevo, subiendo con Moisés a la Montaña de la Zarza de Yahvé, caminando por el desierto con los patriarcas.

La ruptura

  Hemos abandonado viejos y largos caminos. Posiblemente hallaremos nuevos, pero domina en nuestro tiempo el lamento por lo perdido, por las casas religiosas que se cierra, por las iglesias que quedan desiertas o convertidas en museos (o en campos de juego o mercado).   Estos son, mirados desde occidente, algunos momentos clave de ese corte o fin de etapa. 

Es ruptura religiosa.

En otro tiempo, la iglesia o “sociedad” de los cristianos actuaba como principio unificador del pen­samiento y vida social, de manera que los varios aspectos de la realidad se hallaban entrelazados y explicados (arraigados) sobre un fondo cristiano que les daba sentido. Pues bien, la muerte (cultural) de Dios ha roto la unidad humana, escindiendo sus diversos elementos:

¨ El mundo queda sin explicación religiosa, como realidad que parece estar regida por principios de fatalidad, de pura dialéctica vital o material. Dios no se desvela ya en un cosmos que parece conducido por sus propias leyes y estrategias de evolución material.

¨ La vida social ha perdido su sanción divina, es decir, su esperanza de cielo y su riesgo de infierno. An­tes parecía signo de Dios: estaba dirigida por una ley sacral que sustenta toda convivencia. Ahora, la sociedad en su conjunto, vive como si Dios no existiera. Los valores y metas de la vida están en otro sitio.

¨ El individuo parece abandonado (¿o confiado?) a su propia voluntad de ser o a su cansancio Antes, cada humano parecía signo de misterio (imagen de Dios): podía cultivar unos valores trascendentes que le definían como autónomo, distinto de todos los restantes individuos, con responsabilidad ante Dios y ante los otros. Ahora, queda encerrado en su propia soledad de gozo o de angustia

Es una ruptura económica y social.

Cuando en el siglo XVIII empezó a caer la religión antigua (católica y protestante), parecía surgir (y sustituirle) la religión del progreso, del hombre por el hombre (en un plano de desarrollo económico y técnico. De pronto nos convertíamos en una sociedad creadora de bienes de consumo, viviendo sólo para producir y consumir cada vez más cosas, pero sin hondura humana, e pura superficie. Pero esa ruptura, ese progreso se ha vuelto peligroso.

¨ Hemos perdido un tipo de razones para vivir. La razón instrumental y productiva de la ciencia ha crecido en los últimos decenios de una forma prodigiosa: ha conseguido explorar y conquistar espacio de vida que antes quedaban muy lejanas. Pero, al final, resulta incapaz de responder a nuestros más hondos problemas. Conocemos mucho, pero ignoramos el sentido de lo conocido; dominamos mucho mundo, pero no sabemos para qué lo dominamos; esa razón es incapaz de resolver los problemas primordiales de la vida.

¨ Estamos perdiendo la razón social, es decir, la capacidad de comunicación humana, en el nacer, en el morir, en el compartir la vida. El Dios de la razón moral (es decir, aquel que “premiaba” las buenas obras de los hombres) ha muerto y con él ha terminado la certeza de que nuestras obras de la tierra están relacionadas con el premio o castigo del cielo. Actualmente podemos actuar de una manera programada, tenemos un inmenso poder de producir y dominar la tierra,  buscamos cada día nuevos inventos para  distraer nuestra soledad, pero apenas podemos comunicarnos, compartir la vida y encontrar un sentido en lo que hacemos. Conocemos la manera de actuar, pero ignoramos para qué hacerlo. La razón práctica no puede resolver ninguno de nuestros grandes problemas.

¨ Estamos perdiendo también la razón estética o contemplativa, es decir, aquella que se encuentra vinculada con el arte de la vida, con  el descubrimiento de la belleza de la tierra, de los hombres. Ciertamente, podemos y queremos gozar sobre el mundo, pero al final estamos solos: tampoco en este campo hemos podido hallar a Dios, y así seguimos buscando músicas nuevas para olvidarnos de la “música callada”, de la soledad sonora… de las voces profundas de la vida. Parece que estamos a merced de pequeños placeres efímeros que pasan y vuelven, sin nunca quedarse, valores que se “pagan” y se valoran según el mercado.  Por eso es más fuerte que nunca la búsqueda de evasiones (no sólo en la droga, pero especialmente en ella). Ciertamente, el ser humano sabe crear y disfrutar, pero ignora el sentido profundo de aquello que crea y disfruta. Tampoco aquí parece haber un camino claro de Dios.

Ésta es una ruptura teológica.

Parece que ha terminado el monoteísmo religioso, la presencia personal de Dios de Jesús con el que se dialoga, a quien se ama (y se descubre que nos ama). La verdad filosófica del “ser” no contenta a nadie, y muchos buscan un nuevo tipo de politeísmo, de múltiple verdad, de pluralismo de sentidos de la vida. En el hueco del Dios abandonado y de la Razón destronada han venido a situarse las pequeñas "razones", rodeadas de un halo sacral o religioso. Ciertamente, hay agnósticos y ateos en el mundo. También hay anti-teístas. Pero son más frecuentes aquellos que la Biblia llamaba "idólatras": adoradores politeístas de los viejos o nuevos dioses del mundo:

¨ Hay dioses de la ciencia, y muchos buscan la salvación en ella,pero esos dioses son incapaces de resolver el misterio de la vida: nos permiten dominar el mundo y producir bienes de consumo, pero no nos enseñan a vivir en verdad; más aún, ellos se ha puesto muchas veces al servicio de los intereses de un determinado grupo social o partido. Ciertamente, Dios no es uno de esos exoplanetas que ha buscado Michel Mayor, entre los cuales dice que no está Dios. No se si la frase es suya o del periodista, pero, si lo fuera, es frase de ignorante religioso.

¨ Hay dioses sociales y económicos, también incapaces de ofrecernos comunicación amorosa. Para algunos, ­ese dios es el estado; para otros el partido político, una forma de nación, una cultura o sociedad determinada (sea en formas fascistas o liberales), para casi todos el puro dinero (la Mammona de la que habló Jesús,  Mt 6, 24). No hay un Dios rico, sino muchos pobres dioses, y por encima de todos el gran Leviatán‒Behemot (cf. libro de Job) del dinero con el que pensamos comprarlo todo, no sólo en el mundo‒mundo exterior, sino en las iglesias.

¨ Hay finalmente dioses de la vida o, quizá mejor, del gozo tomado en sus formas más concretas: desde un tipo de placer erótico sin amor (que al fin deja de ser placer), hasta el disfrute económico de las cosas que se compran (que han fin dejar de hacernos disfrutar).  Pueden ser al principio dioses buenos (en la línea de las antiguas divinidades griegas: Afrodita, Diónisos, Apolo...), pero al fin acaban siendo insuficientes: nos dejan en manos de los propios poderes vitales; no logran conducirnos al Amor en el que todos podemos encontrarnos. Son dioses que al final condenan al conjunto de la humanidad al hambre, a las pateras, a la lucha despiadada por el mantenimiento de nuestros privilegios (con miedo de que vengan otros y nos los roben).

¿Condenados al desencanto?

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Desencanto de hecho. Las rupturas anteriores han producido algunos frutos buenos de humanidad, pero en el fondo se percibe un fuerte desencanto, más cercano al Qohelet (=Eclesiastás, todo es vanidad de vanidades) que a Job (yo emplazo a Dios, para que me responda…). Más que la angustia por el sufrimiento y la injusticia, nos domina el cansancio de la vida. Es como si todo nos diera lo mismo, como si se hubieran perdido los caminos en la vida sobre el mundo. Estos son algunos de sus rasgos:

¨ Desencanto político. Los cambios de los últimos decenios no han logrado aquello que prometían; las utopías (ligadas en parte al marxismo) han perdido fuerza. Por eso nos cuesta creer en la política. Parece que la sociedad se estabiliza y siguen dominando los poderes fácticos (dinero, ansia de dominio, grupos partidistas) sin que exista un deseo eficaz y profundo de verdad al servicio del humano.

 ¨ Desencanto religioso. Las esperanzas de transformación, ­ligadas al Vaticano II, parecen haber fracasado. Mucha gente sigue dejando la fe ­o por lo menos la iglesia organi­zada, por simple cansan­cio o desinterés. La religión aparece sin fuerza (no hay profetas verdaderos), a no ser que se ligue al sistema, como institución que defiende más sus propios privile­gios; algunos la toman como "reserva medieval" de tipo folklórico, en medio de un mundo secularizado.

¨ Desencanto social y económico. Parecía que el dinero podría resolver casi todos los problemas; pero los problemas siguen donde estaban y aumentan. Junto a los adelantos materiales ha crecido también el desempleo, la falta de incentivo en el trabajo, la condena a muerte o esclavitud de media humanidad hambrienta, con la angustia interior y la esterilidad del “mundo rico”. ­Mucha gente se encuentra preocupada (casi angustiada) por el paro. Otros viven bien con lo que tienen, pero se despreoc­upan de los demás. La mayoría pasa hambre o sufre privaciones, mientras al resto le sobran las cosas.

¨ Desencanto afectivo. Los hombres y mujeres de estos últimos decenios han conseguido una fuerte libertad sexual y afectiva, tanto en perspectiva biológica (se ha separado el pretendido place sexual no sólo de la fecundación y despliegue de la vida, sino del enriquecimiento de la misma vida de los pretendidos “amantes”), como en perspectiva personal. La familia cerrada ha perdido parte de su importancia; se multiplican las relaciones afectivas que no están reguladas por el matrimonio, cosa que en principio puede ser buena, pero que puede al fin secarse en la infecundidad humana. El erotismo ha perdido su halo de sacralidad (y de riesgo de pecado si no era amor, sino simple porneia, como dice Jesús en San Mateo), para volverse signo de unión interhumana o expresión de búsqueda de gozo compartido... Pues bien, en el fondo de gran parte de nuestro mundo sigue habiendo un tipo de insatisfacción erótica, difícil de expresar. Hay también en este plano un fuerte desencanto.

Teorías del desencanto. La modernidad no ha conseguido aquello que quería.

 Ha fraca­sado el intento racional de explicar la realidad y de resolver técnica o políticamente los problemas del ser humano; queríamos cambiar el “mundo de Dios” y corremos el riesgo de crear un mundo para la muerte (como sabe Gen 2‒3: El día en que comáis el fruto del árbol del conocimiento sin amor moriréis…). De esa forma, el progreso de los pueblos (la Populorum Progressio de Pablo VI, 1967) se ha vuelto Populorum Regressio, un regreso de los pueblos al Pais de la Muerte…).

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            No creemos en las ideologías del progreso burgués, pues han conducido al triunfo inhumano de algunos privilegiados, condenando a la mayoría de los pueblos y gentes a la muerte. No creemos en la racionalidad de un tipo marxismo y de otros pensamientos revolucionarios, pus siguen otra cara de lo mismo, como sucede en China. pues también han fracasado: no lograron mejorar la vida a los humanos, terminaron siendo dictaduras. No creemos en la racionalidad política. ­Ciertamente, los viejos estados nacionales tuvieron un sentido en el pasado, pero ya sólo unos pocos fanáticos o fascistas los defienden. Muchos ya no creen en el amor. Dicen que la vida es un camino en que no existe sentido de conjunto, no es posible el enamoramiento que dure, la donación gozosa de dos personas, abiertas en amor para siempre, suele tomarse muchas veces como algo imposible o sin sentido.

Sólo conocemos "retazos", fragmentos de realidad. Ha muerto la "ra­zón", interpretada como "diosa", verdad plena, sólo quedan "pequeñas razones", verdades limitadas, que valen solamente en un espacio diminuto de nuestra realidad. 

  • Triunfa el fragmento. Significativamente, hemos perdido el sentido de la totalidad y solamente quedan valores aislados, que valen sólo un tiempo, pues también ellos pasan y se pierden. Se ha dividido el espacio y el tiempo: no hay un orden de sentido para el conjunto de la realidad.
  • Avanza el neo-individualismo. Mientras sociedad e historia ruedan sin meta o solución, cada humano vuelve a encontrarse cerrado en sí mismo. Individualismo significa soledad e indiferencia ante aquello que no sea el propio goce. Ya no merece la pena luchar contra nada: somos lo que somos y estamos donde estamos, sin mayores ilusiones. Cada uno/una vive sólo para misma,
  • De ahí puede pasarse a un neovitalismo teñido de populismo, que sólo busca las diversas emociones intensas del instante, la ilusión de los caudillos que apelan al poder por el poder, a la nación por la nación, en una lucha renovada de todos contra todos.

 Ciertamente, no hay camino. Más que itinerario hacia Dios parece haber un infinito cruce de caminitos que no llevan a ninguna parte. Por eso, algunos proponen soluciones duras, es decir, arreglar las cosas un poco por la fuerza, con mucha autoridad, con fundamentalismos.

¿Soluciones duras, fundamentalismos? Reformas fracasadas de la vida religiosa

 No quiero citar nombres de grupos, todos los conocen… Pero es evidente que gran parte del siglo XX ha sido un siglo de reformas fracasadas de iglesia y de vida religiosa,  con grupos que han buscado el activismo, un tipo de obras fuertes, de autoridad y sometimiento, de orden sin contemplación. En esta situación, es normal que algunos justifiquen y promuevan una vuelta a la institución duras, a los valores del orden, tanto en línea de neoconserva­durismo ­occidental (político, económico), como de fundamentalismo religioso, sea musulmán o cristiano.

¨ Hay una búsqueda neoconservadora de tipo social, adornada a veces con aires paganos, simbolizada otras veces con toques religiosos (defensa de la libertad cristiana, de los valores de occidente). El sistema capitalismo de occidente quiere consrvar sus conquistas (indudables en el plano de la libertad formal), para justificar de nuevo su dominio sobre el mundo. Estos son los que hablan de la exigencia de una globalidad, que acaba marginando siempre más a los pobres.

  • Buscan una mayor participación del orden mundo (o de los estados) en la gestión económica, pero al servicio de las multinacionales. Al fin los mismos estados en cuanto tales acaban desapareciendo; son incapaces de garantizar el bienestar y la libertad de los ciudadanos... Las personas más pobres quedan en manos de una economía mundial que no piensa en ellas.
  • Acentúan el poder de la tecnocracia, que constituye la nueva clase dirigente de la sociedad. El poder supre­mo es la información, en el amplio sentido de la palabra: los dueños de ella (plano de ciencia) toman las riendas del sistema (en colaboración con los burócratas de la política). De esa forma se instaura el poder de la tecno-burocracia.
  • Quieren mantener el nivel de producción (progreso) y bie­nestar de las clases privilegiadas occidente o de los grupos mundiales vinculados a esas clases, de manera que resulta necesario el creci­miento del sistema (para lo cual deben quedar fuera del sistema el tercero y cuarto mundo, en situación de neo-de­pen­dencia o neo-esclavitud).

Lógicamente, para defender el nuevo crecimiento capitalista, algunos han buscado el apoyo de lo religioso, como si Dios fuera el Gran Conservador, garante de la razón de la "derecha". Este apoyo es más débil en países de tradición "anticlerical" (como Italia y España), es más fuerte paises de tradición más secular (Estados Unidos, quizá Inglaterra, Alemania). Pero en uno y otro caso son muchos los que piensan que para que triunfe el sistema capita­lista neo-conservador debe obtener el respaldo de las "religiones" (del judeocris­tianis­mo).

Esa búsqueda neoconservadora ha llegado a ciertos estamentos de la iglesia, y se expresa en forma de fortalecimiento de la estructura: da la impresión de que buscamos seguridades, que sólo el sistema puede ofrecer. Algunos hablan de una hipertrofia de las organizaciones y estructuras religiosas, en el campo cristiano. Da la impresión de que se quiere suplir la valta de vida y libertad, la falta del carisma, con la seguridad institucional.

¨Hay un riesgo de endurecimiento y legalismo religioso, no sólo en el islam y en ciertas formas de religión muy vinculada a una cultura (en la India), sino en el mismo cristianismo Son muchos los creyentes que tienen miedo a los cambios sociales, culturales, religiosos; les parece que para mantener el orden resulta indispensable un tipo de "imposición" sacral. Por eso, las religiones (y de un modo especial el cristianismo católico) pueden tender a cerrarse en sí mismas, en un tipo de fe sin razonamiento, de uniformidad social sin verdadera libertad.

  ¨ El Dios fundamentalista es un Señor que aparece lleno de seguridad, como alguien a quien se conoce bien y que puede exigir de sus devotos un comportamiento regulado, uniforme, en plano intelectual y social.

 ¨ La religión fundamentalista suele estar guiada por el miedo más que por la libertad, como si Dios fuera un "valor" que debe conservarse a la fuerza y se debiera ayudar a los humanos, para que ellos se mantengan religiosos, para bien de ellos mismos.

 ¨ ¿Vida religiosa fundamentalista? Ciertos grupos religiosos parecene buscar una seguridad en Dios y en la religión. Tienen miedo a la libertad, a la creatividad abierta al amor. Les da impresión de que el humano es menor de edad: de que hay que dirigirle y encauzarle. Por eso se multiplican instituciones que ofrecen seguridad a sus miembros, tanto en el plano espiritual (se les dice lo que tienen que sentir y vivir) como en el plano social: se les dirige desde los principios de una obediencia sacralizada en nombre de Jesús. 

¨¿Un Dios de evasión?

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El "dios" de muchos postmodernos aparece como Alguien que nos hace transcender los problemas de este mundo, no para resolverlos sino para que ellos no nos determinen o dominen (orientalismo, gnosis, esoteris­mos etc.). Ese "dios" se encuentra vinculado en esta línea al gran rechazo de los problemas de tipo social, de las dificultades de la historia, conduciéndonos a un plano de tranquilidad superior, en línea de misterio.:

¨ Hay un riesgo oriental, que se expresa algunos ­hinduismos y budismos de importación. Ante el budismo (e hinduismo) auténtico debemos tener siempre gran respe­to, pero los grupos orienta­listas de occidente suelen reflejar actitudes de huida espiri­tual y social. Su "dios" nos hace olvidar los problemas de este mundo.

¨ Hay un riesgo esotérico (gnosis, neo-misticismos vinculados a la tradición hermética y gnóstica, espiritismo...). Ofrecen un aspecto positivo, pues destacan las potencialida­des interiores del ser humano, pero pueden hacernos perder contacto con la realidad social, con los pobres del mundo.

¨ Hay un riesgo de sectas cristianas, de tipo apocalíptico, ca­rismático etc. Ciertamente, ellas ofrecen elementos de cercanía humana, de comunicación cordial, pero corren el riesgo de separar a los creyentes de las tareas cristianas de anuncio y testimonio del reino.

 ¨ ¿Vida religiosa como secta espiritualista? El orientalismo es riesgo en la medida en que puede sacarnos de la tradición de Jesús y del compromiso con la historia. Pues bien, en contra de eso, la vida religiosa cristiana tiene que estar encarnada en la realidad social, en la complejidad del mundo. No se evade a un tipo de paraíso espiritual donde tiene los problemas resueltos desde arriba, sino que ofrece un camino de experiencia y vida compartida... Por eso, la verdadera contemplación cristiana tiene que estar centrada en la historia de Jesús y abierta hacia el diálogo de los hombres y mujeres en la historia.

Crisis institucional.

 Las mismas instituciones, que debían ser (y en el fondo son) medios para el crecimiento y despliegue de la vida de los religiosos han venido a convertirse a veces en un estorbo.

¨Vivimos dentro de la crisis general del mundo, con los rasgos antes señalados. Todos ellos nos definen y marcan por dentro. "No somos del mundo", como diría Jesús en el evangelio de Juan, pero estamos en el mundo. El mundo avanza y cambia a través no sólo de revoluciones (como antes se decía), sino también de derrumbamientos... Están cayendo muchas cosas que antes eran fundamentales...

¨Se añade la crisis de nuestras propias obras sociales y caritativas. Gran parte de nuestras congregaciones religiosas (sobre todo en el siglo XIX) han nacido con una "vocación de suplencia", para resolver problemas de tipo humano (de asistencia, de educación, de acogida) que la sociedad entonces no resolvía... Actualmente, esas obras educativas y hospitalarias (entre otras) han sido asumidas en gran parte por la misma sociedad... Por eso, si no estamos bien arraigados en el ser de la vida religiosa corremos el riesgo de sentir que nuestra vida no merece la pena.

¨Se añade la crisis de nuestras instituciones... Vivimos en gran medida determinados por grandes instituciones (colegios, hospitales...) cuya dirección tenemos que abandonar muy pronto, por falta de personal... Hemos corrido el riesgo de poner la vida religiosa al servicio de unas obras bien instituidas...

¨ Nos ha llegado, antes que al conjunto de la iglesia, la crisis de la ruptura de instituciones y formas de vida fundadas en la seguridad de la estructura... Muchos religiosos se sienten al descampado, como si la institución les resultara opaca, como si no vieran en ella un medio para la libertad personal, para la comunión fraterna, para el encuentro con Dios. 

  1. Crisis de autoridad, crisis afectiva

 Habíamos creado instituciones fuertes de vida religiosa, a partir de la gran Reforma Gregoriana del siglo X‒XI d.C., fundada en el espíritu de los Monjes‒Soldados (monjes feudales) de Cluny, que de formas diversas han marcado el cristianismo durante un milenio, hasta el día de hoy.  Queríamos un cristianismo triunfante (es decir, una iglesia militante, en el sentido del miles gloriosus de la comedio romana, que en el fondo era un soldado ridículo. Desde el siglo X, la Iglesia occidental ha querido aprender a mandar, a organizar el mundo por la fuerza, a través de un tipo de conquista espiritual, olvidando que toda conquista es una forma de violencia anticristiana, toda vitoria es una derrota. Ese tipo de Vida Religiosa, que nace con Cluny y Gregorio VIII (en la raíz de occidente), que se divide y expande en dos líneas complementarias por medio de Ignacio y Calvino, se encuentra actualmente en una crisis de identidad radical, en la que pueden destacarse estos momentos.

¨ ¿Inmadurez psicológica? Autoritarismo. Es como si los hombres y mujeres no fueran capaces de desplegar por si mismos su identidad de amor, su libertas, y necesitaran ser dirigidos desde fuera… Como si fueran menores de edad, afectivamente inmaduros, psicológicamente enfermos, necesitados de un “señor/señor” no de un amor/amor que les capacite para vivir. En este contexto surge el autoritarismo, no la verdadera autoridad, que consiste en hacer que crezcan otros. Esa situación ha desembocado en el riesgo de la vida religiosa y cristiana como “refugio” donde vengo (venimos) para evitar problemas personales, para que nos manden… Este fenómeno se ha dado siempre, pero ha crecido en los últimos tiempos: algunos aspirantes a la vida religiosa vienen a ella buscando un refugio, un tipo de padre, pero no el verdadero padre, sino un sustituto.

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¨No padre real (que hace crecer), sin sustituto neurótico de padre. En este contexto resulta significativa la palabra alemana “Ersatz”, que significa sucedáneo… Las cosas y relaciones dejan de ser “auténticas”, lo que son, y se vuelven sucedáneos,  es decir, sustitutivos. Frente al “padre” que hace crecer, que se mantiene cerca soltándonos para que iniciemos el vuelo y seamos,  la nueva sociedad y de un modo especial la Iglesia se ha dejado llevar por una “neurosis” de autoritarismo: Imponerse, hacer cosas, regularlo todo…, así imponerse con un tipo de jerarquía reguladas de forma enfermiza, para así colonizar el mundo, en vez de liberarlo desde el evangelio. La Iglesia (especialmente a través de obispos y vida religiosa) ha tejido su triple w.w.w (red de autoridad sagrada, de conciencia, de afectos…). En esa línea, un tipo de “santa obediencia” ha significado la tumba del evangelio.

 Pero nos resulta difícil pasar a la fraternidad, al diálogo comunitario, a las obras compartidas desde el propio diálogo. Por eso, la vida religiosa se puede haber convertido para algunos en refugio para el puro individualismo, para la soledad.

¨No amor real, sino represión sexual.  El conjunto de la Iglesia, y de un modo especial la vida religiosa (con el celibato del clero) había crecido en un mundo afectivamente cerrado, de manera que la castidad estaba muy vinculada a la represión y negación (más que a la liberación para el amor).  Por eso también ha entrado en crisis, no sólo por el cambio en  las costumbres afectivas, en la visión del "placer", sino, y sobre todo, por el descubrimiento del potencial evangélico del amor en libertad, en sus, también en un tipo de celibato o castidad por el reino de los cielo (Mt), no por represión, sino por superabundancia de amor ... Por eso, la castidad sólo tiene sentido desde una opción muy libre y gozosa de despliegue afectivo en comunión y en apertura misionera...

¨Inversión del dinero. Otro sentido de la pobreza. En otro tiempo la pobreza era no tener, o no tener sin permiso... Ahora una mayoría de religiosos/as podrán tener, por sus trabajos y ocupaciones... La novedad está en la forma de compartir lo que tienen, en la manera de poner los bienes de la comunidad al servicio de una misión...

 En contra de lo que a veces se piensa, creo que la crisis no ha terminado. Más aún, creo que lo más importante de la crisis aún no ha comenzado. Más aún, creo que muchas de nuestras instituciones tienen sus años contados. No me importa demasiado el tema de la supervivencia... Si desaparecemos como grupo, desaparecemos: la Orden y/o Congregación ha hecho un servicio, ha ofrecido un lugar de vida para muchos hermanos y hermanas. Eso ha terminado... El evangelio sigue. El tema está en si nosotros/as queremos ofrecer un espacio de vida religiosa para otros...

En tiempos de crisis (tribulación) no hacer mudanza, volver a la raíz. El Carmelo Seglar

 El consejo de S. Ignacio (en tiempo de tribulación no hacer mudanza) es bueno, para no ponernos nerviosos, para no andar de un lado para otro buscando soluciones rápidas, muy a la última moda. Soy muy contrario a las últimas modas: a que os digan lo que tenéis que hacer, a que andéis a la última solución que se le ocurre a alguien.  No hacer mudanza, pero volver a la raíz de la vida cristiana, de la contemplación carmelitana, en el mismo mundo, como seglares sin más. Desde aquí, para Mabel, L. Enrique y David, quiero ofrecer unas simples reflexiones conclusivas.  

  – No tener miedo a morir, no tener miedo al “infierno”... No tengáis miedo a “morir”, es decir, a fracasar o ir al infierno, simplemente porque “el infierno como tal no existe”, como los sabían los grandes “padres y madres de la iglesia”. El invierno es la “no existencia”, Dios es “el que es” (el Yahvé de Moisés, el Padre de Jesús…). En Dios vivís, os movéis (a veces con dificultades) y sois… No tenéis que hacer cosas, sino vivir en intensidad.  Por tanto, no estar angustiados, no hacer las cosas simplemente como si quisiéramos dejar nuestra huella en el mundo; somos huella y presencia de Dios, en él somos, en su monte nos elevamos a la vida.

–No tener miedo o a los cambios. Muchas de las obras de la Iglesia, de las órdenes religiosas (como el Carmelo regular) pueden cambiar, cesar... en muy pocos años, pues el mundo va rápido. En ese sentido, debéis ser capaces de hacer cambios, pero sin agobio, sin prisa inmediata... Seréis futuro de Iglesia (y de contemplación carmelitana) si sois presentas. Seréis futuro si sois “contemplativos”, es decir, si sois “templo”, el templo de Dios que es la vida humana, vuestra vida. No busquéis un exo‒planeta como M. Mayor (me parece muy bien que los haya), pues vosotros sois el eso‒planeta de Dios. Dios “planein” está presente y gira sin girar en vosotros. No necesitáis ya nada nuevo, no tenéis que conquistar nada distinto, sois “planeta” de Dios.   

 – Sois con‒sagrados, sois lo sagrado, la sacralidad de Dios; lo sois por el bautismo (en el Agua‒Vida que es Dios habéis nacido, muriendo con Jesús). De esa “muerte de Jesús” que es vida (del Dios que muere siendo, viviendo, haciendo que seáis) vivís vosotros, con‒sagrados, la sacralidad de Dios, su templo. De esa forma, siendo Nada sois Todo, en él, el universo entero, con los eso‒y los exo‒planetas, pues todo se mueve y gira en Dios. De esa forma, siendo lo que sois, haréis que todo sea, lo hará Cristo en vosotros.    

 – Estos cambios implican un gran sacrificio... Muchos de nosotros hemos entrado en la vida religiosa a buscar nuestra seguridad. Muchas de vosotras estáis aquí para realizaros, mirando un poco al ombligo de vuestros propios problemas: vuestros estudios (nunca acabamos de realizarlos), vuestra madurez personal, vuestros lugares de tranquilidad... Es claro que esos elementos son buenos (estudiar, madurar, vivir en paz...).   

Líneas clave de actuación. Presupuestos:

–La Orden/Congregación sólo subsistirá en la medida en que tenga personas que lo quieran y que estén dispuestas a buscar la fidelidad básica al carisma, en línea de fraternidad fuerte... Es evidente que tienen que amar a la Congregación, pero por encima de ella tienen que sentirse "recreadas" desde el evangelio, ilusionadas por la obra de presencia contemplativa  y liberadora de Cristo.

 – La Orden/Congregación sólo subsistirá en la medida en que el carisma emerja con fuerza y sea capaz de ilusionar y atraer a personas que lo compartan, no sólo en perspectiva laical sino en compromiso de vida religiosa. Ciertamente, puede haber carismas.... que por sí mismos resultan inactivos, porque no encuentran personas que los encarnan. Pero es muy difícil que la Congregación tenga un futuro a no ser que se vea con gran claridad el Carisma fundante, que se ponga en práctica de un modo creador, ilusionado.

–La Orden/Congregación sólo podrá ir adelante en la medida en que creen espacios de fuerte y sencilla fraternidad, donde los miembros estén muy a gusto, en gran libertad, ilusionados por lo que hacen, en madurez humana, afectiva. Las hermanas tienen que sentirse bien, no por la estructura en cuanto tal, sino por la vida compartida de las mismas hermanas y hermanos, en el mundo, como seglares.

 –La Orden/Congregación tendrá que ser capaz de presentar su propio tipo de vida, con sencillez pero con fuerza, dentro de la sociedad y de la iglesia. No puede haber angustias de exhibicionismo, pero tampoco miedos. No puede haber hipocresías (tenemos que mostrar lo que somos), pero tampoco ocultamientos... Tenemos que ser como una ciudad elevada sobre el monte, que se vea lo que somos, lo que vivimos, cómo lo hacemos... Eso significa que tiene que haber un contacto real y concreto con las personas del entorno, en amor, en testimonio de Jesús, en contemplación.

–La reforma cristiana del Carmelo tendrá que realizar su propio camino..., con creatividad, sin buscar soluciones simplemente externas, volviendo al mundo, como seglares.. Ciertamente, tenemos que acudir a Dios, pues esta vida sólo tiene sentido si es que hay fe en el Cristo, en su proyecto de reino, en su camino de gratuidad... Pero, por otra parte, el camino y solución, humildemente,  debéis encontrarlo vosotras y vosotros, desde el evangelio, como seglares, en el mundo-mundo, en contemplación, en comunión de hermanos, en testimonio de vida. 

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