El Papa preside el Rosario Mundial por la paz junto a la talla original de la Virgen de Fátima León XIV: "No podemos matar por ninguna idea, fe o política. ¡Tengan la audacia de desarmarse!"

León XIV, con la virgen de Fátima
León XIV, con la virgen de Fátima

"La paz es desarmada y desarmante. No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo. No llegará como fruto de victorias sobre el enemigo, sino como el resultado de sembrar justicia e intrépido perdón"

"'Madre, tú eres cada mujer que ama;  madre, tú eres cada madre que llora a un hijo asesinado, a un hijo traicionado. Estos hijos que nunca terminan de ser aniquilados'"

"La paz es desarmada y desarmante. No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo. No llegará como fruto de victorias sobre el enemigo, sino como el resultado de sembrar justicia e intrépido perdón". El Papa León volvió a lanzar un llamamiento para acabar con las guerras durante una simbólica vigilia mariana, celebrada en la plaza de San Pedro, y que contó con una invitada especial: la talla original de la Virgen de Fátima.

"Envaina la espada es la palabra dirigida a los poderosos del mundo, a quienes guían el destino de los pueblos: ¡tengan la audacia de desarmarse!", clamó el Papa, quien al mismo tiempo quiso dirigir una apelación similar "a cada uno de nosotros, para hacernos cada vez más conscientes de que no podemos matar por ninguna idea, fe o política. Lo primero que hay que desarmar es el corazón, porque si no hay paz en nosotros, no  daremos paz".  

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

Ante más de 30.000 peregrinos, Prevost entregó a la imagen -que simboliza a la Virgen que se apareció a los pastorcitos el 13 de mayo de 1917 en Cova da Iría- una Rosa de Oro durante el Rosario. Junto a ella, como en tiempos de Jesús, "todos unidos, perseverantes y con un mismo  sentir, no nos cansamos de interceder por la paz, don de Dios que debe convertirse en nuestra  conquista y nuestro compromiso". 

Rosario en la plaza de San Pedro
Rosario en la plaza de San Pedro

"Como ella, la primera discípula, supliquemos el don de un corazón que  escucha y se vuelve fragmento de un cosmos que acoge. A través de ella, Mujer dolorosa, fuerte y  fiel, pidamos que nos alcance el don de la compasión hacia todo hermano y hermana que sufre, y  hacia todas las criaturas", oró el Papa. "En ella,  hermana de humanidad, nos reconocemos, y con las palabras de un poema le decimos: 'Madre, tú eres cada mujer que ama;  madre, tú eres cada madre que llora a un hijo asesinado, a un hijo traicionado. Estos hijos que nunca terminan de ser aniquilados'".

Una María que, desde el silencio, "sigue creando, generando, llenando el mundo de primaveras y de vino las ánforas de la fiesta", como hiciera por primera vez en Caná. "Hagan todo lo que él les diga: todo el Evangelio, la palabra exigente, la caricia consoladora,  el reproche y el abrazo. Lo que entiendes y también lo que no entiendes. María nos exhorta a ser como  los profetas: a no dejar caer en el vacío ni una sola de sus palabras" pidió Prevost. 

León XIV, junto a la Virgen de Fátima
León XIV, junto a la Virgen de Fátima

El Papa también recordó cómo "los grandes del mundo se construyen imperios con el poder y el dinero", pero también que "Dios no actúa así: el Maestro no tiene tronos, sino que se ciñe una toalla y se arrodilla a los pies de cada uno. Su imperio es ese pequeño espacio que basta para lavar los pies de sus amigos y cuidar de ellos".

Adquirir un punto de vista diferente para mirar el mundo desde abajo, con los ojos de quien sufre, no con la óptica de los potentes; para ver la historia con la mirada  de los pequeños y no con la perspectiva de los poderosos; para interpretar los acontecimientos de la  historia desde el punto de vista de la viuda, del huérfano, del extranjero, del niño herido, del exiliado, del fugitivo

Esta es, también, la invitación para "adquirir un punto de vista diferente para mirar el mundo desde abajo, con los ojos de quien sufre, no con la óptica de los potentes; para ver la historia con la mirada  de los pequeños y no con la perspectiva de los poderosos; para interpretar los acontecimientos de la  historia desde el punto de vista de la viuda, del huérfano, del extranjero, del niño herido, del exiliado, del fugitivo".

"Con la mirada de quien naufraga, del pobre Lázaro, tirado junto a la puerta del rico epulón. De lo contrario, nunca cambiará nada y no surgirá un tiempo nuevo, un reino de justicia y paz", trazó con belleza el Papa, recordando el cántico del Magnificat, cuando María "dirige su mirada a  los puntos de fractura de la humanidad, allí donde se produce la distorsión del mundo, en el contraste  entre humildes y poderosos, entre pobres y ricos, entre sacios y hambrientos. Y elige a los pequeños,  se pone de la parte de los últimos de la historia, para enseñarnos a imaginar, a soñar juntos con ella  los cielos nuevos y la tierra nueva".

Cardenales ante el pueblo
Cardenales ante el pueblo

"Bienaventurados ustedes, los que trabajan por la paz"

Y les dice: "Bienaventurados ustedes, los que trabajan por la paz". "Ánimo, adelante, en camino. Ustedes que construyen las condiciones para un futuro de paz,  en la justicia y el perdón; sean mansos y decididos, no se desanimen. La paz es un camino y Dios  camina con ustedes. El Señor crea y difunde la paz a través de sus amigos pacificados en el corazón,  que a su vez se convierten en pacificadores, instrumentos de su paz", culminó León XIV, antes de ofrecer esta oración a María, "mujer profundamente pacífica, reina de la paz".

Ruega con nosotros, Mujer fiel, sagrado seno del Verbo. 

Enséñanos a escuchar el grito de los pobres y de la madre Tierra,  

atentos a las llamadas del Espíritu en el secreto del corazón, 

en la vida de los hermanos, en los acontecimientos de la historia,  

en el gemido y en el júbilo de la creación. 

Santa María, madre de los vivos,  

mujer fuerte, dolorosa, fiel, 

Virgen esposa junto a la Cruz, 

donde se consuma el amor y brota la vida, 

sé tú la guía de nuestro compromiso de servicio.  

Enséñanos a detenernos contigo junto a las infinitas cruces 

donde tu Hijo sigue crucificado, 

donde la vida está más amenazada; 

a vivir y dar testimonio del amor cristiano 

acogiendo en cada hombre a un hermano; 

a renunciar al oscuro egoísmo 

para seguir a Cristo, verdadera luz del hombre. 

Virgen de la paz, puerta de la esperanza segura, 

¡acoge la oración de tus hijos! 

Volver arriba