Comunión de los santos, resurrección de la carne, eucaristía. Diez elementos de la Iglesia

Con ocasión de la fiesta del Corpus (3 y 6 de junio 2021) he presentado en RD dos reflexiones sobre el Cuerpo de Cristo, la Comunión de los santos y la Eucaristía. Me han dicho que el tema ha quedado algo perdido en una fronda  de consideraciones. Por eso he recogido lo allí dicho en diez tesis de base, en forma de decálogo de vida cristiana,vinculando la comunión de los santos y la resurrección de la carne.

Los principios de este decálogo están tomados en parte de mi ensayo  Teología de la Biblia (La palabra se hizo carne) y de un libro más antiguo titulado Fiesta del Pan, fiesta del Vino. Allí podrá acudir quien quiera fundamentar lo que ahora digo en forma telegráfica, ofreciendo un breve programa de recreación del cristianismo.                      

La verdad acerca del Domingo de resurrección

1. Creo en la comunión de los santos, compendio y meta del “credo” cristiano

 El “credo de los apóstoles” (o “credo romano”) culmina en un artículo que dice “creo en la comunión de los santos”, esto es, en la comunicación de vida en amor mutuo de hombres y mujeres, para luego precisar: "creo en la resurrección de la carne". Cristianos son, según eso, aquellos que «han sido convocados en comunión de amor» (1 Cor 1, 9), para anunciar y anticipar ya en la tierra la resurrección de la carne.

            Como han puesto de relieve las últimas cartas y escritos del “corpus” paulino, todos los hombres y mujeres   han sido convocamos (llamados) por Jesús para vivir en comunión con él y entre ellos mismos.  Así con-vivimos y con-sufrimos en él; nos damos la vida y con-morimos, anticipando en la historia la resurrección de la carne, el camino divino de la vida humana (cf. Rom 6, 4-8; 8, 17; 2 Cor 7, 3; Gál 2, 19; Col 2, 12-13; Ef 2, 5-6; 2, 2).   

2. Esa comunión en Cristo (Gal 3, 28) se expresa y celebra en la eucaristía.

            Esta comunión se realiza de un modo visible en el gesto eucarísti­co: «El cáliz... es la comunión con la sangre de Cristo; el pan..., es la comunión con el cuerpo de Cristo» (1 Cor 10, 16-17). Así se invierte y recupera el gesto del Dios que se hace humano. Carne y sangre eran primero el lugar en el que Dios se ha humanizado. Ahora, en contexto de celebración eclesial, fundada en el recuerdo y la palabra de Jesús, carne y sangre son la realidad de la vida que recibimos y damos, haciéndonos “cuerpo” unos de y con otros.

             Allí donde la comunidad se reúne y celebra la vida del Cristo, tomando el mismo pan, bebiendo el mismo vino, los creyentes, unidos entre sí «comulgan con el Cristo», participan de su vida y de su muerte, siendo así cuerpo, carne de Jesús (Jn 5), siendo "carne" unos de otros. Este es el sentido radical de aquello que la iglesia afirma cuando cree en la «comunión de los santos y en la resurrección de la carne" 

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 3. Comunión, no fusión: En él nos movemos, vivimos y somos siendo unos en otros (Hch 17, 28)

            Así lo dice 1 Jn 1, 3 afirmando que «nuestra koinônia/comuniòn es con el Padre y con su Hijo Jesucristo», siendo koinônia o comunión de amor concreto de unos con otros (cf. Jn 10, 30; 17, 11. 21-23). Frente a todas las unificaciones místicas, que buscan la inmersión en lo absoluto, perdiendo cada uno su identidad personal al fundirse unos con otros, la comunión cristiana en Dios comunión de cuerpo (sôma), siendo comunicación de carne (sarx), en forma de diálogo concreto, en la línea de aquello que los teólogos antiguos llamaban “perijóresis”: Caminar cada uno hacia el otro, encontrarse y compartir la vida desde el placer y don de los otros, con sus diferencias.

Gran diccionario de la Biblia

            El Dios de Jesús es Dios es comunión, más aún, es la “comunión”, vinculando en gozo de amor a judíos y gentiles, a varones y mujeres, a gentes concretas de pueblos distintos, formando todos un mismo “cuerpo en Cristo”. Esta es una unión corporal, de vida con vida, de amor con amor, de persona con persona, una una comunión de "carne", pues el Verbo de Dios se hizo carne (Jn 1, 14) y la carne culmina en la resurrección (Credo).  

4. Comunión de los santos: santificados por Dios en Cristo, santos de iglesia fuera de la iglesia

       A veces hemos “secuestrado” la palabra santo, para los canonizados de Iglesia… Y quizá no está mal que esos santos existan y que se pongan en altares, pero sin olvidar que los primeros santos no son ellos, sino los “expulsados”, los hambrientos, los enfermos, aquellos por los que Jesús vivió,              Ésta es la comunión de todos aquellos a los que Dios ha “santificado” con su vida y muerte en Cristo. Es una comunión “corporal”, para crear un cuerpo, comunidad real de personas, que se buscan y se dan la vida… Es comunión de "carne" (caro, cardo salutis, decìa Ireneo).Es una comunión que se celebra en la “eucaristía”, esto es, en forma de fiesta de alabanza, de pan compartido, pero, al mismo tiempo, y sobre todo en la eucaristía de la vida, de la carne concreta de hombres y mujeres, en camino de resurrección.

El icono de la Santísima Trinidad de Andrew Rublev

5. Comunión de recuerdo de Jesús, de pan compartido, de oración

Así lo afirma el libreo de los Hechos: Los creyentes «se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la koinônia, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hech 2, 42). La enseñanza es el “recuerdo” (el zikaron) de la presencia de Dios en las víctimas de la historia. La koinônía del pan es la comunicación económica concreta, real, enriquecedora… La oración es la nueva  y más alta experiencia iluminación inter-personal (más que trans-personal).

Así lo ha dicho san Pablo, en voz triunfante: «¡Todas las cosas son vuestras!: Pablo, Apolo, Cefas; lo presente y lo futuro, vida y muerte, todo el cosmos...» (1 Cor 3, 21-22).  Frente al hombre dividido de la historia (judío frente a gentil, bárbaro frente a griego o romano, amo frente a esclavo, varón frente a mujer), emerge un nuevo tipo de ser humano en Cristo, dentro de la iglesia (cf. Rom 10, 12; 1 Cor 12, 13; Gál 3, 28), capaz de compartir la “vida mesiánica”, propia de Jesús, que ha querido compartir su vida (cuerpo/carne), para vida de todos.

6. No colectivismo ni liberalismo, sino comunión real, gratuita y eficiente, de personas.

Esa comunión es comunicación real, encarnada, es decir, en la carne real, en el afecto y en la comunicación concreta del amor, del nacimiento, de conversación, del “pan” que alimenta, del vino que “eleva” y convierte la vida en una fiesta de amor mutuo, como sabe el libro de los Hechos (Hech 4, 32). Por eso, las diversas iglesias no sólo comunican la fe, sino que se ayudan con dinero cuando llega el hambre (cf. Rom 15, 32) y viven la certeza de que todo es en el fondo común entre cristianos.

               Evidente­mente, la iglesia no sabe cómo traducir esa comunión material en claves de técnica socio-económica, pero si no suscita espacios de comunión de vida en el nivel del pan y de la libertad ella pierde su sentido. Si la fe común no se expresa en la existencia externa, en cauces de colaboración y comunión "carnal" (de vida concreta, de economìa, de pan), ella se pierde, acaba haciéndose mentirosa. No se trata de un colectivismo impuesto, ni de un liberalismo individualista, centrada en la búsqueda del dinero, pero sin libertad personal concreta y comunión económico-social "de carne" no se puede hablar de comunión cristiana.

Basílica de San Pedro en Roma, Vaticano | Buendía Tours

7. Esta es la “justicia” real, y por ella se “justifica” la vida.

            Sólo así se puede hablar de justicia, es decir, de “justificación” de la vida, superando el nivel de la violencia y la venganza, que puede terminar y termina destruyéndonos a todos, conforme a la espiral infinita de la imposición y de la envidia, del egoísmo propio y del abandono (asesinato) de los demás. Conforme a la experiencia y camino de la Biblia, la justicia no es dar (y exigir) cada uno lo suyo, sino poner cada uno lo que es y lo que tiene al servicio de los demás.

            La justicia bíblica (la justicia de la comunión y de la eucaristía en Cristo) consiste en recibir la vida como don, compartirla y regalarla, de un modo carnal, en amor. Todos los restantes esquemas y principios de la vida pasan a un segundo plano. Queda en segundo lugar la tabla de las virtudes clásicas, con la justicia interpretada como exigencia de dar a cada uno lo que es suyo. Resulta insuficiente el ideal moderno de la justicia revolucionaria, como búsqueda de una sociedad sin clases a través de la violencia de algunos Para el cristiano, no hay más absoluto que comunión de "carne" (corporal, personal), a manera de entrega por los otros, en un camino que proviene de la comunión de Dios y se abre hacia la comunión de carne entre los seres humanos

 8. La fiesta de la comunión. La eucaristía: acción de gracias de la vida compartida.

               Sobre una tierra de enfrentamientos y rupturas, sobre un mundo de conflictos donde cada grupo quiere tener lo “suya” a costa de la necesidad o muerte de los demás, se abre camino el recuerdo y proyecto de una vida compartida en amor, como la de Jesús, recordando su muerte y resurrección con pan y vida compartida, es decir, comiendo y bebiendo juntos.  Ésta es le eucaristía de la vida. Quizá en otro tiempo se había concedido primacía a la comunión sacramental, ritualmente perfecta pero un poco separada de la vida. En estos últimos años se ha asistido al redescubrimiento de la fe, la confianza mutua, la celebración del recuerdo y la esperanza de Jesús, en torno  a su pan y vino.   

            Según eso, la comunión es algo que se hace, se va construyendo a través del compromiso en favor de la justicia, por medio de una lucha de amor (de carne)  encaminada a liberar a los perdidos y oprimidos, a través de un proceso que culmina en el surgimiento de una sociedad sin clases. Todo eso es importante, pero resulta absolutamente necesario que redescubramos desde ese fondo el aspecto festivo y lúdico de la comunión: Una solidaridad que no se celebra con gozo y canto, abierto a todos, termina olvidando el evangelio, sin olvidar que una celebración que no incida en el compromiso en favor de los necesita­dos termina siendo pagana. Un comunión sin comunicación de carne no es cristiana. 

Santa Sofía - Wikipedia, la enciclopedia libre

9. Quien no come mi “carne”, quien no bebe mi “sangre”. En las raíces de la vida

El más espiritual   de los evangelios, que es al mismo tiempo, el más carnal de todos nos sigue diciendo que la “palabra se hizo carne” (Jn 1, 14). No se trata de hablar de una comunión en general, de un “cuerpo” entendido como “corporación” racial, militar o económica…, sino de la “carne” concreta de la vida,  esto es, de la carne del varón y de la mujer, del sano y gozoso, pero al mismo tiempo de la carne despreciada de los otros, de los distintos, de los excluidos sexuales, sociales, culturales…

              En ese sentido resulta absolutamente fundamental la formulación  eucarística de Juan en el Sermón de Cafarnaúm (Jn 5). Los evangelios sinópticos hablan del par como “cuerpo” de Cristo, y ese lenguaje sigue siendo fundamental. Pues bien, para no olvidar el carácter “carnal” de la comunión de los santos (y de la eucaristía), en el evangelio de Juan, Jesús dice “quien no come mi carne”, quien no bebe mi “sangre”. Recuerda así que se trata de una comunión “carnal”, que lo más espiritual es lo más “carnal”… La comunión eucarística, creadora de “sôma” de un cuerpo de todos los creyentes, es una comunión concreta, de carne y sangre, de varón y mujer, de persona con persona, de niños, de ancianos… La carne así entendida es la “vida humana” de Dios,  

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 10 Un cuerpo para “conocer”: Conoceremos como somos conocidos.

Ésta es la palabra clave con la que termina el gran poema del amor de 1 Cor 13: Ahora conocemos sólo en parte, nos amamos parcialmente… Pero en la plenitud del camino del amor “conoceremos como como conocidos”. Eso es Dios, eso es la comunión de los santos, poniendo de relieve todos los rasgos y momentos de ese “conocer”, que según la Biblia es el conocimiento “carnal” en sentido plano, conocimiento de varón y mujer (Adán-Eva), de persona a persona, incluyendo cuerpo y alma, afecto, bienes económicos, la persona enteras.

              El cristiano cree en la comunión personal (persona a persona, de carne, de cuerpo) y no en un tipo de solidaridad económica sin más (no se trata de car y compartir cosas, sino de darse y compartirse, como personas). Ciertamente, valoramos la solidaridad. Pocas cosas hay en nuestro mundo más genuinamente humanas que la unión de unos hombres con otros, unión de vida, de carne,, comprometidos en un mismo proceso de transformación, en una misma lucha por lo humano. Pero esa solidaridad, expresada sólo a través de la dinámica socio-política, corre el riesgo de volverse violen­ta, concretándose a través de la lucha de clases, de la imposición revolucionaria o, sobre todo, de un liberalismo económico egoísta que termina matando a todos los distintos.

 Así podemos terminar con 1 Cor 13 diciendo que en un plano todos pasa: Un día cesará el perdón, pues no habrá pecado a perdonar. Terminará la solidaridad de clase, pues no habrá clases contrapuestas ni enemigos a quienes combatir. Acabará nuestra misericordia, pues habrá cesado la miseria que atormenta a los pequeños y mueve el corazón a los piadosos. La misma razón habrá acabado su camino, abierta en luz hacia el misterio de las cosas. No habrá justicia impuesta, pues todo será compartido... Las cosas habrán cumplido su misión y quedarán sencillamente como signo o recuerdo del camino recorrido… Pero quedará la comunión de amor y Dios vendrá a mostrarse como despliegue transparente de comunión. Cristo entregará su reino al Padre, y Dios será así «todo en todos» (cf. 1 Cor 15, 28).

PALABRAS DE AMOR | XABIER PIKAZA | Casa del Libro

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