Dom 10 XI 2007. ¿Una mujer para siete hermanos?
Evidentemente, podemos y debemos criticar (como ha hecho Jesús) la ley de fondo del pasaje: un buen judío debía casarse con su cuñada vida (aunque ya tuviera una mujer) para darle hijos al hermano muerto y para asegurar así la transmisión de la herencia de la tierra. En ese contexto no sólo se permitía, sino que se ordenaba la poligamia, para que el buen judío protegiera a su cuñada viuda, y para que le diera hijos.
Éste es un texto que puede chocarnos, pero debemos empezar por comprenderlo. Es lo que haremos hoy, defendiendo en un sentido la ley del levirato (por algo la introdujo en su momento la Biblia), reflexionando después sobre la poligamia de fondo, aplicándolo todo en un sentido actual, desde la perspectiva de un Dios que está al servicio de la vida. Buen domingo a todos.
Texto: Lucas 20, 27-38
1. En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
2. Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Estáis muy equivocados.
2. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos."
Presentación y división
Tal como lo he dividido, el texto tiene tres partes. La primera trata de la ley del levirato y del caso de la mujer de siete maridos. La segunda del matrimonio y los ángeles. La tercera de la resurrección y del Dios de Abrahán. Empezaré primera.
Éste es un tema que probablemente se discutía entre los círculos judíos de aquel tiempo y que el evangelio ha retomado, desde su primera versión de Marcos (cf. Mc 12, 18-27). No voy a entrar aquí en las variantes de los sinópticos, sino en el tema de fondo, empezando por la primera parte.
Los saduceos ridiculizan la resurrección de los muertos,
citando el caso una mujer que ha sido “propiedad” de siete maridos. ¿De quién de ellos será al fin de los tiempos? La cuestión ha sido bien planteada: no alude a la mera supervivencia espiritual sino a realización integral de la persona, dentro de un grupo social (de una familia), en un cielo realísimo, de maridos y mujeres, de propiedades y tierras. Es evidente que una mujer concebida como propiedad del varón no tiene cabida en el Reino de la resurrección, en el que todo se vuelve actual (presenta, a la vez), porque en ese caso ella tendría que ser concebida como propiedad de siete varones. En este contexto se plantea le ley del levirato.
Ley del Levirato:
5 "Si unos hermanos viven juntos y muere uno de ellos sin dejar hijo, la mujer del difunto no se casará fuera de la familia con un hombre extraño. Su cuñado se unirá a ella y la tomará como su mujer, y consumará con ella el matrimonio levirático. 6 El primer hijo que ella dé a luz llevará el nombre del hermano muerto, para que el nombre de éste no sea eliminado de Israel. 7 "Si tal hombre no quiere tomar a su cuñada, entonces su cuñada irá a los ancianos, a la puerta de la ciudad, y dirá: 'Mi cuñado rehúsa levantar nombre en Israel a su hermano; él no quiere cumplir el matrimonio levirático conmigo.' 8 Entonces los ancianos de su ciudad lo llamarán y hablarán con él. Si él se pone de pie y dice: 'No quiero tomarla', 9 entonces su cuñada se acercará a él delante de los ancianos, quitará el calzado del pie de él, le escupirá en la cara y le dirá: '¡Así se haga al hombre que no edifica la casa de su hermano!' 10 Y se llamará su nombre en Israel Casa del Descalzado (Dt 25, 5-10).
Algunos elementos de la ley:
a. La herencia debe mantenerse en la familia o clan. El texto supone, dentro del espíritu de continuidad familiar, que cada hombre, fundador de familia, posee una tierra y que debe legarla a sus descendientes, dentro de una “federación” de familias libres. Si un hombre muere sin dejar herencia, su tierra puede convertirse en propiedad de otros (que la usurpen, dentro del clan) o pasar a otro claro (si la viuda se casa y entrega la tierra a otro marido extraño). Por eso, la viuda debe casarse de nuevo, dentro de la familia.
b. Ésta es ley para proteger a las viudas… que corren el riesgo de quedar desamparadas, si pierden al marido y no tienen hijos (como sabe el conjunto de leyes de Éxodo y Deuteronomio, que mandan proteger a las viudas). Pues bien, la mejor forma de proteger a las viudas es hacerlo dentro de la misma familia, no por “caridad”, sino por ley. Por eso, el pariente más próximo de la viuda debe encargarse de ella (como supone, en otro plano, la misma ley de la Iglesia cristiana en 1 Tim 5, 4). La única forma real de proteger a la viuda, en aquel contexto, es “casándose” con ella (es decir, tomándola en casa) y dándole un hijo que sea su heredero… es decir, que herede la tierra del marido difunto y proteja después a su madre.
c. Poligamia. Ésta es una ley que supone la “poligamia”, al menos temporal. No se dice si el “levir” (el hermano que se casa con su cuñada) está casado o no. Ésta es una ley de “cuñados-hermanos”… Ellos aparecen como garantes de la continuidad familiar (como en otras culturas los tíos, es decir, los hermanos de la madre). En ese contexto, introduciré al final unas reflexiones "´criticas" sobre la poligamia. Ésta es normalmente una ley onerosa para el levir o cuñado… que tiene que cuidar de dos casas y herencias, de la suya propia… y de la de su hermano. El buen “levar” es un hombre que trabaja para que se mantenga la herencia de su hermano, engendrado y cuidando un hijo que no va a ser suyo, sino de su hermano. Por eso, el texto insiste en que cumpla su obligación y que si no lo hace “caiga en vergüenza”. Como se ve, ésta es una ley que no puede imponerse por obligación.
d ¿Qué pasa con la viuda? ¿Qué piensa ella? El texto no lo dice, pero, en principio, esta ley quiera favorecerla: darle una casa, asegurarle una herencia (un hijo), permitir que su hijo sea su heredero.
¿Poligamia en el cristianismo?
La realidad es compleja y la historia bíblica ha admitido en ciertos momentos la poligamia... y que tengo la sospecha (casi la certeza) de que en ciertos círculos de origen judío de la Iglesia Cristiana antigua hubo poligamia, por lo menos "tolerada" (según 1 Tim y Tito, cuando dicen que el obispo o presbítero sean hombres de una sola mujer).
Eso nos hace ser mucho más humildes en los planteamientos... Defiendo, evidentemente, la monogamia desde el varón y desde la mujer, pues creo que responde mucho mejor a la dignidad personal de los "contrayentes" del matrimonio y al camino de Jesús... Pero no me gusta dictar soluciones desde el principio, por principio.
Según la ley del levirato, el matrimonio está al servicio del mantenimiento de la posesión familiar (individual, patriarcal) y de la herencia.
En ese engranaje de herencia de la tierra y estirpe (las dos promesas de Abrahán) entra la mujer. Pues bien, premisamente para impedir la lucha por la herencia (y para confirmar la autoridad de los varones) en una sociedad patriarcalista (¡el padre mantiene su “nombre” por los hijos!), se ha establecido la ley del levirato, aunque ella pueda aparecer también y sea garantía de seguridad para las mujeres: (Una viuda sin hijos carece de protección y derechos civiles; para defenderla, ofreciéndole una casa y descendencia, la desposa su cuñado).
Respuesta de Jesús
Jesús acepta un tipo de levirato “en este mundo”, es decir, para los hijos de este eón (ouioi tou aiônos toutou). Eso significa que él no rechaza esa ley, pero la sitúa sólo en este mundo, antes de la transformación, es decir, antes de la llegada del Reino de Dios. … Pero hay otro nivel, una realidad más alta:
"En esta vida, hombres y mujeres se casan y son casados; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán ni serán casados. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, siendo hijo de la resurrección. Estáis muy equivocados”
En un plano general, la respuesta de Jesús es clara: Los resucitados no se casan al estilo antiguo y por eso carece de sentido la pregunta sobre quién de los siete poseerá a la viuda común sobre el cielo. Ni los hombres serán dueños (no se casarán en clave activa de posesión); ni ellas serán siervas (no serán casadas, en plano de sometimiento).
Habrá acabado el tiempo en que la esposa sin marido y descendencia puede ser “utilizada” por “levires” para asegurar la herencia patriarcal de la familia. Ella será por fin persona en el sentido radical de la palabra: responsable y dueña de sí misma, independiente ante Dios y ante los otros. Eso significa que ella no estará ya al servicio de un campo, ni de una descendencia del marido. Será libre, como el esposo, podrá vivir una vida personal…
Una respuesta revolucionaria
Para que se cumpla lo que pide Jesús es necesaria una revolución económica (de posesión de campos) y familiar (de posesión de mujeres). Jesús proyecta esa revolución para el “fin” (para el tiempo de la resurrección). Pero es evidente que lo que se dice del fin (Reino de Dios) se aplica al presente, pues el Reino está comenzando ya.
Quiero insistir en el tema: Según el evangelio, lo que vale para el Reino (resurrección) ha de aplicarse (anticiparse) aquí en la tierra. Eso significa que la ley del levirato pierde su sentido: la mujer no está al servicio de la herencia del marido, pues cesa la familia patriarcal y el tipo anterior de posesión de tierras. Eso significa que los hijos no pueden estar al servicio del mantenimiento de la “herencia”, ni las mujeres al servicio de los hijos del varón-patriarca. La mujer no es objeto de placer y posesión (herencia) del marido; de manera que vale y es por sí misma.
Mirada desde aquí la pregunta de los saduceos pierde su sentido. Ellos están argumentando desde una “ley vieja” de posesión…. Y esa ley no puede aplicarse a la vida de los cristianos, a la resurrección.
Los saduceos piensan que las cosas no pueden cambiar… Eso significa que no puede haber Reino, no puede haber resurrección…. Pues si la hubiera significaría una “eternización de la injusticia”. En ese sentido, el budismo clásico niega la posibilidad de un “cielo en la línea de este mundo”… El nirvana será negación total. La ley es para asegurar la vida en este mundo. No puede haber “cielo”.. Pues bien, en contra de eso, Jesús afirma la posibilidad de un orden distinto, que puede empezar ya aquí
No pueden morir, son como ángeles. Un matrimonio distinto
Todas las leyes nacen del miedo de la muerte… Todas imposiciones nacen del miedo de la muerte. Allí donde los hombres y mujeres no tienen miedo a morir, pueden vivir con gozo y compartir la vida, en fecundidad.
Serán como ángeles… no significa “serán asexuados”, sino “sexuados de un modo distinto”, no al modo actual del dominio, de la lucha por la herencia… sino en gratuidad en un tipo de comunicación y de lenguaje total que en este momento (en este tiempo) no logramos realizar aún…Por eso, el matrimonio no puede concebirse como un tipo de institución de dominio… que no puede perpetuarse en la resurrección, sino como una experiencia de gracia y comunicación que debe culminar en plenitud en la resurrección (como sabe toda la tradición nupcial de Antiguo y Nuevo Testamento, tal como culmina en las bodas del Apocalipsis).
Eso significa que ha de cesar esta vida en la que se engendra para la muerte, en lucha por la posesión de tierras y campos…
Podrá surgir, está surgiendo ya una vida para la vida. Ésta es la palabra clave: No pueden morir, son como los ángeles… El miedo a la muerte es el que lleva a la división…. La experiencia de la resurrección que nos hace superar las injusticias de una historia donde los varones habían convertido a muchas mujeres en esclavas al servicio de su deseo y poder genealógico. Todos los humanos aparecen vinculados, llenos de valor, en manos de un mismo Dios de los que viven, tanto en este mundo como en el futuro. Por eso, esclavizar a la mujer o utilizarla para asegurar la herencia (por la ley del levirato) va contra la más honda libertad personal que brota de ese Dios de vida
(Cf. O. Schwankl, Die Sadduzäerfrage (Mk 12, 18-27 par), BBB, Bonn 1987. Sobre la visión de Dios que está al fondo de la controversia cf. J. Schlosser, El Dios de Jesús (BEB 82), Salamanca 1995, 79-94).
Más allá del matrimonio saduceo
(a) La mujer anterior se hallaba al servicio de la estirpe, como servidora y sagrario de una vida administrada por varones. No importaba su libertad, no contaban sus sentimientos. Sólo un marido que velase por ella, dándole hijos, podía ofrecerle dignidad (como muestra incluso la historia conmovedora de Rut).
(b) La mujer del evangelio no necesita protecciones particulares, ni cláusulas de herencia patriarcal, pues en la vida de evangelio (que es vida de resurrección) lo que vale para los hombres vale para las mujeres. Y si hay dos mujeres y dos hombres… hay dos tipos de matrimonio.
Hay un matrimonio saduceo: inmerso en las leyes de dominio y lucha de este mundo, un matrimonio que está dominado por la urgencia de seguridad, de posesión de bienes, de miedo a la muerte… Este no es matrimonio de resurrección, no es una “boda del cielo”, como la que culmina en el Apocalipsis (Ap 21-22)
Hay un matrimonio evangélico, que es comunión de amor para la vida… comunión de gratuidad para la resurrección. Ese matrimonio tiene una historia y un camino, una historia en este mundo (con hijos para la vida) y una culminación en la Pascua Plena de Jesús, cuando la vida sea tal que ya no sean necesarios más hijos, en transparencia angélica
Una familia distinta
‒ Para que las cosas continúen como han sido no merece la pena la resurrección, al menos en perspectiva de mujeres. Pero, si hay resurrección (¡que la hay, pues Dios es Dios de vida!) las cosas de este mundo tienen que cambiar y tiene que cambiar el matrimonio… Se tratará de un matrimonio que no es para “engendrar” herederos que aseguren la posesión familiar de la tierra, en un contexto de disputa económica. Se tratará de un matrimonio en gratuidad y transparencia, por el amor en sí, por lo que vale el amor… Cada uno de los hombres y mujeres son, según Jesús, como “ángeles”, seres individuales, seres inmortales:
a. Cada hombre o mujer es un ser individual: cada uno en perfecto en sí mismo, decía la tradición antigua! ¡cada uno es su propia “especie”, seguía añadiendo esa tradición. Eso significa que los hombres y mujeres no son para otra cosa, ni siquiera para el matrimonio como imposición “vital”. Cada uno tiene valor infinito.
b. Cada hombre o mujer es inmortal en línea de resurección… porque vive en Dios, que es la vida… Por eso, sin miedo a la muerte, puede gozar desde ahora la vida en que vive, esta vida pequeña y limitada, pero llena de encanto de Reino… pues la resurrección ya ha comenzado, como indica la palabra de Jesús que llama a los hombres y mujeres “hijos de la resurrección”…
c. ¿Pero sigue habiendo matrimonio, es decir, madre con hijos? Precisamente ahora, desde ahora se puede hablar de matrimonio, pero de un modo distinto. La resurrección cristiana sólo tiene sentido allí donde varones y mujeres empiezan a ser en este mundo (en esta iglesia) libres e iguales, superando así las estructuras clasistas y avanzando en un camino de fidelidad personal y de gratuidad familiar. Sólo en este contexto se puede hablar de verdad de hijos, como hijos de Dios y de la resurrección: la fe pascual protesta contra la injusticia social de un mundo controlado por varones, al servicio de la posesión. Es un matri-monio sin patri-monio, como supone Jesús en Mc 3, 31-35, donde habla de madres, hermanos e hijos…sin padres (pero de eso habrá que hablar otro día, dejemos el tema apuntado).
Todo queda por hacer… y todo está hecho. Breve conclusión
Todo está hecho porque hay Dios… y Dios es Dios de vivos… Todo queda por hacer, pues deben plantearse todas las relaciones desde la gratuidad, desde una gratuidad que empieza en el plano “económico”, allí donde la vida (el matrimonio y los hijos) no están en función de la herencia….No hará falta recordar que en la actualidad, lo mismo que en tiempo de los saduceos, matrimonio e hijos siguen estando en función de la economía… de un modo distinto, pero igualmente brutal. Por eso digo que, estando todo hecho, está todo por hacer. Creo que Jesús seguiría diciendo: ¡Quien tenga oídos para oír que oiga!