Lc 12, 49. Fuego ha venido a prender en la tierra y fuego necesita hoy la iglesia

Los primeros cristianos, emocionados, sorprendidos, ante la llegada del Reino de Dios, habían concebido a Jesús como fuego y su obra como incendio de Dios. Nosotros en cambio  (2025) hemos tendido a “fabricar” un cristianismo y una iglesia de aceptación, adaptación y sacralización de lo que hay, no de Reino de Dios, sino de imperios de poder y de dominio violento sobre el mndo (de injusticia política, opresión social y amor adulterado, como ha señalado Pablo en Rom 13, 8-9).

Iglesia y Nueva Evangelización: La zarza ardiente: el misterio del ...

  • He venido a prender fuego en la tierra (πῦρ ἦλθον βαλεῖν)¡y ojalá estuviera ya ardiendo! (τί θέλω εἰ ἤδη ἀνήφθη.)
  • Con bautismo he de ser bautizado ¡y qué angustia hasta que se cumpla!¿Pensáis que he venido a traer paz al mundo? No, sino división. Una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra la hija e hija contra la madre, suegra contra nuera y l nuera contra suegra (Lc 12, 49-53)

Este mundo, tal como está configurado (en opresión económico-social y lucha de poder), tiene que arder y destruirse, para que emerja el evangelio, conforme al mensaje central del Apocalipsis de Jesús, expuesto  en 1 Tes, Mc 13 y Ap de Juan  12-22. Sin que este mundo antiguo arda, por los cuatro costados, no podrá darse de verdad iglesia mesiánica. En ese contexto, se pueden seguir escuchando, a lo largo de este libro, las fuertes palabras del evangelio de Jesús, según el Tomas, evocando un camino que va del AT al NT, de la historia militar de David Guerrero a la revelación completa de Jesús, el Cristo de la paz:

  • Quizá piensan los hombres que he venido a traer paz al mundo, no saben que he venido a traer disensiones: fuego, espada, guerra .
  • Pues cinco habrá en casa: tres estarán contra dos, y dos contra tres, padre contra hijo, hijo contra el padre.
  • Y todos ellos se encontrarán en soledad (Ev Tom 16).

Estos tres males (fuego, espada, guerra/peste) están al fondo de la amenaza de castigo que el profeta Gad había impuesto a David por su pecado de soberbia, por creerse capaz de vencer a todos sus enemigos a través de guerras y conquistar militares, no por amor y diálogo de paz, sino por guerra  de violencia y aniquilación de los enemigos (cf. 2 Sam 24, 12-13)[1].

King David, 1951 - Marc Chagall - WikiArt.org

Estos tres males del “David de la guerra”, no de la promesa de Dios, están en el fondo de la “copa  de cuasia” por la que amargamos el agua dulce, creadora de vida de Dios. Por eso, superando la “maldición” de las guerras de David,  que aumentaba sus soldados para destruir a los enemigos, con enfermedad, hambre y guerra, sigue orando en su letanía penitencial mas solemne:  A peste, fame et bello libera nos Domine”, de la peste, el hambre y la guerra líbranos, Señor (Ritual romano para tiempos de gran riesgo),

Según Juan 14, 1-14, el apóstol Tomás le pide a Jesús “enséñanos el camino”, y Jesús le empieza diciendo “yo soy el camino…”, para responderle del todo en Juan 20, 27: “mete tu dedo en la llaga de mi mano, mete tu mano en la herida de lanza de mi costado”.

El camino de la paz de Jesús es dar la vida en amor, unos por otros y con otros, como Jesús. Este es el argumento central  del Benedictus: “guiar nuestros pasos por el camino de la paz”, empezando por las guerras del Antiguo Testamento, siguiendo por la de Jesús, Cordero/Carnero degollado, y culminando en Apocalipsis 20-22 con las bodas finales de la Novia y del Cordero, en los cielos nuevos y la nueva tierra de la vida de Dios con los hombres. Invitados a esas bodas de amor estamos todos. De su preparación trata este libro, para romper los siete sellos de muerte de la antigua historia, para que podamos trazar mejor la nueva historia del Dios de Jesús, que guía nuestros pasos por el camino de la paz.

Conforme a su inspiración gnóstica (individualista), el pasaje anterior de Tomas aplica esta historia de paz a cada individuo, diciendo, de forma sorprendente: “Pues cinco habrá en casa: tres estarán contra dos, y dos contra tres, padre contra hijo, hijo contra el padre…”. Hay según eso, en la línea  del Q (Mt 10, 24; Lc 12, 49-53) una guerra en soledad, cada uno ante sí mismo y ante Dios,  como dice de manera radical otro texto apocalíptico: “Estarán dos en una cama, amigos, amantes o de matrimonio, y uno será tomado y otro dejado” (Lc 17, 34). “Dos hombres estarán en el campo (trabajando fuera de casa) a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo (en el molino manual de la casa), a una se la llevarán y a otra la dejarán (Mt 24, 40-41).

   En la línea de ese texto añade Tomás (gnóstico, individualista) el motivo personal de la paz como equilibrios y silencio que es muy importante, conforme a la tradición cristiana, que ha puesto de relieve la paz interior, la purificación  interior de cada uno  por aislado, la salvación individual (sólo se salvan almas, una por una, no sociedades, pueblos…), en diálogo con gran tradición oriental del budismo e hinduismo (representado por la Bagavad Gita, canto del bienaventurado), que insiste en la paz interior, en medio de la gran batalla y guerra universal de la historia[2].

            Ésta es en el fondo la mayor aportación del oriente budista e e hinduista (con la interrogación de China cuya respuesta no me parece todavía clara, entre oriente y occidente, entre confucionismo social y budismo individualista). En este contexto hay que valorar la palabra final del evangelio de Tomás: Y todos ellos se encontrarán en soledad, padre e hijo, madre e hija, esposo y esposa. En un plano “social” no hay solución ante la guerra, ante el destino de la lucha de pueblos contra pueblos, de intereses de grupos contra grupos.

Enséñanos a orar

        El evangelio de Tomás nos sitúa, según eso,  en el que, externamente, domina el pensamiento de Heráclito, filósofo griego, conforma al cual el “padre y sustancia” de todas las cosas, celestes y terrestres, es eterno movimiento, es el fuego en el que todo nace y se destruye, conforme a un ritmo de equilibrio de todo en movimiento,  conforme al Fragmento 53, conservado por Hipólito, Refutación de todas las herejías, IX, 9, 4. Πόλεμος πάντων μὲν πατήρ ἐστι, πάντων δὲ βασιλεύς, καὶ τοὺς μὲν θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ ἐλευθέρους: Pólemos [la guerra] es el padre de todas las cosas y el rey de todas, y a unos los revela dioses, a los otros hombres, a los unos los hace libres, a los otros esclavos[3].

        Según eso,  los hombres individúales y los pueblos formamos parte de una guerra universal, guerra, cuyo “logos” no tiene sin identidades fijas, ni divinas ni humanas, ni cósmicas ni espirituales, pues todo lo que existe es puro movimiento, sin identidad permanente, ni espacial ni temporal, sin ninguna esencia en sí, sin ninguna substancia, divina ni humana, cósmica ni espiritual, en contra de B. Espinosa (1632-1677), filósofo judío, que insistió en la substancia divino del todo o Naturaleza, idéntica siempre a sí mismo, en el fondo de su movimiento.

            En ese puro orden de guerra, sin permanencia de nadie ni de nada, ha destacado el evangelio de Tomas, en un contexto de pensamiento-experiencia gnóstica, vinculada a la memoria de Jesús de Nazaret, la identidad de cada persona, padre o hijo, madre o hija, suegra, nuera, hermano…, todos en relación externa (cósmica, cambiante), pero cada uno en soledad, en sí mismo.

  La guerra queda, según eso, en el fondo o, quizá fuera, como identidad aparente de una vida, en la que todo es guerra, fuego que todo lo destruye y vuelve a engendrarlo de lo un modo distinto, en corrupción y generación eterna. En esa línea no hay otra salida para el hombre que su pura soledad (y todos ellos se encontrarán en soledad), sin conexiones que duren, sin comunidades que permanezcan, ni identidad “divina”, ni resurrección humana, como la que va buscando y trazando el judaísmo /(todo el AT), y la que postula y va suscitando Jesús de Nazaret,  a partir del Dios Padre personal y del amor mutuo de los hombres y mujeres, a lo largo y ancho de la historia, entendida y vivida como encarnación de Dios en Cristo.

Son muchos lo que actualmente (año 2025), incluso entre los cristianos, parecen más cercanos al Jesús del Evangelio de Tomás, interpretado de manera  gnóstica, intimista, como descubrimiento del “yo solitario” en lo divino (como en un hinduismo, taoísmo o budismo más o menos cristianizado), que al Jesús israelita y cristiano de la Biblia. Para ellos, lo que importa no es buscar  ni potenciar las identidades históricas y sociales de la humanidad, desde la perspectiva del Antiguo Testamento judío, tal como desemboca en el mensaje y pascua de Jesús, sino la identidad más o menos acentuada de cada “yo” individual o social en lo divino.

Tengo en gran estima el Evangelio de Tomás, con su intento de interpretar al Dios y hombre de Cristo con categorías más cercanas al budismo o hinduísmo que a la historia de Israel, con su ley, sus profetas y escritos. Pero creo que el mensaje y vida de Cristo, sin negar sus conexiones con el lejano oriente,  se entiende mejor desde la despectiva teísta, histórica y social del Antiguo Testamento, en una perspectiva  comunitaria (intersubjetiva) de la humanidad, en camino de resurrección mesiánica. Según eso, el diálogo con oriente (hinduismo, budismo) es muy importante, pero más importante es aún para los cristianos el diálogo con Israel, en un mundo cuya identidad e historia se encuentra interconectada.

      Dejo aquí  margen el diálogo con el   oriente chino, hindú o budista y dialogo con el cercano oriente de la Biblia, retomando en esa línea no sólo la “espada” de Jesús, sino su “fuego”, como podrá ver quien siga leyendo. Por eso empiezo evocando  fuegos bíblicos, tal como se expresan en las guerras de Israel (de hombres, de mujeres, de Dios), para ocuparme después de Jesucristo. Éstos son los fuegos que empiezan estando en la base de mi estudio:

La Palabra se hizo carne

El fuego del Dios de Moisés ha sido visualizado y revelado en la zarza ardiente de la Ley de Israel. Conforme a un esquema usual en muchas tradiciones religiosas de oriente y occidente, la manifestación de Dios se encuentra vinculada al fuego que es luz y llama de eternidad, en una línea más o menos cercana a la de Heráclito de Éfeso (ciudad vinculada al autor del último libro de la Biblia cristiana. El Apocalipsis de Juan). Moisés observó y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés pensó: Iré, pues, y contemplaré esta gran visión; por qué la zarza no se consume. Cuando Yahvé vio que Moisés se acercaba para mirar, lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí" (Ex 3, 2-4)¸ y aquí estamos nosotros.

El fuego de las teofanías proféticas y apocalípticas de Ez 1-4. y Dan 7-12, 10 fuego aparece aquí con rasgos más persónales y, lógicamente, puede ofrecer rasgos destructores para aquellos que se oponen al proyecto de Dios, dentro de la historia, como indica el recuerdo de las antiguas ciudades de la hoya del Mar Muerto (Gen 19, 24-25) destruidas por el fuego del cielo, que se manifiesta también en la séptima plaga de Egipto (Ex 9, 24) y en el castigo de los rebeldes de Israel en el desierto (Lev 10, 2).

El fuego de la vida y mensaje de Jesús no tiene como finalidad  destruir, sino purificar la vida de hombres y consolidar el camino de paz y resurrección en el mundo. Este es el Espíritu, viento-fuego de Cristo, vinculado al agua del Jordán que, según Mc 1, 8, anunciabaJuan Bautista, diciendo « 8). Yo os he bautizado en agua, pero aquel que viene, que es mayor que yo, os bautizará en Espíritu Santo»(cf. Mc1, 9), Este es el fuego de Pentecostés, que según Hech 2, se manifestó como principio de  de la iglesia y según  Jn 14-16)  es Paráclito-Consolador sobre el conjunto de la humanidad, y así le invocamos para que nos purifique, encendiendo en nosotros el fuego de la vida y el calor de Dios, conforme la “secuencia del Espíritu Santo”: Veni Sancte Spiritus, Ven Espíritu Santo: sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

 NOTAS

[1] Cf. He desarrollado con cierta erudición el tema en Dios judío, Dios cristiano, Verbo Divino, Estella 1997,101-104.

[2]  Cf. Hombre y mujer en las grandes religiones, Verbo Divino, Estella 1989

[3] Cf. Ervin Said, Archivo Digital de Humanidades,  México D.F. 2013. Numeración de H. Diels y W. Kranz, Die Fragmente der Vorsokratiker griechisch und deutsch, Weidmannsche Buchhandlung, Berlín, 1903.  

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