Madre buena, cabra generosa. Una historia ejemplar de humanidad

Comenté hace unos meses el tema de "un niño no amado" (educado entre cabras). Después he tratado de la menstruaciòn y de la sangre, en diversas perspectivas. También me he ocupado de temas de Iglesia y de vida cristiana... y, sobre todo, he venido hablando de la figura femenina de Dios. Hoy, después de varios días ocupado en temas muy teóricos de "lo divino femenino", quiero volver al motivo concreto de unas buenas y sabias mujeres y de un "niño de las cabras", pero en un sentido gozoso, de acogida humana, de felicidad personal. Ésta es la historia de una madre buena, de una cabra de leche abundante, una historia ejemplar de humanidad..

Introducción

Hay un texto bíblico quedice “¡Bienaventurado el vientre que te gestó y los pechos que te amamantaron!” (Lc 11, 27). Ahora quiero adaptarlo y decir "bendita la madre y la mujer que acogieron al niño, providencial la cabra que tenía buena leche... Hablé hace tiempo de un “niño-lobo” criado entre cabras. Hoy quiero recordar a un hombre bueno y sabio, que había sido condenado a morir de hambre por el médico, pero que fue amamantado por la cabra de la buena vecina y cuidado por su buena y pobre madre, en un pueblo de España, casi ayer, es decir, hace algunos años.
Este "hombre bueno" fue alumno mío y quizá algún día volveré a encontrarle. Es uno de los hombres más tiernos y sensibles que he conocido, cercano, cariñoso, hombre de Dios, siendo muy hombre-hombre, como algunos suelen decir. Tenía algo, le habían "tocado" los dioses, dirían los antiguos.

Dos mujeres, dos niños y una cabra

No quiero decir el nombre del niño de la cabra, porque es hoy un gran profesor de una ciudad hispana. Lo pongo simplemenete como parábola de la vida y del amor, en un mundo de pobreza, donde las cabras nos pueden ofrecer su buena leche. Nació en un pueblo muy pequeño de la dura España, en tiempos de durísima pobreza. Su buena dio a luz a unos gemelos muy distintos. Uno sonrosado y sano, entrado en carnes, lleno de llantos y de movimiento. El otro vino débil, pálido y quieto, delgado; apenas podía moverse ni llorar.
El médico del pueblo, que asistió al parto difícil en la casa de la buena y pobre madre, después de examinar a los niños y a la madre, preguntó si podría haber una nodriza. Le dijeron que no. Tampoco había dinero para hospitales de pago y no había seguridad social. Y así dijo a la madre:

–Mira, cuida al hijo bueno. Tendrás leche suficiente para él. A este otro dale un poco, si te parece, pero poco. No le quites la buena leche al niño bueno. A este otro dale un poco, pero muy poco. O, si prefieres, déjale morir, pues se va morir de todas formas. Y que Dios te bendiga.

Y de esa forma se fue aquel médico, dejando en duro silencio al padre, llorando a la madre y a los niños divididos por su suerte, uno para la vida, otro para la muerte. Ni el padre ni la madre se movieron, estaban paralizados por la fatalidad. Pero entonces sucedió un breve milagro: vino una vecina buena, buena de verdad. Vino la vecina dejó que le explicaran todo y contestó:

–Yo no tengo leche para darle, ni conozco a ninguna mujer que la tenga… pero tengo una cabra que da leche buena. Déjame al niño malo. Yo vendré todos los días varias veces con la cabra y le daremos de beber y te ayudaré a cuidarlo. No podemos dejar que esta criatura de Dios se muera así, sin intentarlo todo.

Y conforme a esa palabra hicieron. La madre daba su leche al niño bueno y la vecina le ayudaba en las faenas de la casa (¡hasta que te cures de todo, mujer!) y daba leche de cabra al niño débil, condenado a muerte por el médico… Y así sucedió que al cabo de varias semanas el niño bueno se fue poniendo malo y no hubo boticas para curarla y acabó muriendo. Mientras tanto, el niño malo, amamantado por la cabra fue tomando peso y buen color, se puso sano… y creció, creció. ¡Había tenido dos madres y una buena cabra y la bendición de Dios”

El niño de la cabra,profesor de Universidad

El niño de la cabra creció y se hizo un hombre. Yo le conocí ya de mayor, acabando la carrera. La madre y la vecina le habían cuidado, la cabra le había dado su leche… y el padre trabajó muy duro, para que pudiera estudiar una carrera. Fue el paso de los años de la España pobre a la España que empezaba a ofrecer escuela a los niños y carrera a los adolescentes que quisieran y pudieran.
Así fue como este muchacho de la buena cabra creció y estudió y acabó una carrera y se especializó en el extranjero y ahora enseña en una ciudad de España. Hemos tenido contacto durante varios años. Después, los avatares de la vida nos han separado, pero podría encontrar fácilmente su teléfono y llamarle. Algún día lo haré…y me llamará él cualquier día… y hablaremos de los temas de la vida. No nombraremos a la cabra, pero estará allí en el fondo de nuestra conversación, como un signo de vida.
Este muchacho tuvo la suerte de tener una cabra para la leche…, pero tuvo la suerte inmensamente mayor de tener una madre buena y una vecina generosa y un padre trabajador. Bebió leche de cabra, pero se alimentó sobre todo del cariño y la palabra de sus padres y vecina. Un día, en el cielo de los hombres buenos, se encontrará con su gemelo “el bueno” que fue perdiendo peso, hasta morir, mientras él vivía. Entonces se dirán las cosas que aquí no han podido decirse. De alguna forma, en ese cielo de los hombres buenos, estará también la cabra.
Volver arriba